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Cultură

Nada como la nada

Teusaquillo aburre hasta la muerte. Aburren siempre sus casas de gente rica de otra época y ahora aburren las sedes de las campañas políticas que parecen haberse triplicado.

“Y nadie muere nunca, ni se habla de los muertos.
Joder, menuda falta de respeto" (1)

Este aburre hasta la muerte. Aburren sus casas de gente rica de otra época, las calles vacías los fines de semana cuando se van los oficinistas, lo estúpidamente multicultural del Park Way, el Partido Conservador y la sede amarilla del Polo, aburre que en cada cuadra haya una empresa de seguridad privada y que, sin embargo, le quiten a uno el celular en la puerta de su casa. Aburren ahora las sedes de las campañas políticas que en una semana parecen haberse triplicado, cuadriplicado; parecen estar en cada esquina, en cada hilera de casas, con sus colorinches y sus fotos de buen tamaño, con sus símbolos, sus números y sus gestos que no prometen, que no enseñan, que no miran hacia ningún lado.

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Todo tan patéticamente abstracto, tan escurridizo e inocuo, diseñado para el olvido, claro está. Porque las caras bien afeitadas (2), los dedos haciendo una V de victoria, los sombreros y los ponchos, los dedos pulgares levantados son sólo un poquito más de contaminación visual, un guiño rápido para que recordemos el número que tenemos que marcar el día de las elecciones y la cara y el color que tenemos que olvidar rápidamente.

Inteligente estrategia la del olvido, de la no historia, de la confusión y del cinismo. Bonito cuando habiendo tanto que decir no se dice nada, mejor así, no sea y terminemos todos diciéndonos las verdades en la cara. Felicitaciones amigos publicistas, han logrado con estas sedes unos pequeños templetes a la abstracción; ni siquiera Mondrian se hubiera imaginado unos lugares tan precisos y preciosos, ni los señores dueños de las multinacionales tal capacidad para desaparecer sin dejar ninguna huella. Desaparición inmediata, quirúrgica.

Algunas de estas apropiaciones arquitectónicas, en sus extraños intentos por llamar la atención, parecen las sedes de alguna escudería de un rally, con sus carros engallados y “vestidos” con la carita del candidato y un número que parece ser el de la competición (3). Otras son como palacetes romanos, tienen esa elegancia que le venden a uno cuando estudia historia del arte, cuando le hacen creer que los que se inventaron todo lo bonito fueron los griegos y luego los romanos. Palecetes romanos fundidos con una hamburguesería gringa ultranacionalista (que tal vez se debería llamar “the ecoliberal ”); un poquito de Bauhaus por aquí y la infaltable reja bogotana, esto sí es posmodernismo. También esa que parece un restaurante mexicano, esa es de mis favoritas.

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Pero sin duda la que para mí se lleva el premio mayor es la del Partido Liberal. Tiene ese encanto de lo mínimo: 19 rayas rojas sobre fondo blanco, una “L” blanca sobre un fondo redondo rojo, una foto pequeña a la derecha con un hombre con corbata roja que parece la raya número 20. Todo con un espíritu japonés, Zen, una oda al vacío, al silencio, al gesto rápido y exacto. Esa en verdad me conmueve.

Por ahora seguiré yendo por la gaseosa y por todas esas cosas empaquetadas que venden en la tienda de la esquina. Por ahora solo queda seguirme aburriendo en este barrio viejo, esperar a ver qué pasa con esas casas sin alma cuando ya todo esté votado y otra vez se nos haya olvidado de quién fue la culpa de tanto robo y tanto muerto, cuando en vez de las banderitas y las sonrisas haya un restaurante u otra empresa de seguridad privada. Ojalá sea un TigerMarket o por lo menos un lugar donde comprar cigarrillos después de las nueve de la noche ¿o tal vez lo mejor sea un incendio? Ya veremos.

1.De la canción “El fin del mundo” de Los Punsetes, de su disco LP, de 2008

2. En las próximas elecciones sería deslumbrante ver, por ejemplo, los pies de los políticos en vez de sus caras, los pies de esos señores y señoras nos darían mucha más información que ese amago de humanidad que son sus retratos. O tal vez nos podrían mostrar sus propiedades, sus carros, o las cocinas de sus casas. Que bello sería todo, cuanta estética, cuanto glamour. 

3.Me acordé del concejal de Chía borracho, al que pillaron por allá en Chapinero y se metió a la Escuela Militar ante el asombro de los señores policías. 

*Gabriel Mejía es un artista plástico con alma de escritor (así él no lo acepte). Como nos encanta su obra y nos encanta su pluma, lo invitamos a tener una columna periódica en VICE Colombia. Gabriel la bautizó: 'La nube negra que nos une'.