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El ruido inútil

¿De qué sirve argumentar y articular una opinión o escribir una columna si al final ustedes van y votan por Óscar Iván Zuluaga para presidente?

Una vez más, en cámara lenta esta vez, esta campaña presidencial, con su primera vuelta, nos ha servido para evidenciar el enorme abismo que nos separa a los que tenemos medios por los cuales opinar, de aquellos que van a votar. El triunfo de Oscar Iván Zuluaga es la prueba viva de hasta qué punto es fútil este ejercicio que me encuentro realizando, de tratar de comunicarme con el resto de la gente, argumentar y articular una opinión.

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No lo digo necesariamente por mí, yo estoy contento con la retroalimentación que recibo y seguramente lo están todos los columnistas del mundo, porque un solo lector ya vale la pena. Pero los resultados son nimios a corto plazo y poco a poco se convierte este ciclo en un patrón maligno, para todos nosotros.

¿Por qué hago una columna sobre los columnistas y los medios, cuando se debería hacer una columna sobre política, estrictamente? Pues porque todo lo que pasa en este país (y en todos los países del mundo menos Corea del Norte, asumo), viene mediado por el ruido incesante de los miles de opinadores, entrevistadores, analistas y expertos.

No hay sorpresas, nada salió muy distinto a lo que las encuestas dicen. A veces pareciera que las encuestadoras son como esas casas de apuestas que arreglan los partidos de fútbol para favorecerse ellas, o al menos eso quisiera uno, cuando se encuentra con que Óscar Iván Zuluaga es el ganador de la primera vuelta.

Digo esto de las encuestadoras y las casas de apuestas, porque después del “tropezón” que sufrieron cuando, luego de haber dado como gran ganador de las presidenciales 2010 a Mockus, vieron subir a Santos como presidente, decidieron crear dos o tres embelecos complicadísimos para no perder credibilidad. Se inventaron el “elector más probable” y la “polimétrica”, hasta donde me acuerdo. Ridiculeces que permiten que los periodistas sigan generando ruido, porque ese es el trabajo, o eso parece: espetar los mismos argumentos y los mismos calificativos, con la misma indignación, alternando este ejercicio con las mismas entrevistas zalameras y las mismas licencias del ego, porque mucha gente cree todavía que el periodismo es una profesión respetable, mientras que muchos periodistas creen que lo importante de la profesión es conocer gente “importante” o “famosa”.

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Entonces ya empezó la ronda de artículos y especiales con los analistas que explican por qué eso que dijeron en un comienzo no fue así, cómo cambian las encuestas y la percepción de la gente, todo ello explicado con gráficos y cifras, porque nos encantan las cifras. Parecen serias siempre, son la parte del ruido que nos hace creer que no se trata de ruido.

Nada de esto va a lograr que gane el candidato que nos gusta, o en este caso que sepamos librarnos de Uribe. Pueden ser muchas las razones, empezando porque una cosa es uno ser columnista de cualquier medio, con una credibilidad moderada o alta incluso, que ser uno “un berraco”, como la gente considera al expresidente, que a final de cuentas es quien gana, poniendo a dos personas desprovistas de todo carisma (y muy probablemente de ideas) a gobernar por él (en caso de que, para variar, no sirva el tsunami de columnas y artículos en su contra que podamos escribir en estos días).

No estoy profetizando que vaya a ganar Uribe, porque todavía queda una ronda. Lo que digo es que el pajazo mental que implica creer en nuestro ejercicio como máquinas de opinar, expertos y analistas o simplemente como periodistas más o menos conocidos, termina por hacerle más daño que bien a nuestra forma de entender la política.

Nada resulta de las diez mil columnas (esta incluida) que se escriban con furia encendida y despecho, por cuenta del triunfo de los uribistas. Solamente podemos hacer pataleta, mientras empiezan a pesar las otras variables: el negocio millonario de la guerra, la presión de los jefes en las empresas, de los gerentes y los burócratas, la negociación de los puestos y las maquinarias, la compra de votos o el encañonamiento de los mismos, por cuenta de los mismos paramilitares que Uribe no quiso acabar bien acabados y que ahora, seguramente, organizan todas las herramientas de su avanzada polimétrica. Ese es el elector más probable