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Mónica Nepote: El proyecto E-literatura, escrito así con toda y obvia intención, alude a una de las muchas nomenclaturas que tiene la literatura electrónica. Más que usar el término editorial, para un proyecto que lo es pero que está enfocado hacia lo digital, E-literatura está pensado en tres líneas de trabajo; por un lado propone una revista con contenidos que asocien la tecnología y los usos de la misma a prácticas culturales: arte digital, cine expandido, videojuegos y narrativa o piezas de literatura digital por mencionar algunas. Quiere ser un espacio en el que los textos reflexionen, indaguen, "alfabeticen" o contextualicen qué es todo esto en nuestro momento presente donde vivimos una mutación, o no, de nuestras prácticas lectoras. La idea es construir un acervo o una publicación que documente qué es esto y aquello, qué es creative commons, qué relación existe entre videojuego y asuntos de género, qué es escritura digital, cómo leer un poema digital o simplemente qué pensar de él; o qué significa ser usuario de internet a partir del año 2013, cuando perdimos la inocencia y descubrimos que este medio de medios es también un espacio de vigilancia. Reflexionar, documentar son nuestra labor principal en este espacio.
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Siempre han existido diversos tipos de lectores, pero en estos días —y desde hace más de una década— hay otras prácticas de lectura. Se habla mucho la brecha digital, de los nativos digitales e incluso los teóricos hablan ya de una era post-internet. Lo común en todo es la velocidad de los cambios, la inestabilidad del terreno y eso llevado a otros campos: lo social y lo político. La lectura como hecho cultural, el lector como personaje de la cultura y el libro como objeto cultural están también tocados por esta vorágine. Vivimos rodeados de máquinas, no podemos negarlo y, así que lo siguiente es: tomemos las máquinas.
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En su libro Prehistoric digital poetry. An archeology of forms 1959-1995 Chris Funkhouser dice algo como "el asunto al definir la poesía digital nos regresa a la pregunta de la poesía misma, entre el distinguir qué hace a un poema un poema y no otra cosa", podríamos ampliarlo y extenderlo, de e-poetry a e-literatura y podríamos también ahondar en ciertas cosas. Por definición básica la poesía digital implica dos lenguajes: el natural, referente al que hablamos y escribimos, y el lenguaje de programación y a lo que sucede cuando estas dos escrituras están imbricadas. Hay muchas piezas de e-literatura basadas en literatura tradicional, como la llamas, y hay poesía digital hecha ex profeso por sus autores y desde su principio para la máquina o generada algorítmicamente.La e-literatura se produce para las máquinas, a veces usa textos que estuvieron o han sido contenidos en un libro, y podemos hacer ciertos ejercicios de remediación o traducción. Por ejemplo, la pieza titulada "Umbrales" la trabajamos paralelamente en digital y en libro impreso, y fue bien interesante la manera en que partimos de los mismos contenidos: textos escritos por personas internas en un hospital psiquiátrico dispuestos en ambos formatos. No es que fue primero el libro y luego la pieza, ni siquiera los textos fueron pensados para ser contenidos en algún formato específico sino que son el resultado de un taller que Yolanda de la Torre impartía en el psiquiátrico.
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Hasta hace un año y cacho mi experiencia editorial estaba limitada a libros en papel. Mi curiosidad por indagar en el universo digital se me despertó cuando escuché a un editor decir, muy asustado, que en el universo digital el editor era algo más parecido a un curador que a un editor, en el sentido tradicional, y a mí eso me pareció un buen punto como desafío, para no quedarme en una zona de confort y para acercarme a un mundo que me interesa.
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Buen punto, salvo Eugenio Tisselli, Benjamín Moreno, Jorge Harmodio, no hay mucho más, o lo desconozco. Tal vez este proyecto ayude a descubrir más cosas.Aunque hay que hablar de lo que hacia 2002 hicieron en Tijuana Javier Guerra y Roberto Partida, con el proyecto llamado Pressless: empezó como una revista en cd y después hicieron piezas de e-Literatura, en la frontera estaban estos vatos haciendo cosas; también Tijuana Rafa Saavedra y Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal exploraban ese mundo, y Fran Ilich por su lado, estaba en la tecnoguerrilla.Rodolfo Mata ha trabajado también algo con su doble oficio: literatura-ingeniería… y más recientemente Karen Villeda.A mí me gusta el trabajo de Laura Balboa, que si nos ponemos muy moñudas, entra más en arte digital pero su materia de trabajo es el lenguaje, los lenguajes y es alguien quien ha indagado en cosas bien interesantes.¿Qué funciones desempeña la e-literatura en un país con el contexto de violencia, desigualdad e injusticia como en el que vivimos?
Esa pregunta surgió con el proyecto mismo y está en el editorial que escribí para la revista 404. Lo veo de esta forma: El proyecto E-Literatura del CCD no sólo plantea hacer piezas que, como toda la literatura electrónica, problematizan el tema de la lectura, la secuencialidad, la autoría y demás. Desde la plataforma en sí estamos proponiendo crear un referente de textos que hablen e indaguen sobre el papel que juega la tecnología y como ésta juega con nuestras vidas, esto implica reflexionar. Queremos abordar temas cruciales el lugar de las redes, las sociedades nodales, interconectadas y desde luego, el tema de la vigilancia o los derechos humanos en el contexto digital, es decir abordar la tecnopolítica. Lo importante es combatir la tecnofobia sin caer en la tecnofilia sino hacer tecnocrítica, que bastante falta hace. Plantear que l tecnología está para ser apropiada por nosotros y crear no sólo literatura que se sale de la vorágine demencial del mercado y las trasnacionales que producen libros como mercancía, sino otras posibilidades, y darle la vuelta al panóptico, si es que esto es físicamente y políticamente posible.
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Sin duda, la primera es entender que uno trabaja en coautoría, en que el texto puede ser que se destruya, en el que no será completado quizá, en el que en algún momento puede resultar ilegible. Pero eso tampoco es nuevo. En su prólogo a Tristano —una novela creada en los sesenta por Nanni Balestrinni con el uso de una IBM y que gracias a las herramientas tecnológicas actuales, se pudo editar tal como había sido pensada, el quid del libro es que cada ejemplar tiene texto distinto, porque lo escribe la máquina mediante un algoritmo y la finalidad es imprimir miles de ejemplares únicos— Umberto Eco hace un repaso de los afanes combinatorios en la historia de la humanidad, desde la Cábala a las máquinas ideadas por Ramón Lull; hay que pensar en los juegos de las corrientes vanguardistas, en las máquinas poéticas de Oulipo, en los planteamientos de los situacionistas. En fin, hay que pensar en el hommo ludens, en lo que dice uno de los teóricos de los nuevos medios (no me gusta mucho esta versión pero es como se suele traducir Media Theory), Espen J. Arset, "a diferencia del lector de literatura en papel, que es un espectador, un voyeur, el lector de cibertextos es un jugador, un apostador, que puede explorar, perderse o descubrir sendas secretas".¿Podrías mencionar algunas piezas o artistas en este rubro cuyo trabajo te guste mucho?
Uf, trataré de hacerlo ordenadamente. Me encantan los trabajos de Belén Gache, de María Mencía, un maestrazo es Jim Andrews no sólo por sus piezas sino por el rescate y difusión de los pioneros de la literatura digital. Es fundamental hablar de la gran labor que hace la Electronic Literature Organization en sus dos colecciones, a botepronto de ahí pienso en la pieza Cruising de Ingrid Ankerson y Megan Sapnar… Me gusta mucho lo que hace Jhavé, un chavo canadiense cuyo trabajo está bien interesante. Me gusta Brian Stefens, a él lo conocí gracias a Román Luján, a quien le estaré eternamente agradecida porque un día subió como #bibliotuit el libro de Chris Funkhouser del que hablé antes.
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