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Por qué tantos tíos de repente se han obsesionado con la escalada

La escalada ha pasado de ser el pasatiempo de un grupo muy específico a convertirse en un hobby cada vez más popular entre los jóvenes millennials.
Phoebe Hurst
London, GB
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Photos courtesy The Climbing Nomads and Daniel McGrath. Background via Wikimedia Commons. Collage by VICE staff.

Todos los sábados a mediodía, James se iba al bar con sus amigos, donde le daban las tres de la madrugada bebiendo una media de diez jarras. Pero ahora no bebe nada desde octubre. Ya casi nunca va al bar y sigue una dieta vegana.

“Ha sido algo drástico”, nos cuenta sobre una faceta de su vida que, según él, “ha cambiado al cien por cien” ¿La razón de ese giro? Hace unos cinco meses, un amigo invitó a James a una sesión de escalada en un rocódromo. Hacía “Dios sabe cuánto tiempo” que no practicaba deporte, pero una vez vio un documental de 2018 titulado Free Solo, en el que el escalador californiano Alex Honnold ascendía una pared vertical de 900 metros sin cuerda en el Parque Nacional de Yosemite, y decidió probar. “Desde entonces, estoy obsesionado con la escalada”, señala.

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Poco después de aquel día de prueba, James empezó a ir al rocódromo unas tres o cuatro veces por semana. “No solo está el aspecto físico, sino también el trabajo mental, puesto que tienes que aprenderte las vías de antemano”, explica. “También es bueno para establecerte metas al competir amistosamente con la gente con la que estás”.

James no es el único con esta recién adquirida obsesión. Durante los últimos dos años, la escalada ha ganado gran popularidad. En 2018, el diario británico The Guardian señalaba que este deporte había dejado de ser una actividad de nicho para convertirse en una “sensación mundial”, y que el número de personas que practican escalada en rocódromos está aumentando un 20 por ciento cada año. Un artículo de 2019 de la revista The Cut arrancaba preguntando por qué de repente todo el mundo practicaba escalada.

“Hace unos años, cuando iba a fiestas en casa de algún amigo, sin darme cuenta empezaba a aburrir al personal con mis historias de escalada”

En el texto se citaba a famosos como Zac Efron o Brie Larson, que habían sucumbido a la moda. El éxito de documentales como Free Solo o The Dawn Wall –en el que el escalador Tommy Caldwell lucha contra unos terroristas secuestradores y pierde un dedo– han contribuido a acercar la escalada a un público más general. Repasemos cómo esta práctica ha pasado de ser la afición de unos cuantos a convertirse en el pasatiempo de moda.

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“Hace unos años, cuando iba a fiestas en casa de algún amigo, sin darme cuenta empezaba a aburrir al personal con mis historias de escalada”, nos cuenta Pez, que vive en Londres y lleva más de ocho años escalando. “Ahora, en cambio, la misma persona que te habría puesto los ojos en blanco de aburrimiento te mira con interés y enseguida menciona el documental The Daw Wall”.

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Brett Ffitch of The Climbing Nomads tackles an outdoor bouldering route. Photo courtesy The Climbing Nomads

Aunque hay representación femenina en la escalada profesional (la campeona del mundo Shauna Coxsey competirá en la selección británica en las Olimpiadas de Tokio este verano), como hobby parece atraer más a un público compuesto por hombres jóvenes. Probablemente conozcas al menos a un chico de veintilargos o treinta y pocos que no deja de hablar de la pared que subió el fin de semana pasado. El mismo que se presenta en el bar con una chaqueta Petzl, sigue a una cuidada selección de escaladores en Instagram y se sabe casi de memoria todos los ascensos de Montserrat o Rodellar. El que se acaba de dejar 100 euros en un par de pies de gato La Sportiva. Ah, y ahora le han crecido los bíceps.

Brett Ffitch y Sophie Cheng son dos instructores de montañismo que dan clases en Reino Unido y Europa y llevan el canal de YouTube Climbing Nomads. Aseguran que en los últimos años han percibido un aumento de suscripciones a sus clases.

“Yo me imaginaba a un montón de tíos raros en un espacio cerrado avanzando despacito agarrados a esos trozos de plástico pegados a la pared”

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“A muchos de los cursos que hacemos viene gente que ha aprendido escalada en rocódromo y quiere poner en práctica sus conocimientos”, nos cuenta Ffitch. “Está de moda, sin duda. Aprendes lo básico en un rocódromo y luego quieres probarlo fuera”.

La escalada en rocódromo es la que más practican los aficionados que viven en la ciudad. A diferencia de la modalidad top-rope o la escalada con primero, no requiere el uso de cuerdas ni arneses, por lo que es más fácil practicarla. Basta con que te presentes en un rocódromo cercano, alquiles unos pies de gato y te lances a hacer un bloque (el nombre que reciben las distintas rutas) para principiantes. En España hay gran variedad de rocódromos. En Barcelona destacan La Foixarda y Sharma Climbing, fundado por Chris Sharma, uno de los escaladores más influyentes del panorama, quien en marzo de 2020 también abrirá un centro en Madrid, el mayor de España.

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James at Climb Valley indoor bouldering wall in Newcastle. Photo courtesy Daniel McGrath.

Adam, un joven londinense, empezó a practicar en un rocódromo hace seis meses, tras una ruptura. “Yo me imaginaba a un montón de tíos raros en un espacio cerrado avanzando despacito agarrados a esos trozos de plástico pegados a la pared”, dice. “Pensé que sería facilísimo, pero resultó ser todo un reto, tanto físico como mental”.

No tardó en engancharse al deporte y ahora escala en rocódromos de todo Londres.

Robin, también de Londres, empezó en la escalada por unos amigos y pronto se aficionó. “Al cabo de entre tres y seis meses, me compré los pies de gato”, nos cuenta. “Empecé a ir con más frecuencia, vi que me gustaba y ahora me levanto a las 5:45 de la mañana para escalar un rato dos o tres veces por semana.

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"Es una faceta muy friki de mi vida, en estos momentos"

Al igual que ocurre con otras aficiones como el ciclismo, la escalada da a los hombres una oportunidad para hablar sobre equipamientos y técnicas. Para Robin, es como “hacer un puzle interactivo en 3D con tu cuerpo”. Abundan los subreddits de escalada en los que se puede encontrar todo tipo de consejos para evitar lesionarse el codo y fotos de escaladores orgullosos tras haber completado una vía. Muchos escaladores de renombre, como el noruego Magnus Midtbø, exprofesional de la escalada, publican vídeos con consejos para sus cientos de miles de suscriptores.

“Al final te acabas obsesionando con todo lo que tenga que ver con la escalada”, explica James, que mira vídeos de escalada cuando no está entrenando en el rocódromo. “Es raro. Es una faceta muy friki de mi vida, en estos momentos. Estoy constantemente dando la murga a mis familiares y amigos con el tema”.

Otro de los beneficios de la escalada es que haces deporte un poco sin enterarte. “Es interesante observar los distintos tipos de escaladores”, nos cuenta Pez. “Uno podría pensar que un tío con antebrazos musculosos será el mejor escalador, cuando realmente no siempre es así. Si tienes que pasar un desplome (una sección de roca con una inclinación más que vertical) tienes que tener una buena musculatura en la espalda y el pecho, y también has de ser muy preciso con los pies. Digamos que los tópicos sobre lo que es un “hombre poderoso” se desmontan con la escalada.

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Para los jóvenes que practican la escalada, la cosa va más allá del ejercicio físico y mental. A diferencia de un gimnasio normal o de los deportes en equipo, la escalada tiene un componente social muy importante. Durante los descansos, hay muchas oportunidades para charlar con los demás en el crashpad. “La escalada es un deporte que se presta mucho a la conversación”, afirma Pez. “Hay muchos ratos en los que te sientas a pensar en lo que has hecho. Si hay otra persona que está intentando hacer el mismo bloque que tú y los dos cometéis los mismos errores, ya tienes un motivo para empezar a hablar con esa persona”.

Robin coincide con él: “Antes iba mucho al gimnasio, pero ya lo he dejado. Me di cuenta de que iba, levantaba pesas un rato y no hablaba con nadie. Con la escalada, en cambio, conoces a un montón de gente que te anima”.

Ya se ha hablado mucho de las dificultades que tienen los hombres para mantener las amistades a los veintitantos, ya sea por problemas de horario laboral o desconocimiento de sus propias necesidades emocionales. Un estudio de 2015 llevado a cabo en Reino Unido reveló que el 12 por ciento de los hombres mayores de 18 años no tenían un amigo íntimo al que contarle sus problemas serios. La escalada brinda oportunidades para reunirse con un grupo de personas semanalmente y constituye un buen antídoto contra esa carencia.

“Durante gran parte de mis veinte años, viví con seis de mis mejores amigos y ahora que casi todos rondamos los 30, casi no nos vemos. Es muy complicado quedar con un grupo de amigos tres veces a la semana. Pero con la escalada tienes una excusa para ver a gente. Además, haces ejercicio y te lo pasas bien”, nos cuenta Robin.

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“Para mí”, dice Adam, “lo mejor fue encontrar una actividad social que no implique emborracharse”.

Todos los escaladores con los que hablé son conscientes del estereotipo que existe del “escalador” (“Alguien que se quita la camiseta sin motivo en el rocódromo”, lo define Pez; Robin apunta que muchos trabajan en el sector tecnológico: “Son tipos que te puedes encontrar perfectamente con una camiseta de Dropbox”), pero no les preocupa demasiado. Ellos no escalan para emular las proezas de los grandes como Alex Honnold, sino por el aspecto social.

“A mí la escalada me ha cambiado completamente la vida”, señala James. “Sin duda se lo recomendaría a cualquiera. Al menos que lo probara, porque para algunos puede suponer una gran diferencia”. James lo tiene claro, y ha cambiado toda la cerveza del bar por el agua de la fuente del rocódromo.

@phoebejanehurst

This article originally appeared on VICE UK.