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Opinion

A los tres años del suicidio de Sergio Urrego, es hora de hablar de salud mental

OPINIÓN | La comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y trans debería crear grupos de apoyo que le hagan frente no solo al matoneo y la discriminación, sino también a proteger nuestra mente.
Daniel Anzola | Cortesía 

A tres años de la muerte de Sergio Urrego, un estudiante gay que se suicidó después de haber sido víctima de una discriminación recurrente por el simple hecho de su orientación sexual, se lanza en Colombia la campaña #YoTambiénFuiSergio que invita a hacer un video para las redes sociales respondiendo a la pregunta de "¿Qué has aprendido del legado de Sergio Urrego?".

El 17 de mayo de este año, la Gobernación de Cundinamarca, contestando una acción de reparación directa que Alba Reyes interpuso contra la Secretaría de Educación, que "la responsabilidad del bienestar del menor se encontraba en cabeza de sus progenitores". Alba Reyes solo quería una reparación simbólica para prevenir otros casos similares. Ella considera que la Secretaría —una dependencia de dicha Gobernación que emitió la respuesta— no vigiló ni detectó a tiempo que el colegio donde estudió Sergio no contaba con mecanismos preventivos ni de alerta para atender el acoso escolar del que fue víctima su hijo.

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En una entrevista del 1 de agosto con Vicky Dávila en la W Radio, María Ruth Hernández, encargada de la Secretaría de Educación de Cundinamarca y el secretario jurídico de la Gobernación, Germán Gómez, se comprometieron a rectificar lo que se había dicho en ese documento.

Pero igual, yo me pregunto lo siguiente: si las instituciones responsables de activar mecanismos de prevención parecen lavarse las manos ante un caso emblemático, ¿qué otras soluciones podríamos generar en nuestras comunidades para protegernos? ¿Qué otras respuestas preventivas, diferentes a las herramientas legales, podríamos hacer desde nuestras capacidades? Por supuesto que hay que insistir en la lucha por los derechos, pero muchas veces ignoramos que existen otras estrategias útiles para cuidarnos entre nosotros.

En junio, en un foro sobre derechos humanos y discapacidad psicosocial (procesos mentales como depresión, esquizofrenia, bipolaridad y ansiedad) que se llevó a cabo en Galway, Irlanda, conocí a unos activistas con discapacidad que hablaban de formas comunitarias efectivas para responder a necesidades de salud mental.

Me llamaron la atención los grupos de personas con discapacidades psicosociales que formaban grupos de "pares"para compartir experiencias y aprendían cómo identificar cuando iban a tener momentos de crisis, con el fin de tener un plan predeterminado para responder.

Cuestionarnos si nuestras comunidades tienen prejuicios y estereotipos relacionados con los procesos de salud mental, implica pensar en clave de prevención, porque en contextos donde hablar de salud mental aún es un tabú se hace más difícil pedir ayuda.

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Dicho plan también podía ser concertado con personas cercanas o con el mismo grupo. Por ejemplo, si uno sabe que ciertos eventos le alborotan la depresión ("detonantes"), uno cuadra con esas personas para que activen ciertas acciones. Estos mecanismos que se activan desde los grupos pueden ser muy simples y pueden consistir en un simple acompañamiento que evite que la persona esté sola durante los momentos que ha identificado como críticos, como las noches o las mañanas.

¿Es posible pensar en una serie de formas para protegernos que sean similares para personas lesbianas, gays, bisexuales y trans? En Bogotá existen al menos dos grupos de apoyo dirigidos a personas trans. Uno es la Fundación GAAT (Grupo de Acción y Apoyo a personas trans) y otro está organizado por Liberarte, una organización de asesoría psicológica que atiende personas en una práctica privada.

Sin embargo, aún existe mucho estigma en nuestras comunidades y entre nuestros amigos para hablar de salud mental sin sentirnos estigmatizados. Es frecuente escuchar a activistas del movimiento LGBT utilizar la palabra "loco" de forma despectiva o a manera de descalificación. "Loco" ha sido históricamente utilizado para estigmatizar a las personas con discapacidad psicosocial, lo cual, por un lado, jerarquiza en un status superior a las personas que no tienen procesos de salud mental, y, por otro, genera culpa y vergüenza en las personas que sí viven con estos procesos.

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Lo grave es que las formas en las que pensamos la salud mental afectan las conversaciones sobre las personas que se suicidan por haber sido discriminadas. El matoneo nos va matando poco a poco por dentro: nos genera dolores y traumas. Hace que vivamos en el mundo con miedo y con menos amor hacia nosotros mismos. Si a esos sentimientos les agregamos que nuestros entornos muchas veces no son espacios seguros para hablar de nuestra salud mental, tenemos como resultado procesos que se llevan en silencio y que agravan y legitiman la violencia.


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La conmemoración de la muerte de Sergio es una oportunidad para reflexionar no únicamente acerca de la relación entre la discriminación y el suicidio, sino también para hablar sobre el "capacitismo" (discriminación contra la población con discapacidad). Alba Reyes recalca la importancia de tener formas preventivas efectivas para evitar otros casos como el de su hijo.

Cuestionarnos si nuestras comunidades tienen prejuicios y estereotipos relacionados con los procesos de salud mental, implica pensar en clave de prevención, porque en contextos donde hablar de salud mental aún es un tabú se hace más difícil pedir ayuda. No hablar del tema por miedo a ser señalado también es un obstáculo para prevenir suicidios.

Incluir el lente del capacitismo dentro de las conversaciones de discriminación y suicidio de las personas lesbianas, gay, bisexuales y trans podría darnos ideas para prevenir y responder a las necesidades de nuestros amigos de forma más efectiva y apropiada, porque el movimiento de personas con discapacidad ya lleva más adelantada esta discusión.

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Podemos, entonces, aprender de ellos y hacer algunos ejercicios simples: decirles a nuestros amigos que los queremos vivos porque sus vidas importan; proponerles sistemas de apoyo para cuando nos sintamos tristes (ir a cine); pensar en señales para cuando necesitamos ayuda y nos dé pena solicitarla, como el envío de un emoticón específico por el chat de whatsapp o Facebook. No hay manuales perfectos, pero podemos acudir siempre a la creatividad.

El mundo jamás producirá otro Sergio Urrego. Ese tiene que ser un punto de partida para entender la urgencia de hablar de salud mental

Por otra parte, la pregunta sobre el legado de Sergio o la idea de que Sergio no murió del todo sino que nos dejó algo inmaterial me recuerda la expresión "la vida es física" del libro Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonett:

"«La vida es física.» Siempre me gustó ese verso de Watanabe. Y también este de Blanca Varela: «[…] es la gana del alma/ que es el cuerpo». A pocas horas de su muerte lo que me empieza a hacer falta hasta la desesperación son las manos de Daniel, las mejillas por las que pasaba el dorso de mi mano cuando lo veía triste, la frente que besé tantas veces cuando era niño, la espalda morena de tanto sol. Su singularidad. Su modo de reír, de caminar, de vestirse. Su olor. Una idea absurda me persigue: jamás el universo producirá otro Daniel. Siempre vendrá quien me diga que nos queda la memoria, que nuestro hijo vive de una manera distinta dentro de nosotros, que nos consolemos con los recuerdos felices, que dejó una obra… Pero la verdadera vida es física, y lo que la muerte se lleva es un cuerpo y un rostro irrepetibles: el alma que es el cuerpo".

El mundo jamás producirá otro Sergio Urrego. Ese tiene que ser un punto de partida para entender la urgencia de hablar de salud mental y de la necesidad de entender de la mejor forma posible los suicidios de los niños y jóvenes lesbianas, gay, bisexuales y trans. Es hora de hablar de nuestros procesos mentales con menos vergüenza y de hacer un esfuerzo para cambiar las condiciones que no permiten que se hable de salud mental con libertad. Para que no se repitan los casos como los de Sergio Urrego se requiere hablar de homofobia y transfobia, pero también de los prejuicios y los estereotipos que estigmatizan a las personas que tienen procesos de salud mental.