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Cómo ha llegado Grecia a este punto

El país ya entró en quiebra incluso antes de ser un estado soberano.
Ilustraciones: Ria Petridou

Grecia: el país que vio nacer el teatro, la filosofía, la democracia y el primer Gobierno de izquierda radical de Europa. Nada en su larga historia puede eclipsar las bizarras tradiciones económicas que la pequeña nación de los Balcanes ha perpetuado desde sus comienzos; tradiciones que la han llevado a pedir prestadas enormes cantidades de dinero con tipos de interés demenciales solo para gastarlo inmediatamente en la compra de diferentes bienes de Occidente —vale, principalmente armas.

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La continuación de esta tradición es más bien una obsesión con piel de cordero. No se puede justificar de otra manera el gasto de semejante cantidad de dinero por una nación cuyas fronteras no han sido invadidas desde 1992 y que no ha sufrido un solo ataque en su territorio desde 1944.

La fecha exacta de creación del Estado griego es confusa. Los griegos dirán que fundaron el Estado el 1 de mayo de 1827, durante la Cuarta Asamblea Nacional celebrada en Troezen. Las principales potencias de Europa no reconocieron a Grecia como estado soberano hasta el 3 de febrero de 1830. Otros aún afirman que el nacimiento, o al menos la concepción, del Estado griego fue el día 30 de noviembre de 1823. En ese momento fue cuando, sin ser todavía estado soberano, el país contrajo su primer gran préstamo.

El grupo de banqueros británicos le concedió un crédito de 800.000 libras a la directiva de la revolución griega. La mayor parte se invirtió en la compra de munición y el resto se gastó en cubrir las necesidades básicas de las regiones rebeldes.

Las primeras bancarrotas

No hicieron falta más que apenas cuatro días para que el aún inexistente Estado griego se declarara por primera vez en bancarrota.

El primer ministro de la nación, Ioannis Kapodistrias, pediría un segundo préstamo para pagar los intereses del anterior (estableciendo una nueva rutina), pero esta vez los banqueros británicos rechazaron la solicitud. Así que declararon su primera bancarrota suscribiendo un préstamo interno. Tres grandes préstamos y una bancarrota en 1827 debe ser un record mundial para ser un estado que aún no ha sido establecido oficialmente.

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El mandato de Kapodistrias acabó bruscamente con su asesinato. 66 años después, Charilaos Trikoupis anunciaría solemnemente la segunda bancarrota de Grecia con una frase que pasó a la historia: "por desgracia, hemos quebrado".

"La bancarrota del Gobierno de Trikoupis es diferente", dice Thanos Veremis, profesor de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad de Atenas especializado en Historia Política de la Grecia Moderna.

"Los primeros prestamos británicos se emplearon en los conflictos civiles que siguieron a la revolución de 1821. En esencia, el Estado griego aún no existía. El incumplimiento del pago de Charilaos Trikoupi tenía características diferentes porque, aunque el sobrendeudamiento ya existía también entonces, estos créditos resultaron en proyectos de infraestructura que beneficiaron al pueblo griego —por ejemplo, entonces fue cuando se construyó la red ferroviaria que sigue activa actualmente. Fue una bancarrota que aportó algo".

La verdad es que, para bien o para mal, las bancarrotas de la historia de Grecia parecen ser prerrogativas de la modernización de la política de la nación.

Esto suele venir de la mano de grandes contratos con entidades bancarias internacionales para subvencionar el devorado capital de Grecia, que encima parece alérgico a los impuestos.

"No creo que hubiera ni que haya una gran tradición de endeudamiento imprudente en Grecia", dice en cambio Yiannis Milos, profesor de Economía Política de la Universidad de Atenas, Director de la revista Theseis, miembro del Comité Central de SYRIZA y, desde hace mucho tiempo, jefe del equipo económico.

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"El préstamo es el motor que mueve el capitalismo, y esto no se aplica solo al sector público. El sector privado asegura el futuro pagando hoy con ingresos futuros, lo que activará la actividad empresarial". Luego continua: "El tango tiene que bailarse entre dos: el capitalista que pone el dinero, el prestamista, ya sea un banco y otros, y el que recibe el préstamo. Un préstamo solo es arriesgado cuando las cosas van mal. La responsabilidad debería ser el primer ejemplo que se considere compartir y no exclusivamente para el que quiera recibir el dinero sino también por quien lo da. Si rascamos en la superficie, veremos que casi todos los países que incurrieron en incumplimientos de deudas en tiempos de paz lo hicieron también durante la crisis económico-financiera; el error de acreedores y prestatarios es que durante los buenos tiempos, solo esperan que las cosas mejoren.

Moras en los países de Europa desde el siglo XIX hasta la II Guerra Mundial
Alemania (Prusia) 1807, 1813, 1932 y 1939.
España 1809, 1820, 1831, 1834, 1851, 1867, 1872, 1882, 1936, 1937, 1938 y 1939.
Austria 1868, 1914 y 1932.
Portugal 1828, 1837, 1841, 1845, 1952 y 1890.
Francia: 1701, 1715, 1770, 1788 y 1812

Grecia no es una excepción y, en 1932, se declaró de nuevo en bancarrota debido a la incapacidad de otro de los grandes pilares de la política griega, Eleftherios Venizelos, de entender las consecuencias del crac económico de 1929 y siguió arrastrando la dracma hasta afectar al oro y la divisa británica.

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El historiador Thanos Veremis apunta: "la bancarrota de Eleftherios Venizelos y Panagis Tsaldari obligó a Grecia a recurrir al mercado internacional, lo que llevó al desarrollo de la economía rural.

"El hombre del campo no sufrió los efectos de la crisis porque era autosuficiente.

"Los problemas los afrontaban sobre todo aquellos que operaban con bonos griegos y la clase urbana, que no eran tantos como son hoy.

"En ese momento, Grecia era una economía vulnerable con una producción muy escasa y una industria no muy potente, pocas exportaciones y sin turismo, que luego se desarrolló y llenó los huecos del presupuesto.

"Trató de sobrevivir con ayuda de lo poco que tenía más las ayudas de algunos griegos que habían hecho fortuna en el extranjero, como Syggros y demás.

"Hoy en día, debido a la ausencia de benefactores nacionales y a la explosión de la población urbana mientras la campiña griega disminuye dramáticamente, la sociedad experimenta una crisis económica mucho más devastadora".

Grecia tras la Gran Guerra

Británicos y estadounidenses han probado, cada uno en su turno, una cucharada de la medicina económica griega durante los años 40, cuando financiaron la guerra civil contra los comunistas.

Winston Churchill se rindió, derrotado en sus esfuerzos con los griegos, y Estados Unidos tomó el relevo, implementando el famoso "Plan Marshall".

Alto cargos estadounidenses observaron durante varios meses cómo se gastaban sus recursos financieros en fiestas y bodas de la alta sociedad, mientras que los comunistas se fortalecían, hasta que instauraron una administración estrictamente controlada.

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La derrota de los comunistas no contribuyó a cambiar los hábitos de la burguesía griega.

Durante los años 50, los corresponsales estadounidenses en Atenas hablaban de un clan de élite de en torno a 5.000 personas que desviaban los fondos internacionales de financiación de Grecia, incluso utilizando para sus coches la gasolina que se enviaba para la maquinaria agricultora.

El corresponsal enviado en Atenas en aquel momento por el periódico "Monitor de la Ciencia Cristiana", Joseph Harrison, habla de una banda que "llora todo el día a la patria y la salvación pero no se digna a pagar impuestos y atesora la totalidad de sus depósitos en Nueva York, Suiza y Egipto", frase que podía haberse escrito en 2015 si el sistema bancario egipcio no se hubiera colapsado después.

Durante los ocho años de gobierno de Konstantinos Karamanlis en Grecia (1955-1963), la situación no hizo más que empeorar.

El sistema crediticio comienza a prestar dinero, principalmente a contratistas de la construcción, que se enriquecen inmediatamente al no llegar a la terminación de los proyectos. Los resultados de su trabajo aún pueden verse: toneladas de cemento inútil en Atenas y una red de carreteras de escasísima calidad y aún menor lógica.

Durante el golpe militar (1967-1974), la Junta continuó con su costumbre de pedir dinero prestado a intereses elevadísimos y distribuirlo entre la casta político-económica y la maquinaria militar.

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En julio de 1974, Grecia por fin puede utilizar todas aquellas armas, aunque será derrotada de nuevo por el ejército turco y tendrá que pedir más préstamos y más armas para recuperarse.

Andreas Papandreou se precipita

La entrada de Grecia en la Comunidad Económica Europea en 1981 es un momento clave. Paradójicamente, esto tuvo lugar a la vez que tomaba el Gobierno el Partido Socialista que, una vez en el poder, cambió su discurso anti-CEE.

Ahora su prioridad era exigir financiación para la economía griega a través de los recién establecidos "programas mediterráneos". Estos eran planes implementados estratégicamente para mejorar las estructuras socio-económicas en regiones menos desarrolladas de la Comunidad, y provocaron peleas tremendas entre el primer ministro griego, Andreas Papandreou, y Margaret Thatcher.

El programa de nacionalización, que también estaba en vigor, corrió la misma suerte que otros programas similares de otros gobiernos socialistas: en 1985, Andreas Papandreou abandona su estrategia, dejando por el camino importantes agujeros en el presupuesto.

Grecia instaurará ahora un programa de austeridad del que no volverá a emerger salvo para sumergirse en otro peor o tirar el dinero en las partes más improductivas del sistema.

La gran idea de Simitis

Durante los años siguientes, la vida pasa entre programas de austeridad fiscal que destruyen la producción de la nación y numerosas exenciones de impuestos para las empresas.

Luego llegó 1966 y dos cambios a peor: la apuesta olímpica y la gran visión de la entrada de Grecia en la zona euro.

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El ministro de deportes del país, George Lianis, presentaría —con su propia aprobación aprovechándose de la inestabilidad política del momento— la apuesta de Atenas para organizar los Juegos Olímpicos de 2004. La victoria de Grecia provoca un tsunami de entusiasmo nacional.

Antes de la victoria, la estabilidad política se había visto calmada tras el nombramiento de Kostas Simitis como primer ministro. Simitis establecería un gran objetivo para Grecia y su entrada en la nueva divisa.

Su programa de modernización para asegurar el buen estado de la economía griega y su estrada en el euro tuvo indiscutibles resultados espectaculares pero en realidad era una clase magistral de falseamiento de datos financieros.

Aún hoy, varios líderes europeos echan en cara a Grecia esta artimaña. Sin embargo, en su momento, cualquier crítica al criterio de la Unión Europea o la manipulación de su Gobierno era recibida con indiferencia: Europa tuvo que desplegar economías saludables en sus fronteras.

El milagro de la bolsa de valores y la nueva divisa

Hasta 2004, gran parte de la sociedad griega flotaba en una nube de euforia artificial. Elegantes jeeps se alineaban a la entrada de las cafeterías en las provincias griegas y los puros Habanos eran un tema habitual de conversación en la Grecia moderna, con sus 10 tarjetas de crédito y acceso fácil a préstamos sin límites.

El sueño de la gran aventura empresarial que generaba bolsas y bolsas de efectivo inunda la imaginación. Los préstamos se obtienen sin ningún esfuerzo, incluso para ir de vacaciones.

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De esta manera, el sistema bancario de Grecia infló metódicamente su propia burbuja, que en consecuencia llevó a otras burbujas en la construcción, los medios, la industria del turismo y otros sectores.

El sueño venía acompañado de una frenética participación el mercado de valores de Grecia, lo que condujo a un incremento explosivo y después a una quiebra aún más explosiva. Su valor aumentó de 1.200 a 1.600 puntos para luego desplomarse hasta 666 en un solo año.

Satán parece haberse colado hasta el fondo en el casino de la economía griega a pesar de que el entonces ministro de economía del Gobierno de Simitis, Yiannos Papantoniou, asomara su radiante sonrisa en todos los debates asegurando que "el mercado de valores griego ha sacado la artillería pesada. Este verano, la bolsa de Grecia es la envidia de muchos otras bolsas por todo el mundo".

Solo unos años después, habían desaparecido 136.000 millones de euros y los operadores de guante blanco del mercado de valores lucían ahora una sonrisa más radiante que la del ministro de economía griego.

El 1 de enero de 2003, la fecha de circulación del euro, el primer ministro Costas Simitis fue fotografiado sosteniendo el primer billete de euro en sus manos y su alegría solo era comparable con la de los latinoamericanos junto a los médicos sosteniendo los espejos y abalorios que les ofrecieron los primeros conquistadores.

En el verano de 2004, ya con algunas señales de advertencia, Grecia vivía el embriagador triunfo de la Eurocopa y su nombramiento como sede olímpica.

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Pero después de la juerga viene la resaca. La deuda privada de los griegos era ya insostenible, los bancos exigían la devolución de su dinero, muchos habían perdido una fortuna en el mercado de valores y las finanzas públicas iban de mal en peor, pues una economía que había luchado por preservar la dracma se veía atrapada en una rígida divisa.

Los partidos políticos de la oposición comenzaron a repartir culpas ya que el desempleo empezaba a aumentar. Y la crisis de los bancos estadounidenses aún no había estallado.

¿Entonces el milagro económico de Grecia fue falso? "¿Hay algún milagro económico del capitalismo que no lo sea? Lo dudo", dice Yiannis Milios.

"Marx escribe en El Capital: "El trabajador existe para ser explotado en pos del beneficio material, en vez de existir el beneficio material para cubrir las necesidades del trabajador".

"Esta naturaleza interior del modo de producción capitalista siempre crea una imagen de falso desarrollo para los trabajadores y fracciones de las clases medias. Sin embargo, el enriquecimiento de los ricachones, los magnates del dinero, es absolutamente real".

La era de la crisis

Ya sea real o falso, las consecuencias no han sido solo financieras.

La demanda de más seguridad no fue más lejos que la marginalización del empleo barato de los inmigrantes para financiar el sueño griego.

Rumores sobre aviones que traían trabajadores de Asia y los dejaban en mitad de un solar de construcción del que no podían irse hasta completar los estadios de las Olimpiadas no importaron mucho a la sociedad griega; lo que les interesaba era no ver a los inmigrantes en sus espacios públicos.

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En torno a las primeras elecciones del siglo XXI, comenzaron a aparecer los primeros grupos de extrema derecha. Al mismo tiempo, altos cargos del Gobierno explicaban su postura en cuanto a las escandalosas concesiones de tierra de la iglesia griega como si fuera por obra y gracia de la Virgen María.

Al estallar la crisis bancaria global, Grecia se encontró con que su economía estaba completamente indefensa ante las consecuencias.

El manejo de la situación por su entonces primer ministro electo, George Papandreou, no era exactamente el ideal.

El político, que fue elegido porque prometió continuar el trabajo de su padre, se vio en la tesitura de tener que anunciar en pocas semanas que Grecia se encontraba al albur de la para nada santísima trinidad del FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, allanando el camino para la gran crisis social 70 años después.

Las garantías del primer ministro George Papanderou y su frase memorable de "hay dinero" fueron pronto reemplazadas por la igualmente histórica frase de Theodoros Pangalos: "lo hemos consumido juntos".

Las pensiones y los salarios descendieron dramáticamente, cerraban las empresas, el desempleo se disparó a niveles excepcionales y los servicios sociales se vieron muy reducidos.

Mientras, la deuda pública seguía creciendo como resultado del colapso de los fondos públicos provocado por las ingeniosas políticas de la Troika.

Cuando Papandreou intentó inexplicablemente convocar un referéndum sobre si continuar con estas medidas ante las grandes protestas y choques contra la austeridad, se pidió su dimisión.

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En su lugar, al frente de un Gobierno que empezó siendo socialista y acabó en la extrema derecha, se colocó a un banquero. Y no cualquier banquero, sino el ex Presidente del banco central.

Más específicamente, el hombre que sonreía en las fotos junto al primer ministro Kostas Simitis mientras este sostenía el primer billete de euro del banco, el hombre responsable del cuestionable modo en que Grecia entró en la zona euro tomó posesión con el aplauso de los líderes europeos que al mismo tiempo criticaban la contabilidad creativa de Grecia.

En las siguientes elecciones de 2012, el cuasi neonazi partido Golden Dawn catapultó sus votos de unos pocos cientos al 7%, helando la sangre a los pensadores de mayor sentido común de Grecia.

El viejo sistema político, destruido. El partido socialista PASOK se desplomó del 43% al 12% y SYRIZA cuadruplicó su fuerza. El líder del partido conservador tomó ventaja ante esta votación dividida y fue nombrado primer ministro, aunque por un porcentaje muy bajo.

Primero Samaras, luego la izquierda

Antonis Samaras había hecho carrera en los 90 como líder de un partido neo nacionalista fallido que rascó un 2% en las elecciones.

Como primer ministro, intentó gobernar creando una hegemonía neoconservadora basada en la represión, el racismo y una virulenta postura anti-izquierdas.

Nunca sabremos qué podría haber hecho en otras circunstancias pero, con el desempleo cerca del 30% y los ingresos reducidos a la mitad, sus justificaciones sonaban, cuando menos, inquietantes.

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La victoria de SYRIZA en las elecciones de este pasado mes de enero (las cuartas elecciones en cinco años) fue tranquilizadora.

Las expectativas de la sociedad acerca del nuevo Gobierno eran todo y nada a la vez. Estaban desesperados porque la situación volviera a niveles tolerables.

Sin embargo, cada pequeña mejora es acogida con un alivio desproporcionado.

La imagen del nuevo ministro de economía, Yanis Varoufakis, desacrecitando públicamente en televisión a los acreedores de la nación y charlando en inglés fluido con los periodistas de la BBC ha creado una tormenta de entusiasmo en la nación.

De pronto, toda la población sentía que un robusto griego estaba vengando en el extranjero a un pueblo entero que había sido insultado y humillado por todos durante cinco años. Pero la ilusión no duró mucho.

El poco meditado farol del ministro asegurando que no quería más financiación, la ausencia de un plan B y las promesas de campaña del nuevo primer ministro Alexis Tsipras sobre que iba a hacer a la canciller alemana Angela Merkel "una oferta que no podrá rechazar" resultó ser aún menos efectiva de su boca que de la de Vito Corleone en "El Padrino".

Un mes después de las elecciones, el Gobierno firmó una ampliación temporal de su programa de ayuda monetaria. Hoy, parece muy cercana la posibilidad de que esta ampliación adquiera un carácter permanente. Para seguir con su tradición, el Gobierno ha hecho nuevos pedidos de equipos militares por si acaso entraran en guerra con Kuwait o las Antillas Holandesas.

"Ya ha quedado claro que ni el Gobierno ni la oposición son pro-rescate o anti-rescate. Tenemos que superar el estatus quo para dejar de vivir en el martirio de Sisyphus", dice Pantelis Economou, viceministro de economía de PASOK.

Agotada, la sociedad griega subestima constantemente la importancia de su lucha y agitación social. Es una sociedad que parece dispuesta a rendirse ante cualquier milagro. El debate sobre si la deuda griega es sostenible también ha empezado a perder fuelle: todo el mundo sabe que la deuda en insostenible, pero nadie quiere admitirlo.

Incluso ahora, muchos parecen estar convencidos de que, al final, algo pasará - que algo va a suceder que impedirá que el país sea expulsado del euro, un escenario que consideran una pesadilla. Incluso ahora, con el país al borde de un desastre nacional y con gente haciendo cola en los cajeros automáticos vacíos debido a los controles de capital impuestos, muchos esperan un milagro para que salve a su país.

Por supuesto, la historia griega muestra que estos milagros no suelen suceder.