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Cultură

Pirateces de urgencias médicas

Anos que atrapan cortineros, arpones en el ojo y suicidas. Fino, ¿no?

Para saber cuáles son las cosas más piratas que suceden en la sala de urgencias de un hospital, decidimos hablar con los doctores. Así que aquí lo tienen, las historias favoritas que nos compartieron esas personas que te sacan cosas de metal que te metes por el culo.

Ilustraciones por Donald Clement.

El caso del cortinero enterrado

Una vez tuve el caso de un chico de 19 años de edad que estaba en casa solo y jugando con el cortinero. El riel no estaba en buenas condiciones, el resorte al final del riel estaba roto y tenía un sobrepuesto decorativo. Para no hacer el cuento largo, el morro se resbaló y el riel lo penetró por el culo. Quedó atorado.

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Estaba solo en su habitación, intentó sacárselo pero no pudo. Así que pidió ayuda; le marcó a su mamá pero ni ella pudo ayudarlo. Entonces llamaron a una ambulancia. El riel de cortinas era de metro y medio; el chico llegó bocabajo en camilla con el riel saliéndose por el culo. Estuvo en la sala de urgencias durante una hora para luego pasar al quirófano. Lo anestesiamos y le retiramos el riel. Tuvimos que sacarlo poco a poquito. Pero quedaba la otra pieza… esa aún seguía dentro. Así que empecé a sacársela, pero cada vez que lo intentaba se le metía un poco más.

Así que llamé a un cirujano, él podría meter una cámara, así como lo hacen en la colonoscopía. Cuando hablé con el cirujano le dije: “Oye, ¿conoces el florón que viene en los cortineros?” Y él me dijo: “Ésa es una pregunta extraña, pero sí, claro que sí. De hecho el otro día estaba viendo Home and Garden Television y hablaban de eso”. Yo le dije: “Ajá, pues esa pieza del riel está perdida. Mira, sabemos dónde está, pero no la podemos sacar”.

Llevaron al chico con el cirujano y se lo sacó. Lo más increíble de todo esto, yo creo, es que él le llamó a su mamá para pedir ayuda. Me encanta que haya hecho eso. Es un bueno chico.

Los faquires come sables

Una de las cosas que vemos demasiado son las personas que definitivamente tienen problemas de salud mental y se dedican a hacer cosas que les causan daño. Específicamente tragar espadas. A ellos le decimos, “pacientes frecuentes” en la sala de urgencias porque ya conocen muy bien a los empleados. Llegan a la sala de urgencias y dicen que se tragaron desde plumas o botones hasta centavos. Es algo muy triste, pero muchas de estas personas sí mueren. Reciben la misma atención y ayuda que los demás, pero definitivamente son un dolor de cabeza porque le causan muchos problemas al doctor al hacer este tipo de actos autodestructivos. También hay un montón de gente que ya es conocida por ir de hospital en hospital por tragar espadas. Son filosas. Y los ves ahí, sentados en el cuarto de rayos x. Intentamos sacar las espadas, pero a veces sacarlas es más peligroso que dejarlas adentro.

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Los cirujanos no los operan hasta que la espada haya perforado una parte de sus órganos digestivos. Hay veces que no quieren operarlos porque saldrán y lo harán de nuevo. Así que sólo tratamos sus síntomas. Es muy loco porque se tragan siete u ocho espadas. Hasta en internet ya se puede aprender cómo hacer eso. Me han dicho que las congelan y luego se las tragan. Es un ejemplo de los problemas de salud mental que tienen. Este tipo de comportamiento ha sido analizado. Es muy deprimente tener que lidiar con esta gente, porque eventualmente tragaran algo que seguramente los matará y nadie estará ahí para ayudarles. Veo este tipo de situaciones, siempre.

El más allá

Un día en el trabajo me tocó atender a una paciente mayor de edad que sufría de problemas respiratorios. Al entrar al cuarto, la paciente me vio y tenía una expresión en su cara muy extraña. Ella me dijo que mi madre y mi abuela estaban paradas detrás de mí. Pensé que estaba confundida ya que ambas —mi madre y abuela— estaban muertas. Luego explicó que ella era una médium y que a veces podía ver a gente muerta.

Me dijo que mi madre le estaba diciendo que me amaba y que siempre estaría a mi lado, que no me preocupara y que cualquier problema que estuviera enfrentando tendría solución. Agregó que ya no sentía problemas al respirar y que eso era algo que le ocurría muy seguido; llega a un hospital con una enfermedad pero sólo es para poder acercarse a la persona que necesita ayuda. Una vez que lo hace, los síntomas desaparecen. Después de eso sentí la presencia de mi madre y me entró un sentimiento de paz.

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Nunca olvidaré esta experiencia.

De pesca

Un grupo de chicos de veintitantos decidieron irse a pescar en un bote; primero manejaron y cruzaron la frontera de Canadá para llegar a Nueva York.

Casi todos los doctores han visto anzuelos encajados en varias partes del cuerpo, casi siempre sucede en los dedos, aunque en otras partes también. Y la gente tiene sus propias mañas para sacarlos.

En fin, uno de estos chicos estaba lanzando su caña de pescar y el anzuelo se quedó atrapado en el ojo del otro. No sólo el párpado, sino el ojo. Todos en el bote pensaron que su viaje sería de entrada y salida por eso nunca se molestaron en comprar un seguro médico. Así que en vez de pedir ayuda médica en un hospital de Estados Unidos —que hubiera costado demasiado dinero— condujeron la camioneta de regreso a casa. Este chico estaba recostado en el cajón de la camioneta por ocho horas, hasta llegar a Canadá.

Cuando llegaron a la sala de urgencias, los doctores del departamento de oftalmología lo metieron al quirófano y no pudieron retirarle el gancho. Los chicos decidieron que ya había pasado demasiado tiempo y decidieron irse y regresar con su amigo al siguiente día. Como suele suceder en los casos de emergencia, no sé que pasó con ese chico. Sé que estaban muy preocupados de que perdiera el ojo, pero no sé si él estaba tan preocupado como ellos.

La teibolera

La policía encontró a un chico y lo trajo al hospital, él estaba en un puente a punto de suicidarse. Estaba muy deprimido. Nos dijo que le habían dado una herencia de pocos miles de dólares, y decidió salir a celebrar.

Fue a un table dance y mientras estuvo ahí, una de las strippers lo drogó y le robó todo su dinero. Él estaba muy triste y cuando llegó al hospital nos contó: “No vale la pena vivir, unas strippers me quitaron todo mi dinero, no es justo”, pero obviamente la policía no iba hacer nada al respecto, realmente lo que él necesitaba era bajarle de huevos con pensamientos suicidas, así que lo mandamos al piso de psiquiatría.

Siempre hay policías en la sala de urgencias, así que el siguiente día él se acercó a un oficial y por alguna razón pensó que este oficial en particular le iba ayudar a conseguir su dinero de esas strippers. Al siguiente día, después de querer matarse, el chico ya estaba feliz y regresó al mundo como si nada hubiera pasado. Fue un breve momento de furia, esos de “Ya no quiero vivir”.