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FIGHTLAND

Ottavia Bourdain se vuelve vegana

Después de todo no está tan mal.

Cuando era niña, mientras mis padres me enseñaban a leer, escribir y andar en bici, mi abuela me enseñaba lo que ella creía eran habilidades necesarias, como saber matar a un pollo y despellejar a un conejo.

Crecí en un pequeño pueblo en Italia donde criábamos animales; nuestros vecinos tenían vacas y cerdos, así que siempre supe de dónde venía mi cena. La idea de no comer carne siempre me ha parecido inconcebible. Por supuesto, sabía del vegetarianismo en un contexto religioso, y era algo que respetaba y entendía, pero no comer carne por cualquier otra razón no tenía ningún sentido para mí.

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Y, para ser honesta, sigue sin tenerlo. Hasta hace poco, de donde yo vengo la carne era un lujo. Si tenías la suerte de comerla, aunque fuera un poco, te la comías. Si no era el mejor pedazo de carne, te las ingeniabas para convertirlo en algo delicioso.

Hoy en día, mi familia es una familia de lobos. Mi esposo y yo somos grandes carnívoros; como practicante del jui-jitsu brasileño en una dieta de puras proteínas, la carne es el común denominador entre mi apetito omnívoro y el de mi esposo. Nuestras citas involucran cortes de carne, o yakitori o BBQ coreano. Nuestro refrigerador está lleno de todo tipo de proteína animal. Nuestros amigos saben que si quieren regalarnos algo, una canasta de carne siempre es una buena opción. Mi esposo lleva años atacando a vegetarianos y veganos.

Tengo mis propias peculiaridades culinarias: como un chingo de carne, pero siempre necesito saber de dónde viene; tiene que ser libre de hormonas y antibióticos y de preferencia de animales alimentados con pasto, animales criados de forma humana. La carne producida en masa sabe a animal atropellado rancio. No como gluten y tengo una dieta muy baja en, incluso carente de, carbohidratos. Sí, soy odiosa cuando se trata de comida. Soy la última persona en juzgar lo que comen los demás. En especial si no tengo que lidiar con ellos.

Nunca he tenido ningún amigo vegetariano. Ni siquiera conocía vegetarianos. Durante los últimos años trabajé en el negocio restaurantero y tuve que lidiar con algunos, y todos se veían tristes y malnutridos, con una molesta actitud de superioridad. Hasta hace poco, nunca había conocido a un vegetariano que me cayera bien.

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Sin embargo, para mi sorpresa, en los últimos meses he conocido a algunos vegetarianos y veganos con los que he podido hablar. Entre ellos, el peleador de UFC Akira Corassani y el fotógrafo de MMA Ryan Loco.

Ryan es cuasi vegetariano. Me dijo que empezó a evitar la carne porque le gustan los retos. “Como alguien que ama la carne, me pareció divertido intentar ser vegetariano durante 30 días”, me dijo. “Pero se me quedó. Tengo mis deslices de vez en cuando; no dejo que eso gobierne mi vida. Si quiero comer carne, lo hago. Pero esto ocurre rara vez. Puedo sentir la diferencia al día siguiente si como carne. Empecé a notar que me sentía mejor en general. Es difícil de explicar. El sentimiento después de comer sólo frutas y verduras es fantástico. Creo que duermo mejor y mi ritmo cardiaco ha mejorado. Además ahora tengo un brillo rosado”.

Akira Corassani, mientras tanto, es una maquina de entrenamiento. Cuando llego a la academia Renzo Gracie en la mañana lo veo en la clase de GI de John Danaher, y cuando ya estoy exhausta y lista para irme a casa, él sigue ahí tomando la clase de Muay Thai.

Le pregunté a Akira sobre su dieta cuando regresó de Suecia, justo después de su victoria en la UFC contra Robert Peralta.

“Durante muchos años, he estudiado nutrición, y siempre me ha interesado la correlación entre la nutrición y la salud, y en particular para mí, el desempeño. Vengo de una familia de doctores. Mis cuatro hermanos tienen una carrera en medicina, y después de largas noches de discusiones con ellos, me di cuenta de que nosotros, como humanos, tratamos los síntomas de la enfermedad, no la causa. La idea de comer carne ya no resonaba en mi interior. Soy, y siempre he sido, amante de los animales. Sin mencionar que aprendí cómo se trataba a los animales. Mi decisión es una combinación de lo que es mejor para mi salud, lo que es mejor para mi desempeño, y lo ambientalmente responsable.

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“Definitivamente noté diferencias en mi cuerpo al principio, y el proceso de ‘limpia’ (¡es algo real!) toma tiempo, pero una vez que superé ese periodo, todo fue pan (vegano) comido.

“Las ventajas físicas que siento ahora me hacen pensar: ‘¡Maldita sea! ¿Por qué no hice esto hace siete años?’ Tengo más energía, me recupero increíblemente rápido, y tengo un cardio que puede durar días. A veces, un sábado, reflexiono sobre mi semana para ver si realmente entrené, porque me siento increíble. Y después veo mi horario y me doy cuenta de que tuve varios días con tres sesiones con los mejores del mundo”.

El argumento de Akira me parece muy convincente. Estoy a dos semanas de competir en el abierto de Nueva York de jiu jitsu brasileño, así que probablemente sea el peor momento para cambiar mi dieta, pero me gusta un reto encima de otro reto, así que para este artículo, por mi curiosidad mórbida, y para asustar a mi esposo, voy a probar este asunto del veganismo y ver cuánto tiempo lo puedo soportar. Mi objetivo son siete días.

Mi esposo piensa que estoy loca. Le prometí que sería sólo unos días y que lo hago sólo para poder escribir sobre uno de mis temas favoritos: los movimientos de mis tripas. Sigue preocupado.

Día 1
Es domingo, hoy no voy a entrenar y pasaré mucho tiempo en casa. Me arrepiento de no haberme comido toda la carne en el refrigerador el día de ayer. Esas costillas de cordero gritan mi nombre.

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Lo único que tengo a la mano es una coliflor, frijoles, habas, arroz, y leche de soya. Cociné casi un kilo de coliflor para la comida. Obviamente no estoy preparada. Necesito regresar al super.

El pasillo para veganos es una desgracia. ¿Tira de proteína vegana estilo tocino? ¿Tiras de proteína veganas estilo boloñesa? “¡Gourmet, libre de carne y delicioso!” ¿A quién engañan? Si quieres carne, come carne, es lo que pienso, pero desconecto mi incredulidad y compro una par de hotdogs de mentiras.

Durante la cena, me despido de mi esposo y mi hija. Van a un paraíso cárnico llamado Shake Shack. Me quedo sola con mis legumbres enlatadas y mis salchichas falsas. Esto es tan triste. Los hotdogs saben a plástico quemado. Después de una mordida están en el basurero. Creo que la gente que come estas cosas odia la comida y probablemente también se odian a sí mismos. Termino comiendo plátanos y crema de cacahuate.

Día 2
Desayuno cereal antes de ir a entrenar. Me gusta el cereal. Puedo vivir con esto. Tengo arroz integral y guisantes para comer. Meh.

Para cenar organizo una cita romántica con mi esposo en un restaurante vegetariano. No quiere ser parte de esto. El hecho de que sea un lugar recomendado por la guía Michelin no lo convence. Tengo que sobornarlo con narcóticos. Una hora antes de cenar, anuncia que tiene que bajar a comprar una revista. Completamente sospechoso. Quizá empezó a fumar de nuevo. Cuando regresa huele a pizza de pepperoni. Confiesa haber entrado al lugar de pizza de la esquina por un par de rebanadas, por si las dudas. No lo culpo. Pero tengo fe. Sólo porque soy una inepta y no puedo prepararme una comida vegana decente no quiere decir que un profesional no pueda hacer algo delicioso. En este caso, estoy equivocada.

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Durante la cena mi esposo me mira por encima de su arroz integral y me dice: “Nunca habíamos estado tan cerca del divorcio”. Espero que esté bromeando, pero después de mirarlo bien, no estoy tan segura. Cuando llegamos a casa, elabora:

“Fue una cena terrible. Y deprimente. Primero que nada, ¿por qué no cocinar algo? ¿Tienen algo en contra de freír algo? ¡Definitivamente no les gusta hacerlo con las verduras! ¡Ni con el arroz! Todo estaba mal sazonado. Cualquier restaurante de carnes que se respete sirve mejores verduras. Prácticamente todos los platillos tienen brócoli. Es temporada de espárragos; hay habas y guisantes. Si eliges comer verduras, hay mucho con que trabajar. Todos los platillos sabían igual, una mezcla de jengibre, ajo, soya y tamari. Estoy furioso. Eligieron no cocer las verduras bien ni celebrar las verduras. Son completamente ignorantes de las temporadas. Esa chuleta de soya, ese pollo falso… me dan ganas de suicidarme sólo de pensar en que alguien puede comerlo. Celebrar el mundo natural sólo para servir algo tan grotesco y artificial es una desgracia. Esa fue una de las peores comidas de la historia. Me supo a hippie. Me supo al departamento de mi último dealer de mota. Odio al mundo en este momento. Por favor dame un tiro”.

Día 3
Despierto y siento la cara hecha un desastre. Parece un pedazo de panceta después del impacto con una escopeta. No había tenido tanto acné en 20 años. Ya sé lo que van a decir los veganos: “¡Son las toxinas de la carne que dejan tu cuerpo!” Lo que está intentando salir de mi cuerpo es toda esa mierda vegana que comí ayer en la noche. Mi caca, perdonen los detalles, solía ser un asunto compacto, un objeto simple en caída libre. La mierda vegana es una mala comparación y llega en múltiples e interminables sentadas. Es, ¿como decirlo? Menos heroica, menos… conveniente. ¿Quién puede pasar tanto tiempo en el baño?

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Para cenar logro convencer a mi esposo de probar otro restaurante vegetariano. Quizá lo de la noche anterior fue mala suerte. Cada que paso frente a este lugar está lleno, así que debe ser bueno, ¿cierto?

No realmente. Pero definitivamente mejor que el de ayer.

La mitad de la gente en el restaurante come carne falsa. Mi esposo se siente reconfortado por las opciones hindús en el menú, pero le sorprende que este lugar tampoco tome en cuenta las temporadas. “Es primavera”, me dice. “Todo restaurant en Nueva York está vuelto loco por las cebollitas; es lo que está de temporada. ¿Las ves en alguno de estos restaurantes? No. Es como si no les importaran las verduras, sino algo más, como ponerme de mal humor”.

Todos en el restaurante se ven un poco tristes; no hay muchas risas. El comedor está lleno de sillas vacías.

Día 4
No he terminado de prepararme mi primera taza de café y ya estoy en el baño. Debería dejar mi laptop en el baño.

Tengo miedo de esta noche. Es la fiesta de lanzamiento del nuevo programa de mi esposo. La fiesta es en uno de mis restaurantes de carne favoritos. Paso el día comiendo arroz y verduras, con la esperanza de estar demasiado llena para sentir la tentación. Además, estoy un poco preocupada por la posibilidad de una crisis de flatulencias frente a los nuevos colegas de mi esposo.

Cuando llegamos al lugar, el olor a carne es intoxicante. Me siento como un vampiro con síndrome de abstinencia después de dejar la sangre. Las charolas con cortes de carne perfectamente cocidos, con rastros de sangre, pasan en todas direcciones. Mis amigos carnívoros se preguntan qué me pasa. Cuando les cuento sobre mi experimento vegano ser ríen de mí. “¿Vegana? ¿Tú?”

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El chef, conmovido, probablemente por la lástima que siente hacia mí, me envía un plato de habas, que definitivamente saben mejor que todo lo que probé en esos restaurantes veganos las últimas dos noches. Conozco a un escritor gastronómico que tuvo su propio experimento vegano y me sugiere unos cuantos restaurantes que me asegura no me decepcionaran.

Día 5
Estoy muy orgullosa de mi persona por no haber hecho trampa ayer por la noche. Pero todo ese arroz y crema de cacahuate que me comí para sentirme llena, me tienen un kilo más pesada que cuando empecé. Aunque es probable que, después de las múltiples sesiones en el trono, terminé pesando dos kilos menos.

Intento encontrar a alguien que me acompañe a unos de los lugares que me recomendaron el día de ayer. Mi esposo me mira como si tuviera tres cabezas. Huye de mí si siente que voy a invitarlo a cenar. Mis amigos tampoco cooperan. La única opción es mi instructor de yoga. Está emocionado porque cree que finalmente he empezado a adoptar su estilo de vida hippie.

El restaurante es coreano y muy bonito. Los clientes se ven felices. Todo en el menú suena delicioso. Ordeno hotcakes de col verde sin trigo y tofu en un plato de barro, crema de calabaza, y arroz integral orgánico en un plato de piedra. ¡La comida es increíble! Tanto sabor. Esta noche limpio el plato. Incluso pido otros hotcakes de col para llevar.

Estoy emocionada. Hay esperanza.

Día 6
Mi cara de pizza por fin empieza a desaparecer.

Me siento bien. Mi nivel de energía es el mismo y la nueva dieta no parece haber afectado mi entrenamiento. Bueno… excepto porque vivo intentando suprimir mis pedos. Mi esposo el sabio me sugiere canalizar todo ese metano para sacarle provecho. “Incluso una simple llave triangular podría tener resultados devastadores”, sugiere.

Después de mi exitosa experiencia coreana, pido comida hindú para cenar. Berenjena, col, papas, garbanzos. Le digo al hombre en el teléfono que lo quiero tan picoso como él lo comería. La comida vegetariana hindú es siempre una garantía.

Día 7
Este es supuestamente mi último día. Pero para mi sorpresa, no muero de ganas por comer carne. Es un poco aterrador y por alguna razón me da vergüenza admitirlo, pero me siento bien. Faltan sólo siete días para la competencia. Quizá deba simplemente aguantar hasta entonces.

Día 14
Gano el oro en el Abierto de Nueva York. Para celebrar, quiero una hamburguesa. Pero en lugar de cuatro carnes, quiero sólo una.

Descubro que es posible adoptar un estilo de vida vegano y comer cosas deliciosas. Siempre y cuando te importe la comida. Pero me parece que a muy pocos veganos les importa. Sigo pensando que no es algo que pueda hacer todos los días, con todas mis comidas, pero de ahora en adelante probablemente coma menos carnes. No es difícil ajustar nuestras proporciones de carne y verduras en nuestras dietas, del mismo modo que siempre han hecho los coreanos, japoneses y chinos, y comer algo delicioso y vivir bien. De hecho, probablemente sería una buena idea. Incluso mi esposo está de acuerdo con eso.