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Mis amigos abrieron una empresa de autobuses en el Congo

A veces puedes tener un arma apuntándote a la cabeza, pero te acostumbras.

Los primeros dos autobuses de Amani Express.

En agosto de 2010 viajé a Ruanda con tres amigos para cubrir las elecciones presidenciales. Pasamos un mes ahí y después regresé a Europa, pero mis amigos (Yassin, Arthur y Louis-Guillame) cruzaron la frontera a la República Democrática del Congo y, como era de esperar, se les ocurrió crear una empresa de autobuses: Amani Express, o el Express de la Paz.

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La RDC es el sexto país más corrupto de África y sus caminos rara vez están pavimentados, así que no es exactamente el terreno más apto para abrir una empresa de autobuses, pero eso no desanimó a mis tres amigos, que se asentaron en Butembo, Kivu del Norte, y levantaron su empresa de la nada hasta convertirse en un éxito.

Todo esto me pareció impresionante, así que la última vez que Yassin y Louis-Guillame estuvieron en París, les pregunté sobre su negocio.

Los primeros pasajeros del Amani Express.

VICE: ¿Qué os llevó a abrir vuestra compañía en la República Democrática del Congo?
Yassin: La ignorancia, principalmente. No entendimos todos los factores que ahuyentan a los inversores de la RDC. Algunas encuestas colocan a la RDC como el sexto país más corrupto de África, para disuadir a personas (como nosotros) que quieran invertir ahí. Éramos un poco ingenuos, pero eso fue lo que nos llevó hasta donde estamos.
LG: Quedamos sorprendidos con el país en cuanto cruzamos la frontera. Queríamos asentarnos en un entorno hostil y vivir una aventura extraordinaria.

¿El color de vuestra piel hizo que fuera más difícil encajar?
Yassin: Mi padre es de Somalia, así que creí que podría ser el vínculo entre el pueblo congoleño y nosotros, pero pronto me di cuenta de que, para ellos, los tres éramos blancos. Cuando llegamos, la gente nos decía “muzungu”, que quiere decir “hombre blanco” u “hombre rico”. Creímos que las autoridades de la región nos darían más crédito por la empresa, pero no fue así. La empresa todavía sufre por nuestro color de piel, pero la relación con los lugareños ha cambiado; ahora nos ven como miembros de la comunidad.

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Bien.
LG: Al principio es difícil establecer tu personalidad más allá de tu color de piel. Aunque las autoridades se aprovechen de ello, la gente suele colocarnos en alguna especie de pedestal. Son muy respetuosos y nos admiran, nos ven como si fuéramos superiores. Es muy raro.

Yassin, Arthur y el equipo de Amani Express.

¿Tuvisteis muchos problemas con las autoridades locales?
LG: [Risas] Probablemente sean nuestra principal fuente de problemas.
Yassin: Ahí lo llaman “complicaciones”. Eso puede implicar una pistola en la cabeza, lo que sí es una verdadera complicación. En varias ocasiones el director de inmigración, a quien ya conocemos muy bien, enviaba soldados a nuestra casa al amanecer. Supongo que pensó: "Ha sido un mes malo, necesito dinero, ¿por qué no envío a un grupo armado para presionar a estos expatriados y extorsionarlos?"

Vaya, qué movida.
LG: Es increíble. El representante de la policía llega e intenta convencernos de que podría hacer que nos expulsasen del país o  que nos metiesen en prisión.
Yassin: Nos enfrentamos a este tipo de situaciones todo el tiempo pero, para evitar que se metan con nuestro negocio, procuramos tener una “amistad” estable con el director de inmigración. Eso implica que tenemos un presupuesto de corrupción mensual que va desde las 25 a las 1.250 libras.

Yassin, LG y un amigo de la policía local.

¿La situación política del país tiene algún impacto en vuestra empresa?
Yassin: Todavía estamos tratando de determinar el impacto de la guerra en nuestro negocio. Tenemos muchos problemas en las fronteras por las milicias que luchan por el territorio y cobran sus propios impuestos. Por supuesto, eso afecta a nuestra compañía, porque los impuestos en la frontera siguen fluctuando y no podemos llevar una contabilidad constante.

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Butembo. La calle donde se encuentran las oficinas de la agencia.

¿Alguna vez os ha afectado a nivel personal?
LG: Una mañana nos despertaron los disparos y recibí un mensaje de un amigo congoleño que decía: “Quédate en casa. Están disparando por todos lados”. Hubo un enfrentamiento entre los Mai-Mai (los rebeldes de la selva, que rara vez están sobrios) y las tropas del AFDRC (el ejército congoleño) cerca del aeropuerto, a unos kilómetros de nuestra casa. Ese mismo día, Yassin y yo tuvimos que ir a Kampala, en Uganda, y pasar por donde había ocurrido el enfrentamiento. Encontramos un montón de cadáveres en el suelo: cuatro Mai-Mais, dos de ellos con los genitales amputados.
Yassin: Fue terrible. Y fue una locura ver lo indiferentes que parecían todos, en especial los niños. Hizo que pareciera algo que pasa todos los días.

Cadáveres de los rebeldes Mai-Mai.

¿Y qué hay de vuestros empleados? ¿Habéis tenido muchos problemas con ellos?
Nuestro primer gerente era un amigo que conocimos ahí. Nos ayudó a encajar, fue nuestro vínculo con los lugareños, y compartimos una casa con él durante ocho meses, pero después intentó hacer que nos echasen del país para quedarse con el negocio. Pero ahora la compañía está en buenas manos. Nuestro gerente actual es un hombre brillante y sabemos que podemos confiar en él.

Algunos empleados en Butembo.

¿Creéis que os habéis adaptado bien al estilo de vida congoleño en general?
LG: Fue un cambio radical. No teníamos agua ni electricidad. No hace falta decir que no tenemos los mismos lujos que en Europa pero, en cierto modo, nuestra vida no es tan diferente. Tenemos los mismos hábitos. En términos del estilo de vida congoleño, las cosas van un poco más lentas. Toda la estructura de la sociedad se basa en la idea de que no puedes predecir nada. Supongo que te acostumbras al cabo de un tiempo.

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