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Cultură

Fotografías de una expo de tatuajes en 1986

Es 1986 en San Diego y los tatuajes siguen siendo distintivos de aquellos que llevan un estilo de vida alternativo.

Todas las fotos por el autor.

Es 1986 y los tatuajes siguen siendo distintivos de aquellos que llevan un estilo de vida alternativo. Estoy en una expo de tatuajes en un hotel que funciona como centro de convenciones en San Diego, cerca de la bahía. Yo también tengo un par de tatuajes que no se ven por mi playera. Mi abuelo tenía tatuajes de serpientes enrollándose hacia arriba en los dos brazos. Mi tío tenía un tatuaje de corazón en el pecho y estaba escrito el nombre de Betty con letras cursivas en la misma fuente que el logotipo de I Love Lucy. Me quedé impresionado.

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Recorro la sala y tomo un par de fotos pero no veo nada que me llame mucho la atención, así que prefiero salir a fumar un porro en la playa. Una gaviota baila alrededor de unos Twinkies a medio comer. Veo a escondidas a una mujer tatuada que trae un vestido negro con un escote muy pronunciado sentada en la playa, sola, fumando un cigarro. "Hola, ¿qué tal?", le digo.

Me mira de arriba abajo. Exhalo humo y ella me advierte que si voy a fumar yerba, debo mantenerme alerta porque estoy en San Diego y los policías patrullan la playa en bicicleta.

"Está bien, soy inmune. Pero gracias por la advertencia. ¿Puedo tomarte una fotografía".

"Yo no soy inmune y sí, puedes tomarme una foto pero primero tira ese churro", dice la mujer.

Apago el cigarro con la lengua y lo meto en mi cartera. "Vamos allá para que se vea el agua de fondo". Es mayor y más alta que yo. Quiero meterme en su vestido para ver sus tatuajes secretos. Le tomo unas cuantas fotografías y coqueteo pero no funciona. Es agradable y le encanta posar para la cámara pero no soy su tipo. Le tomo más o menos diez fotografías y le doy las gracias. Ella regresa a la convención y yo saco la bacha de mi cartera.

Ya de regreso en la expo, veo a una chica que conozco levantando su falda y mostrando su vagina a un par de tipos que se veían muy entusiasmados. El año pasado posó para mí en una reunión poco convencional de cultos que tuvo lugar en Angeles Mountains. Se llama Jill y el chico con el que viene trae un látigo por si se convierte en una chica mala. Tiene un tatuaje en el trasero, un corazón con la palabra ESCLAVA.

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Me acerco a saludarla y preguntarle si me dejaría tomarle unas fotos. Me presenta a su novio y me dice que sí, puedo tomar unas fotos, pero su novio vendrá con nosotros. Subimos por el elevador hasta llegar a su habitación, donde hay una mesa repleta de juguetes sadomasoquistas.

Me pregunta si voy a publicar estas fotos y le respondo que eso espero. Dice que entonces quiere usar una venda en los ojos a modo de censura. Aunque tiene ojos azules, se ve más pintoresca con la venda puesta. Le pregunto a su novio si quiere salir en algunas fotos. Me responde que no y que ya no tome más fotos de Jill. Fueron suficientes.

Al regresar al centro de convenciones, encuentro justo lo que estaba buscando: una joven negra que vestía un chaleco de motociclista color negro con cierres relucientes en los bolsillos. Sus brazos están cubiertos con tatuajes de calaveras y dragones que lanzan fuego por la boca. Su cabello es color blanco. Me dice que se llama Laura Lee y que es la mujer negra más tatuada de Norte América. Me invita a su habitación para una sesión de fotos. Nos subimos al elevador y nos encontramos con una familia muy normal: mamá, papá, hija e hijo. Vinieron de vacaciones. Parecen republicanos. Cuando nos ven, se alejan hasta arrinconarse en una esquina del elevador. Laura Lee dice que puta madre, que no se quién se la pela, que coño, que mierda, huevos, etcétera, en voz alta. Trato de contener la risa. Cuando nos bajamos del elevador, se voltea y le dice al grupo de idiotas "¡Que tengan un buen puto día!".

Ya en la habitación, se desviste por completo y empezamos con la sesión de fotos. Es divertida y encantadora. Me hace pasar un buen rato. Me despido, la abrazo, acepto su tarjeta de presentación y le prometo que le voy a enviar algunas fotos. Revelo el rollo una semana después pero me doy cuenta que perdí la tarjeta de Laura Lee. Seguro le habrían gustado las fotos que tomamos. Soy un imbécil por no haberle mandado nada.