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Música

Que viva la polvadera: En toda la chapa

Catsup, de Quiero Club, nos habla de la triste historia de El Palomo y El Gorrión.

Aquí en Vice somos "un libro abierto", como dice la canción. Así que cada quince días le pedimos a uno de nuestros escritores, músicos o artistas favoritos del Norte que escojan una canción norteña y escriban un texto a partir de ella.

Cuando en los noventa, en Monterrey estábamos haciendo tributos a Puddle of Mudd, Gustavo Mauricio Hernández tocaba en Zurdok Movimiento, una de las mejores bandas regias.

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Después, con sus amigos de Niña y Plastilina Mosh, fundó la disquera independiente Happy Fi, y la banda Quiero Club, que comenzó en la capital de Nuevo León y eventualmente emigró a la Ciudad de México.

Gustavo hoy hace de todo en su banda. Lo he visto tocar la guitarra, el saxofón, los teclados y también canta, compone y produce. Supongo que en una banda de amigos, que viven juntos en una especie de comuna y hacen legendarias carnes asadas los domingos, todos hacen de todo, y lo hacen bien. Este verano lanzan su tercer disco.

Acordándose de su casa por la calle Alfonso Reyes (cuando todavía eran terrenos baldíos y no HEBs y Walmarts), y nostálgico nos comparte esta pieza de El Palomo y El Gorrión, grabada en 1957. Entonces los dos integrantes del grupo, todavía pubertos, ya estaban rompiendo corazones y deprimiendo borrachos.

En toda la chapa

Por Gustavo Mauricio Hernández

Recientemente me mudé de Monterrey al DF, y veo cómo artistas se inclinan con renovado aprecio a la música norteña. El Pepillo de Yo! Linares, el Conrado y el Masivo tienen un grupo de canto cardenche, y he oído cantar a un vato: "Grabé en la cinta de un casete tu nombre", en la Roma.

Siendo uno del Norte, uno tiene que tener buenas historias. De bien morro, yo vivía en un fraccionamiento de esos nuevos rodeados por mucho monte. Rosy era la muchacha que le ayudaba a mi madre en la casa, y vivía ahí con nosotros. Una noche un borracho se saltó la barda y, con machete en mano, empezó a balbucear intensamente, exigiéndole a Rosy cariño en cama. Rosy gritó. A los pocos minutos, otro hombre se saltó la barda y con su pequeña veintidós empezó a lanzar tiros al aire, sometiendo al borracho y rescatando a Rosy. Mi primo Marcelo y yo presenciamos toda la acción. El hombre era Lupe, velador de las construcciones de por ahí. Desde ese día pasamos muchas tardes con Don Lupe acompañándolo a velar junto a su comal improvisado de tapa de tambo de basura (los mejores tacos de mi vida). Allá por el ‘82, cuando la cumbia aún no reinaba en el aire de Monterrey, escuché en su radio por primera ves a El Palomo y El Gorrión, ídolos de Don Lupe. Don Lupe agarro de costumbre llamarnos de cariño a mi y a mi primo El Palomo y El Gorrión.

El Palomo y El Gorrión son Cirilo y Miguel, acordeón y bajo sexto, hermanos oriundos de un ejido conocido como El Sauz, cerca de la Ascensión (mejor conocida como "La Chona") en el municipio de Aramberri, del estado de Nuevo León. Apreciados desde que andaban de mocosos, a veces a pie y a veces en burro, tocando en cantinas, pidiendo galletas o un veinte. Cirilo y Miguel eran hijos de un hombre conocido en La Chona como El Chorris. Al Chorris lo abandonó su mujer, y él solo tuvo que criar a los chamacos, pasando por hambre y frío. Se dice que "En toda la chapa" (de las primeras canciones que cantaban lo hermanos, allá por 1957) está inspirada en la historia de sus padres.