Sébastien Tellier

FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Sébastien Tellier

Lo suyo lo suyo, es pasarla bien, a costa de cualquier formalidad o compromiso.

Seductor. Francés. Músico. Si eso no le basta para tener sobresaturada su agenda sexual, entonces el resto de los mortales estamos condenados a morir de inanición erótica. Sin embargo, todo parece indicar que a Sébastien Tellier no podría importarle menos. Lo suyo lo suyo, es pasarla bien, a costa de cualquier formalidad o compromiso.

Fue en el Polyforum, envueltos en la obra de Siqueiros y su pieza La Marcha de la Humanidad (el mural más grande del mundo) que las generosas manos creadas por el muralista entregaron al escenario a los músicos. Una especie de parto bizarro del cual emanaba el melodioso paria, feliz de tocar por tercera vez en México.

Publicidad

Triunfal como Napoleón, descarado como Zappa. Tellier combina el encanto profético con el poder carnal como pocos lo han logrado desde que Cristo enamoró a María Magdalena.

Entre canción y canción, probó sus innatos dotes de teporocho. Llegó a improvisar una oda a la cerveza mexicana e incluso cantó un b-side de la Cucaracha. El rebote del sonido no ayudaba a entenderle; afortunadamente Tellier es fluido no nada más en francés y en inglés, sino en el idioma de los rockstars (ése que uno habla y las groupies gritan).

Cochon Ville fue la primera en poner a bailar a puestos, borrachos y curiosos. El francés se enfocó en su último álbum My God is Blue, del cual sale éste libidinoso sencillo. Como títere borracho, dejaba sus manos flotando libremente sobre las notas.

Combinó sus éxitos más bailables como Divine o Russian Attractions (ése del video de coreografías acuáticas hecho en colaboración con Noisey) con trances clavados de beat sideral pachecoide, durante los cuales el genial juego de luces se convirtió en su mejor aliado.

Tellier no niega la nostalgia, pero tampoco se deja intimidar por ella. Se ríe del pasado con luces futuristas y letras amorosas. Es así que el gigoló ha logrado encamar a un sinnúmero de celebridades y almas mortales. Su música es rica y deleitosa: la banda sonora ideal para un yate cargado de bellezas en bikini.

Lo sabe.

Se sabe.

Se las sabe. Cada que suelta la guitarra ocupa sus manos en cervezas y cigarros. Su onda mesiánica hipnotiza; como quien ha descendido del edén electrónico para redimir el mal gusto y sustituir obleas por exquisitos estupefacientes.

Publicidad

Justo antes de arrancarse en el teclado con L'Amour Et La Violence, confesó estar operando en ácido. Algunos lo vieron como un stunt más de su parte. Da igual. Tellier necesita LSD tanto como cualquiera requiere una cereza para coronar su postre. Lo que sea de cada quien, no escatimó a la hora de debrayar entre y durante sus canciones. Los vicios pasan factura, por suerte Tellier tiene un gran contador escondido en su entourage.

De sus regalos más aplaudidos fue Roche. Las que quedaban por excitarse para aquel momento, sucumbieron felices ante la rola. La frescura que se fundía desde las bocinas sabía como un primer trago de chela helada frente al mar.

Fueron tres años para que esa desfachatez que invita al cachondeo de forma directa y contundente volviera al país. Acompañado de dos virtuosos músicos, el clan se desliza desde el lo-fi hasta lo cabaretesco siempre haciendo guiños anárquicos a lo eclesiástico.

La Ritournelle, esa que lo convirtió en el Gainsbourg Posmoderno de erección eterna, llegó apostando por una recta final emotiva del concierto. Pero una vez más, poco le importó lo logrado y solito se interrumpió hacia su siguiente alegato de ebrio.

Por hora y media el franchute derrochó elegancia sobre el micrófono y cuando ásperamente dio el cierre a la noche, la lluvia de aplausos se dejó caer sobre los tres caballeros de indudable pasado ravero.

En el espacio que Siqueiros inventó para explicar el origen de la raza cósmica, anoche llegó Tellier con su música intergaláctica a recordarnos que aún seguimos en un cachondo caldo de cultivo.

Publicidad

@Bonito_Palabro

@fcogomezdiaz

Anteriormente:

Raymondstock

Lee más en nuestra columna Así estuvo.