Los pueblos más solitarios de Europa

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Los pueblos más solitarios de Europa

Por culpa del éxodo de jóvenes a las ciudades y el estancamiento económico, sus vida son más solitarias de lo que imaginamos.

Courcelles, Bélgica. Todas las fotos, cortesía de Gert Verbelen

Para su último libro, The Inner Circle of Europe, Gert Verbelen pasó una semana recorriendo y fotografiando el centro geográfico de 18 países de la eurozona. Su objetivo era componer una representación abstracta de esta como entidad colectiva. Descubrió que, debido al éxodo de las generaciones de jóvenes a las ciudades y al estancamiento del desarrollo en las poblaciones de menor tamaño de toda Europa, sus habitantes suelen llevar vidas más solitarias de lo que imaginamos.

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Me reuní con él para hacerle algunas preguntas sobre su última obra.

VICE: ¿Qué te inspiró a hacer este viaje y por qué optaste por el centro de estos países?

Gert Verbelen: Vivo en una pequeña aldea cerca de Bruselas, que se podría decir que es el centro de Europa. La idea de visitar todos estos países surgió cuando en 2014 se anexó el 18º país (Latvia). No me interesaban las capitales, las ciudades grandes o las zonas fotogénicas. Quería visitar un único lugar en el corazón de cada uno de estos países, quedarme allí, explorar y hacer fotos durante exactamente una semana. Limitar mi estancia a este periodo me permitía involucrarme de forma más intensa en cada comunidad que visitaba.

¿Cómo calculabas cuál era el centro de cada país y el perímetro en el que trabajarías?

Mi hermano es matemático y me enseñó cómo obtener el centro geográfico de un país. Esta estructura tan rígida me proporcionó el contexto, una especie de jaula geográfica en la que trabajaría con total libertad. Irónicamente, casi siempre acababa en lugares semiabandonados en los que no había gente joven, ya que se habían marchado a las grandes ciudades en busca de trabajo, dejando atrás calles vacías y una gloria desvaída.

¿Y la barrera del idioma?

Mis limitados conocimientos de alemán y francés me ayudaron, pero el método de comunicación más eficaz es el lenguaje de los signos. Estuve horas «hablando» con un pastor en el monte en España. Me invitaron a entrar en un hogar estonio sin que hubiera comunicación verbal. En Chipre, almorcé en un sitio en el que lo único que sabían decir en inglés era lovely, lovely. Cuando me mordió un perro en Latvia, los aldeanos pidieron a un estudiante que acababa de llegar de Erasmus que fuera mi intérprete en la consulta del médico y en el hospital.

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Supongo que suscitaste bastante interés y recelo entre los residentes. Una cara nueva que se pasea por el pueblo con una cámara colgada al cuello. No creo que reciban muchas visitas en esas poblaciones.

La verdad es que, en los pueblos pequeños, los visitantes no son bienvenidos. Los cotilleos se extienden como la peste y ciertamente levantaba sospechas. Cuando estaba en Eslovenia, la policía me seguía en coche. Cuando estás en una zona que no es turística, donde aparentemente no hay nada que fotografiar, la gente inmediatamente supone que vas con malas intenciones.

¿En cuál de aquellos países fueron más hospitalarios? ¿Crees que había alguna relación entre esa amabilidad y su estatus económico respecto a otros países de Europa?

Debo decir que me sentí más acogido en el sur, aunque no siempre es así. En cualquier caso, es la gente que encuentras por casualidad la que determina el grado de hospitalidad, y no la situación económica del país en ese momento dado. Le peor anécdota fue en Latvia, sin duda, cuando me mordió un perro que había conseguido soltarse de la cadena. Pero el chico que me llevó al hospital lo compensó con creces.

La crisis económica de Grecia y el flujo masivo de refugiados han sido noticia todo lo que llevamos de año. ¿Has vivido estos temas mientras trabajabas en tu proyecto?

Vi mucho deterioro y percibí desesperanza, sobre todo entre la gente joven. Pocas perspectivas de un futuro mejor o de trabajo; el constante aumento del coste de la vida y la imposibilidad de lograr una vida mejor. Muchas de las personas que conocí se estaban planteando marcharse a otros países de Europa en las que las condiciones económicas fueran mejores.

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Cuando estuve en Grecia, percibí mucha hostilidad hacia Alemania y sus líderes. Los habitantes de los pueblos más pequeños tenían la sensación de que Europa les había fallado. Para ellos, formar parte de la eurozona suponía una amenaza para su economía. Tenían miedo de acabar perdiendo su identidad, sus tradiciones. Lo que más me chocó de mi viaje por estos lugares fue el hecho de que el éxodo rural, la avanzada edad de su población y el alto desempleo se traducían en una situación de soledad muy acentuada.

Puedes conocer más de la obra de Gert aquí.

Kemi, Finland​ia

Degirmenlik Ağıllar, Chipre

Rüdigershagen, Alemania

Aliveri, Grecia

Courcelles, Bélgica

Čierny Balog, Eslovaquia

Aliveri, Grecia

Mountbellew, Irlanda

Izlake, Eslovenia

Nommern, Luxemburgo

Hita, España

Nommern, Luxemburgo

Rüdigershagen, Alemania

Mação, Portugal

Rüdigershagen, Alemania