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VICE Sports

Los ídolos del barrio

Tepito siempre se ha considerado la cuna del boxeo de la Ciudad de México y el box persiste como afán de progreso.
Foto por Andrés Vargas.

Bien lo dijo don Roger, mi abuelo, en una de sus borracheras: "los ídolos se hacen en el barrio". De pequeño, en los 90, me soltó esa frase. Lo cotidiano era la combinación de golpes que me enseñaba. Sólo en una ocasión utilicé el uno-dos-tres. Primero un jab de derecha (soy zurdo), seguido de un gancho de izquierda en la boca del estómago, y por último (cuando el contrincante se agacha por dolor y falta de aire) un upper con la misma mano directo a la quijada. Funcionó. En otra ocasión, confiado por mi primera victoria, me cité en el kiosco ubicado a la vuelta de mi primaria con Julio, el clásico niño del salón que reprobó, cuyo pantalón roto y sucio era sinónimo de descuido y por supuesto se encargaba de molestar a todos. Julio realizó primero la combinación. Fui humillado. Desde entonces jamás he vuelto a usar los puños de esa forma.

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Calles y avenidas más adelante del hogar de don Roger, al nororiente de la Ciudad de México, está la afamada colonia Bondojito, donde creció el orgullo de ahí: Rubén "El Púas" Olivares, campeón mundial, miembro oficial del Salón Internacional de la Fama del Boxeo y rey absoluto de la parranda en cabarets y cantinas. Algunas veces he llegado a pasar por su hogar, en donde improvisó un gimnasio para entrenar box a los pequeños de la zona, transmitiéndoles el gusto por el deporte, esa manera avasallante de intentar ganarse la vida en el futuro. Y hacia el otro lado, rumbo a la zona centro, se localiza la colonia Morelos, que está pegada a Tepito, donde viven verdaderos ídolos del barrio.

Foto por Andrés Vargas.

Tepito siempre se ha considerado la cuna del boxeo de la Ciudad de México, aunque gimnasios como la Gloria, ubicado en el Fraccionamiento de Cintura 125, en la colonia Morelos, considerado como el hogar de los más grandes, cerró sus puertas el año pasado. Hoy en día la Morelos muestra un alto índice de problemas con el llamado narcomenudeo, ya que hay un chingo de billete, una buena distracción y el futuro soñado que se sentía al ponerse unos guantes de box parece reflejarse más fácil y rápido en grapas de coca y conectes con los viciosos. El Gloria fue el semillero de aquellos que gustaban jugar al frontón en Las Águilas, caerle al gym, e intercambiarse de golpes con los mejores para algún día comenzar a ganar billetes y dejar el regateo, la fayuca y el desmadre en las pulquerías de la zona. Sin embargo, el mercado negro y sus ganancias han sustituido en gran medida al box y otros deportes. Ahora es menor el rango de juventud que se le antoja dedicarse a algo limpio. El chiste es subsistir. Es triste, pero las modas cambian.

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Del barrio bravo son leyendas como Luis Villanueva Páramo Kid Azteca (1913–2002), primer ídolo que tenía un paralizador gancho al hígado. Raúl Valdés, quien sigue en el barrio; por las mañanas en su negocio de zapatos en el Mercado de Granaditas y por las tardes entrenando a chavitos y grandes en el gimnasio del Deportivo Tepito. El Cañas Carlos Zarate, que definitivamente su mejor pelea fue vencer a las drogas y el alcohol, también es miembro del Salón Internacional de la Fama del Boxeo. José Huitlacoche Medel (1938–2001), que llegó a ser ídolo hasta en el país del sol naciente y el gimnasio de box del Deportivo Tepito lleva su nombre. Y por supuesto, considerado como el más grande, popular, el más querido de Tepito, quien alguna vez fue campeón mundial de peso gallo, Raúl Ratón Macías (1934–2009), que como único vicio y parte esencial de su entrenamiento, solía caerle a bailar al Salón los Angeles de la colonia Guerrero.

El Ratón cuenta con tan sólo 40 peleas profesionales, una participación en los centroamericanos de 1950 en Guatemala, otra en los panamericanos de Argentina (donde ganó el bronce) y el recuerdo de las olimpiadas de Helsinki 1952, que aunque perdió, terminó ganándose al país entero. A los 24 años, en 1959, se retiró en la Arena México después de vencer a su contrincante, Ernesto Parra. Se retiró para cumplirle la promesa a su jefecita, para que ya estuviera tranquila, no obstante, una semana después falleció la doña. Incursionó en la política, que no fue una etiqueta que lo hiciera "hacer cosas buenas" por el barrio: eso lo realizó siempre. Todos lo recuerdan como el claro ejemplo de lo que en verdad es Tepito: cultura popular, unión, sabrosura, trabajo, mucha chinga y superación. En ese tiempo al barrio lo pintaban como si fuera el infierno, porque dicen, apenas estaba entrando el negocio de la droga. Pero salió el Ratón y mantuvo la esencia de su hábitat, tratando de llevar el buen ejemplo a todos lados y a los más chavos para que le quisieran seguir entrando al box. También protagonizó seis películas. El Ratón (1957) fue la más célebre de todas.

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Foto por el autor.

Así es como una obra conmemorativa hecha al tamaño real del campeón que consta de cuatro distintas capaz de acero lo hacen ver tridimensional en cualquier ángulo donde uno se pare, moviéndose como en el ring. Se mantiene pegándole duro a una pera de tablero, entre la calle de Peralvillo y Matamoros, en su barrio, en un camellón que persiste ahí. El Ratón, ya no de carne y hueso, es una creación de Óscar de la Brena, un aficionado al box que en el pasado formó parte del jurado en las peleas profesionales de la ciudad, encargándose de llevar el conteo de los golpes.

Óscar de la Brena, de 56 años, es arquitecto y aviador de profesión, pero su amor por las artes plásticas le nace del corazón. Y por supuesto, admira al Ratón. Está orgulloso de inmortalizar a uno de los tantos ídolos del barrio que se recuerdan con devoción por sus grandes peleas, sencillez, entrega y todo lo que aportó a los tepiteños y la nación. Su interés por el arte comenzó a partir de los ocho años, en la primaria, entre las peleas que su madre sintonizaba del Mantequilla Nápoles o Vicente Saldívar, por mencionar algunos. Del salón de clases se robaba los gises, y con la ayuda de una llave raspaba el yeso, dejando volar la imaginación.

Desde pequeño estuvo siempre muy cerca del escultor autodidacta, Augusto Escobedo (1914–1995), quien fue amigo de la infancia de su padre allá por los rumbos del Cerro del Tepeyac. Los fines de semana, Augusto Escobedo lo recibía en su estudio ubicado en el Callejón de las Flores 6, en Coyoacán. Nunca le dio clases ni técnicas, únicamente un espacio, el material, la segueta que sustituyó por su llave y esa recomendación que dejó pasar: "métete a La Esmeralda". Pero eso no le negaría cumplir sus sueños. En el 2010, por parte de Manuel Delgado Álvarez, íntimo amigo del Ratón y patrocinador de tal reconocimiento, Óscar de la Brena recibió la invitación debido a su afiliación en la Fraternidad Mutualista de Ex Boxeadores Profesionales. De esa forma, y sin cobrar ningún sólo peso, nada más solicitando el material necesario y que lo dejaran hacer lo que él quisiera, se volvió el creador que los aficionados, contemplando al hijo consentido de Tepito, recordaran los años dorados del pugilismo, cuando las abuelitas prendían veladoras en nombre de la Virgen de Guadalupe.

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Foto por Andrés Vargas.

La primera idea era que el Ratón se mantuviera sobre alguna parte de la Avenida del Trabajo, lo que es el Eje 1 Oriente, sólo que al gobierno y algunos vecinos no les pareció. El despliegue incesante de fayuca, droga y delincuencia no dejaría que todos aquellos que no pertenecen al barrio y le sacan a entrar a cualquier hora, pudieran contemplar al campeón. Desgraciadamente el amarillismo espanta y las nuevas modas, como dárselas de capo por saberse los éxitos del Komander o el Cártel de Santa, parece ser la lanza al pecho que se clava cada vez más en las nuevas generaciones. Lo otro fue la evolución del barrio, darse cuenta que de la piratería se puede vivir a gusto.

Al box ya no son tantos los que recurren a manera de superación, resistencia y deseo para comprarle una casota a papá y mamá. Aun así, el entrenamiento en el gimnasio José Huitlacoche Medel, un lugar del barrio que aún brinda esa manera de desahogo, aunque son pocos, es arduo. Entre aficionados, los que entraran por primera vez a los Guantes de Oro y algunos profesionales, esquivan golpes ante los ojos de los campeones tepiteños que perecen en las alturas, en unos cuadros que reflejan la historia del barrio. Aun así, la inmortalidad de acero que ahora es el Ratón, desde el 2011 también le pertenece a la Jardín Balbuena, al oriente de la ciudad, a donde tiempo después de sus hazañas se mudó el campeón. Ahí, exactamente entre los retornos 3 y 5 de la calle Cecilio Robledo, en una plaza cívica que incluso lleva su nombre, como la silueta en ese camellón cercano al hogar que lo hizo ser quien fue, Raúl Macías se mantiene alegrando a chicos y grandes, irradiando esperanza y consagración.

El legado y la idea que representan las esculturas, placas y esos reconocimientos que muchas veces quedan en el olvido o le pertenecen a los grandes delincuentes, de alguna manera hacen que, personas como Óscar de la Brena, aporten una noble enseñanza a nuestra sociedad. Y como buen aficionado e igual de autodidacta que su ejemplo a seguir, Augusto Escobedo, goce de mezclar a dos barrios y decir: "Tepito no es esa supuesta maldad que resuena en nuestros días, el box persiste como un afán de progreso. Y la Jardín Balbuena no sólo fue esa colonia donde vivió sus últimos años nuestro máximo ídolo en el boxeo, ahí también lo respetan. Pura buena vibra El Ratón. Siempre te lo encontrabas de guayabera leyendo el periódico en el Vips de Fray Servando, enfrente de la delegación Venustiano Carranza, saludando a todos bien amable".

Foto por Andrés Vargas.

Raúl Ratón Macías seguirá presente entre nosotros, idéntico a esa combinación de golpes que desde pequeños nos fomentan tal vez para saberle meter las manos a la vida. Hay que hacer memoria y reconocer el gran ejemplo que se forja en la populacha, de ahí brota la neta, la chula admiración, el "yo quiero ser así como…". Y no únicamente en el box, sino en muchos otros ámbitos, siempre y cuando sean cosas apropiadas. Así parece ser buena la idea de que ellos son quienes en realidad merecen ese tipo de reconocimientos, de verdaderos ídolos. Ojalá muy pronto nos encontremos con más personas como Óscar de la Brena, gustosos de hacer a los ídolos del barrio de algún material. Para que cuando uno voltee a verlos, se vea más allá de lo que un barrio marginado aparentemente lo hace ser a uno, sin el privilegio de soñar, cumplir y verse más acá, chingón, saliendo al ring de nuestras vidas escuchando la canción favorita para romperse la madre con cualquiera, a la hora que sea.