Cómo afectaría el nuevo Código de Policía a los millenials colombianos

La Cámara de Representantes aprobó en último debate la reforma al Código de Policía, una disposición que necesitaba una actualización luego de 45 años de envejecimiento de las normas que regían el poder, la función y la actividad de la Policía Nacional. Antes que oportuna, sin embargo, la norma no solo llega tarde sino también siendo objeto de muchas críticas por parte de una ciudadanía que no ve dónde esta la modernización: al contrario, muchas de sus disposiciones han sido vistas como retardatarias y abusivas.

Para que usted se dé una idea de lo que debe enfrentarse de ahora en adelante como ciudadano, en su día a día, a lo largo y ancho de este país, hemos resuelto retratar un fin de semana cualquiera de un joven al que le gustan los placeres modernos y las consecuencias que tendría al dar rienda suelta a ese estilo de vida.

Todas estas disposiciones tienen una intención clara de mejorar la convivencia y el orden pero, al ser tan abiertas, podrían dar lugar a un uso abusivo del poder por parte de la Policía.

Y acá van.

Es un hecho: los colombianos somos cada vez más consumidores de drogas. Según la Encuesta Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas, alrededor de 839 mil colombianos admiten haber probado alguna sustancia ilegal en el último año. La misma encuesta señala que un 58% de los colombianos afirman haber consumido alcohol en el último año. Y el código que acaba de aprobar la Cámara los ha puesto en la mira de todos los policías del país.

En adelante, agentes de policía sin ningún tipo de capacitación médica van a poder interrumpirlo en la calle, decidir ahí mismo si usted se encuentra bajo el efecto de dos cervezas o cinco pepas y trasladarlo a la UPJ durante hasta 36 horas, sin pedirle autorización a nadie. Irónicamente, la Corte Constitucional aceptó hace unas semanas una demanda que pretende lograr que consumir drogas o licor en su lugar de trabajo no sea una causal justa de despido. Así que es posible que a la vuelta de unas semanas los colombianos resultemos viviendo en un país en el que es más seguro consumir sustancias en el trabajo que en la calle.

Las farras en casa son el arma de doble filo por excelencia. Delicioso ser invitado, agridulce ser el anfitrión y una pesadilla ser el vecino. El texto aprobado ayer por la Cámara autoriza a los hombres de la policía a ingresar a cualquier residencia a desactivar la fuente del bullerenge. Delicioso para el vecino, agridulce para el anfitrión y una pesadilla para el invitado.

Considerando que en el pasado varias discusiones por el nivel de ruido han desencadenado en eventos de violencia, quizá la intención detrás de esta norma no sea perversa. Pero vale la pena considerar qué tan prudente es autorizar a la Policía, sí la misma Policía que ha se visto involucrada con redes de narcotráfico, casos de fleteo y retenciones indebidas, a ingresar a la residencia de cualquier persona solo por que el vecino considera que ya fue suficiente rumba.

Los adolescentes y la convivencia. El eterno debate. ¿Qué tal esos parches de a puñados que uno encuentra sentados haciendo ruido en una esquina de cualquier ciudad de Colombia? ¿Qué tal esos viernes de no hacer nada, aparte de esperar a que algo pase, que se presentan sin fin en los pueblos? Las gavillas, las montoneras, los niños jugando hasta tarde, parchando, usando su juventud como mejor creen. Si bien la norma le apunta a evitar situaciones de peligros para los adolescentes, es muy amplia y podría dar facultades para imponer un toque de queda.

Y eso es viejo, muy viejo: una alarma que suena en toda la ciudad (al menos así era, cuando algo podía oírse en toda una ciudad) y todos para la casa. Mucho más duro que la mamá de uno lo llame para que se entre.

El movimiento del arte urbano está teniendo cabida cada vez más en las ciudades. Pese a incidentes como el de Diego Felipe Becerra, el joven grafiteros que fue abierto a tiros por un patrullero, los movimientos del arte urbano, como hemos cubierto en VICE Colombia varias veces, se han vuelto parte de la cotidianidad de las grandes ciudades.

Usted está ahí, parchado, rayando un muro como a usted mejor le parece, y esa actitud ya tiene un freno legal por obra y gracia del Congreso. Salir a hacer eso, que cada vez sucede más, y de variadas formas, es una actitud que las autoridades estarán investidas en perseguir. Mucho ojo en ese momento que decide parar en una pared, sacar su instrumento, y ponerse a expresarse. Eso no se puede, va contra la moral y las buenas costumbres.

Con este artículo, los legisladores de este país han puesto el último clavo en el ataúd de los placeres simples. Consumir alcohol en la vía publica es tan colombiano como hacer asado el primero de enero, además de ser una buena forma de estirar el dinero y apropiarse del espacio público, ¿no?

En realidad la prohibición de consumir bebidas alcohólicas en los alrededores de las instituciones educativas existe en Bogotá desde junio de 2008, cuando el Concejo de la ciudad aprobó el acuerdo 309 "Por medio del cual se establecen restricciones al consumo de bebidas alcohólicas en las zonas aledañas establecimientos educativos y religiosos". Sin embargo, años después, la postal de unversitarios bebiendo en los alrededores de su alma mater permanece intacta.

La cereza del pastel. Lo que muchos hacen por conseguir unos pesos. No hay mucho que decir acerca de esto. ¿Hay suficientes oportunidades laborales en Colombia?