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URUGUAY

Visitamos Punta de Rieles: la cárcel uruguaya que se convirtió en el pueblo de los reos

En esta prisión transformada en pueblo, los presos montan sus propios negocios, circulan libremente y tienen un programa de radio. Un proyecto que ha rebajado el índice de reincidencia de los reos al 2 por ciento frente al 50 por ciento de media...
Imagen por Maria Altimira/VICE News

En la cárcel uruguaya de Punta de Rieles los presos emprenden y montan sus propios negocios, circulan libremente en los intramuros, se reúnen en la "plaza mayor" del recinto carcelario y cuentan con su propio programa de radio.

La gestión del centro penitenciario ubicado a las afueras de Montevideo va a cargo de operadores civiles. Los militares que vigilan el perímetro se aburren porque, desde que la nueva dirección transformó esta prisión en un "pueblo", ningún recluso ha intentado fugarse. VICE News deja atrás los muros de Punta de Rieles para adentrarse en la insólita prisión que consiguió rebajar el índice de reincidencia de los reos al 2 por ciento contra una media nacional del 50 por ciento.

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-¿Qué te creías, que saldrías de la cárcel y encontrarías laburo? Le espeta uno de los reos a su compañero de reparto durante un ensayo del grupo de teatro. Las risas cínicas del resto de los intérpretes silencian al abatido interlocutor que, cabizbajo, trata de transmitir la esperanza hecha trizas de un presidiario recién excarcelado. Pese al aparente realismo del guión, este elenco de actores lo tiene mucho mejor que el personaje de ficción que protagoniza la escena. En Punta de Rieles, no hay que esperar a cumplir condena para encontrar trabajo y cualquier recluso puede montar su propio negocio.

En esta cárcel uruguaya, la mayoría de sus más de 500 presidiarios tiene un laburo [trabajo] en uno de los 35 emprendimientos que funcionan en el centro penitenciario. Buena parte de ellos son propiedad de los condenados más emprendedores, dos son cooperativas y el resto están financiados por capital extramuros. Todos sus trabajadores son convictos o ex convictos y el engranaje funciona, explica Luis Parodi, director de la cárcel, gracias a la puesta en marcha del "único banco del mundo que no cobra intereses".

Julio César Núñez, de 45 años y condenado por homicidio, decidió poner en marcha una fábrica de bloques de construcción. Hoy, produce 1.200 bloques al día y los vende a distintas empresas.

La entidad financiera de Punta de Rieles, cuya comisión administrativa está conformada por funcionarios de la prisión y reos que deciden algunas de las iniciativas más importantes para el tejido empresarial del presidio, ofrece créditos para hacer realidad las ideas emprendedoras de los penados y consigue financiación extra mediante el cobro de impuestos, un máximo del 20 por ciento sobre los beneficios, a las empresas que ya funcionan.

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Con todo, advierte Parodi, "aquí no hay rescates, si el negocio no va bien, se cierra y listos; si no hay demanda, no hay negocio". Dado que los convictos no pueden manejar dinero, la salud de la industria y los comercios carcelarios depende del pago que los clientes externos abonan al banco y de los boletos que los familiares de los presos compran en la entrada de la cárcel y que luego pueden canjearse por productos.

Los familiares compran los boletos en la entrada de la prisión para adquirir productos en los comercios de Punta de Rieles

Los beneficios de los patrones y los sueldos de los trabajadores se depositan directamente en la cuenta corriente del banco de la prisión o se transfieren a las de las entidades financieras uruguayas elegidas por sus beneficiarios. Algunos ahorran pensando en el día que abandonen Punta de Rieles, otros optan por contribuir a los gastos de los familiares que los esperan fuera.

Los emprendimientos son una pieza clave del modelo de Punta de Rieles porque "la prisión está concebida como un pueblo, quiere ser lo más parecida posible a un pueblo; la idea es acercarles a la realidad que van a encontrarse cuando recuperen la libertad", explica Parodi.

Por eso, Punta de Rieles cuenta con su cinturón industrial, que incluye negocios como las fábricas de bloques de construcción (una de ellas propiedad de Julio César), el taller de chapa y pintura o el de reciclaje industrial y la imprenta. La cárcel también tiene una área de servicios en el centro del recinto, como el almacén social o supermercado que regenta Antonio, las peluquerías, la panadería o el gimnasio, y la escuela o centro educativo, donde profesores del Ministerio de Educación imparten sus clases. Hoy, el 93% de los reos estudian o trabajan.

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Además, el centro penitenciario tiene una radio que emite un programa vía web con entrevistas y actuaciones musicales, un templo que alberga una Iglesia católica, tres evangélicas y una inspirada en el apostolado laico de la Iglesia de Corea, y, como en todos los pueblos, una plaza mayor donde se congregan y charlan sus aldeanos.

El equipo de la radio de Punta de Rieles emite un programa con entrevistas y actuaciones musicales. 

"Aquí, el castigo es el cautiverio, vivir encerrado entre los muros de una cárcel y no más", sentencia Parodi. "La prisión debe ser únicamente cumplir la justicia con dignidad", añade Rolando Arbesún, antecesor de Parodi en el cargo por asignación ministerial y artífice, juntamente con el actual director, del giro que el centro penitenciario experimentó a partir de finales de 2012. Arbesún, actual coordinador de la zona metropolitana del INR (Instituto Nacional de Rehabilitación), fue el primer responsable civil de una prisión en Uruguay cuando asumió la dirección de Punta de Rieles y es el principal promotor de la innovadora "propuesta de trabajo" que significa esta excepcional prisión uruguaya.

La transformación de este presidio no fue una tarea fácil. "Esta forma de entender la gestión de una cárcel chocó frontalmente con la concepción del cuerpo policial de la prisión que debía llevar a cabo el cambio", recuerda Arbesún. Una realidad que, sumada a las corruptelas de algunos agentes, se saldó con la expulsión de 25 policías que operaban en Punta de Rieles.

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Finalmente, Arbesún y Parodi, que por aquel entonces era el subdirector de la cárcel, decidieron que la gestión interna del presidio recayera de forma exclusiva en manos de operadores civiles y restringieron el papel del cuerpo policial a las tareas de revisión de las entradas y salidas, a temas administrativos y de gestión relacionados con los juzgados y a la supervisión del cumplimiento de los procedimientos. Lo cierto, reflexiona Parodi, es que el sistema no puede funcionar bien si "los que te detienen o usan la fuerza para reducirte son los que tienen que cuidarte dentro de la cárcel".

Punta de Rieles es también pionera en cuanto a la libertad de movimientos y comunicaciones de sus presos, que van de un lugar al otro del recinto sin restricciones y pueden utilizar su propio teléfono móvil. Además, el 80% de sus internos duerme en celdas que permanecen abiertas las 24 horas.

Antonio Arellano, de 36 años y preso por rapiña [robo con violencia] e intento de fuga, es uno de los dueños del almacén social [supermercado] de Punta de Rieles y destina parte de sus ganancias a su familia.

En el presidio uruguayo, donde conviven penados por diversos delitos y crímenes, como la rapiña [y el homicidio] pero que no alberga convictos por violencia sexual, no se ha registrado ninguna agresión al personal que gestiona la organización interna de la cárcel, mayormente psicólogos y trabajadores sociales y, desde finales de 2012, no se ha producido ningún intento de fuga.

Con todo, Punta de Rieles también vivió un episodio aislado de extrema violencia con el asesinato de uno de sus reclusos y se han registrado casos de vulneración de las normas internas y enfrentamientos y riñas entre los reos, pero siempre ha mantenido niveles de violencia inferiores a la media y mejores condiciones carcelarias.

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"No hay ninguna fórmula mágica para resolver situaciones de vulneración de las normas de convivencia o de confrontación, nuestro principal instrumento de trabajo es la saliva, gastamos mucha, pero mucha saliva para intentar llegar a una resolución pacífica. Priorizamos la vertiente educativa, es decir, la discusión, el razonamiento…La disciplina siempre es el último recurso", relata Arbesún. Una disciplina que, de vulnerarse, puede traducirse en la pérdida de espacios de libertad por parte del reo dentro de la prisión como el régimen de celda abierta 24 horas o el derecho a las visitas. Cuando el conflicto o la tensión desemboca en violencia, la dirección puede expulsar al penado y derivarlo a otra cárcel nacional. Algo que sucede en un 1 de cada 7 casos.

Con un índice del 2 por ciento de reincidencia, de acuerdo con las cifras publicadas en 2013, contra el 50 por ciento que registra la media nacional, y casos de acuchillamiento (este año no se ha registrado ninguno) y autoagresión que pueden contarse con los dedos de las manos, la pregunta es si el modelo de Punta de Rieles puede aplicarse a otras cárceles y qué condiciones tienen que darse para que esto sea posible.

Arbesún considera que para extender esta manera de trabajar a otros centros penitenciarios hay que pensar en modelos con pocos presos, contar con mayor volumen de nuevo funcionariado civil e implantar una lógica más de contacto directo y menos custodial respecto del privado/a de libertad, algo que en muchos casos implica reducir la presencia y algunas funciones del cuerpo policial.

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Recorrido por la cárcel convertida en pueblo de Punta de Rieles.

Sin duda, cuentan, y mucho, estos condicionantes y requisitos para aplicar las buenas prácticas de Punta de Rieles a otros centros penitenciarios, pero el proyecto de esta prisión uruguaya no puede entenderse sin la visión y la cabeza de sus impulsores. Su concepción y voluntad de desencerrar la prisión, sus paseos por la cárcel, sus charlas informales con los presos, el trato de igual a igual que les profesan…

"Al preso no se le humilla", "al preso se le tiene que dar confianza", "el preso está cautivo pero piensa y es activo". Parodi y Arbesún deben ser de los pocos directores de prisiones que han separado con sus propias manos dos reclusos enzarzados en una pelea, también de los que apuestan por la sensibilidad artística de sus presos. Uno de ellos es Dario Barreto. Este penado, que dirige la radio de Punta de Rieles, lleva meses trabajando en el documental sobre Punta de Rieles "Cambio de vida". "Hay que alimentar el alma, llenar el pensamiento, dar de comer a los sentidos", opina Arbesún, "yo, hoy, entré en la prisión escuchando Pink Floyd".

Luis Parodi y Rolando Arbesún, actual director de Punta de Rieles y su antecesor en el cargo.

En la imagen de portada se observa la fábrica de bloques de construcción puesta en marcha por Julio César Fernández, de 45 años y condenado por homicidio. 

Todas la imágenes son de Maria Altimira. 

Dani Clavera ha participado en la elaboración de este reportaje.

Sigue a Maria Altimira en Twitter: @MariaAltimira