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El número del enorme hongo que nos rodea

Albania sigue en el feudalismo

La vida de muchas familias es destruida por la venganza.

Gjon Mhilli no sale de su casa por miedo a ser asesinado. Fotografía por el autor.

Gjon Mhilli miró por la ventana de su casa en la campiña cercana a Shkoder, en el noreste de Albania. Fuera estaba soleado, hacía calor, era incluso bucólico. Las nubes bajaron de las montañas y se posaron sobre granjas dispersas en las verdes colinas. El clima era igual que el del primer día que intentaron asesinarlo, me dijo, rascándose su pelo engominado.

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Mhilli lo llama el Sábado Negro. Hace 22 años, este albanés, que entonces tenía 16 años, trabajaba en un campo de trigo de su familia cuando un padre y cuatro hijos de una granja vecina se acercaron, gritando y maldiciendo. Querían la tierra de la familia de Mhilli para ellos y estaban dispuestos a usar la fuerza. Golpearon, patearon y luego apuñalaron al adolescente. Mhilli estaba seguro de que iba a morir, entonces su hermano llegó con un azadón y golpeó con él hasta la muerte a uno de los hijos de los vecinos.

El hermano de Mhilli fue condenado por asesinato, pero el padre del muerto quería otro tipo de justicia: anunció públicamente que la familia de Mhilli debía pagar con sangre.

Desde entonces, según Mhilli, ha habido innumerables atentados contra su vida. En 2003 le quemaron. En 2006 dos hombres lo siguieron a su casa y lo golpearon con una pistola hasta dejarlo en coma, y cuando Mhilli volvió en sí, la policía le ordenó perdonar a sus agresores. Está convencido de que un día van a tener éxito.

Estos días Mhilli no sale de su pequeña casa alquilada de bloques de cemento. Tampoco su esposa, Valentina, ni sus tres hijos. Al lado se encuentra una mezquita otomana donde los ancianos se sientan fuera y toman té bajo el sol. Mhilli no se atreve a unirse a ellos; de salir, ya estaría muerto. Simplemente se queda en el interior, viendo la televisión, tomando café y fumando cigarrillos del tamaño de puros liados a mano. Los niños a veces se quedan con un tío; vivir con papá es demasiado peligroso.

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Gjakmarrja, la tradición de venganzas sangrientas, ha sido parte de la cultura de Albania desde el siglo XV, cuando un conjunto de leyes llamadas Kanun de Lekë Dukagjini estipuló que la familia de una víctima de asesinato podría vengar su muerte asesinando a un miembro masculino de la familia del asesino.

El Partido del Trabajo del líder comunista, Enver Hoxha, tomó el control de Albania en 1944. En las siguientes décadas se prohibió la religión, llevar barba y muchos aspectos de la vida tradicional, incluyendo el Gjakmarrja, mientras transformó al país balcánico en una de las más pobres y aisladas naciones de Europa. Cuando se echó oficialmente a los comunistas del poder en 1992, Albania se había convertido en país aislado y en quiebra. En 1997, varios de los puntales de su economía se derrumbaron a la vez, destruyendo casi completamente la economía nacional, y en el caos que siguió a esto, la población robó cantidades masivas de armamento pesado del gobierno, del cual casi nada fue recuperado por las autoridades. A la luz de esta historia, no es sorprendente que el sistema de justicia penal de Albania sea muy inseguro y en muchos lugares el Kanun y las venganzas familiares que trae consigo han vuelto a ser una forma normal de solucionar disputas.

En 2012, alrededor de 1.600 familias fueron afectadas por venganzas familiares, se calcula que desde el fin del comunismo se han perdido más de 10.000 vidas, según el Comité de Reconciliación Nacional de Albania (CNR, por sus siglas en inglés), una asociación no gubernamental antiviolencia.

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La intención de detener esta ola de sangre es liderada por asociaciones civiles y grupos particulares. El presidente del CNR, Gjin Marku, me dijo que esto se debe a que el gobierno ofrece muy poca ayuda. Mhilli puede dar fe de esto. Durante mi visita sacó un montón de cartas que ha escrito en los últimos años a varios funcionarios. Los pocos que han contestado no han sido muy comprensivos y algunos incluso le dijeron que no avergonzara a su nación con mala publicidad que podría hacer fracasar su intento de ingresar en la Unión Europea.

De hecho, al preguntarle al primer ministro albanés, Edi Rama, sobre estas disputas, dijo que la tradición violenta de Albania podría mitigarse por cosas como la mejora de los servicios sociales, pero también por pertenecer a la UE. "Esto es algo que solo puede ser resuelto a través de la integración, la europeización", me dijo.

Mientras tanto, Marku viaja por el país en un esfuerzo por resolver las venganzas familiares a través de la mediación y el diálogo. "Tengo confianza en Edi Rama", dijo Marku. "Si el jefe de gobierno presta atención a la estrategia del CNR, así como a la cultura de la reconciliación, entonces todo irá bien. Pero, por desgracia ni [los políticos locales], ni los medios de comunicación están interesados ​​en eso".

Le pregunté a Marku si tenía algún consejo para Mhilli y dijo que la única opción de Mhilli era escapar: "Él no debe permanecer en Albania ni un minuto más".

Mhilli de hecho huyo del país a Suecia hace dos años con su familia, pero fueron deportados tras pasar un año y medio en un suburbio de Estocolmo. Ahora Mhilli se siente atrapado en una ciudad y en un país donde no hay nada bueno para su familia.

"Es una situación catastrófica", dijo. "[Los niños] nunca han ido a la escuela. Yo no les enseño. El niño mayor sabe escribir, pero el menor no. No tengo esperanzas para su futuro. Me siento muy mal por eso, porque ya estoy muy cansado, y cuando los veo, me quedo devastado".