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Este tío ofrecía 50 euros por asistir a una manifestación en contra del gobierno de Guinea Ecuatorial

Y 200 personas le hicieron caso.

“Ofresco 50 euros a cada una de las personas que quieran hacer bulto en el mítin que tendré en Torrejón de Ardóz”. La promesa irrumpió en la localidad madrileña a principios de mayo, encerrada en flyers colocados en parabrisas y, rápidamente, convertida en un eco que circulaba de boca en boca. Alrededor de 200 personas acudieron el día 15 al reparto de los 50 euros prometidos por Mariano José Nsué Obama, de 49 años, que firmaba el papel autoproclamándose “próximo presidente de la República de Guinea Ecuatorial”. Su padre, Rafael Nsué Nchama, antiguo Ministro de Agricultura del país, fue asesinado durante el alzamiento de Teodoro Obiang, que gobierna caprichosamente el país desde 1979, tras alcanzar el poder con un golpe de Estado.

Grupos de españoles jubilados, parados, jóvenes, corrillos de facciones latinas, malienses y senegaleses que charlaban en francés… Todos se refugiaban de la lluvia en unos soportales del lugar acordado para la entrega del dinero. Muchos con el flyer en la mano. “A los menores no se les va a dar nada”, decía un hombre a un grupo de chicas adolescentes con mochila que había hecho campana y que abandonaban el lugar tras la advertencia. “Creo que sólo se lo va a pagar a los 100 primeros”, advertía una joven colombiana. “¿Pero dónde están repartiendo los números?”, preguntaba nervioso un hombre que acababa de llegar. Aún faltaban 30 minutos para la hora señalada y unas 100 personas intentaban dar con algún ecuatoguineano que siguiera alimentando la esperanza, más tarde frustrada, de conseguir el anaranjado billete. Sólo había dos paisanos del convocante. Uno era un joven de 19 años con cresta y calzado en chanclas en mitad de la lluvia. “A mí me da igual el dinero. Si promete sacar a Obiang de mi país, me interesa”, decía. El otro, José María Hoffman, próximo a los cincuenta años, afirmaba conocer a Nsué y aseguraba que acudiría. La gente le marcaba de cerca, procurando no perderlo de vista. “Dame un cigarrillo y ahora te compro un paquete con los 50 euros”, decía uno. “Yo quiero el dinero para dar de comer a mi hija”, comentaba otra chica enfundada en un chándal. “Espero que venga, si no podría estar haciendo un par de chapuzas”, se quejaba un empresario de la construcción parado durante los últimos cinco años. “Quiero que me explique por qué los españoles tenemos que pasar por el mismo contratista de Obiang, Miguel Macarro, para poder hacer negocios en el país”, señalaba. El hombre del dinero se retrasaba, mientras efectivos de la Policía Nacional acudían al lugar ante la concentración de gente no comunicada.

“¡Ahí llega!”, señalaba Hoffman a los reunidos. Nsué Obama salía de la estación de tren con un séquito de unas 30 personas blancas, muchos con el rostro marcado por los estragos del consumo prolongado de drogas. Nsué se plantó frente a la multitud y la gente fue al grano. “¿Nos va a pagar? ¿Dónde está el dinero?”, le inquirían mientras lo rodeaban. “Amigos, me vais a tener que perdonar”. La expresión de todos cambió. “¿Qué son 50 euros cuando vengo a ofreceros un futuro en mi país?”, les preguntaba Nsué. “O sea, que es un mentiroso”, se resignaban, más interesados en su presente. Cortes de manga, insultos y media vuelta a la realidad, donde el dinero no se gana a veces ni sudando. El mosqueo general aumentaba cuando se fijaban en el séquito de Nsué, llegados desde la capital. Dos hermanos con los dientes machacados explicaban por qué se habían unido al ecuatoguineano: “Se nos está llenando España de negros, de chinos y de tó, dentro de poco no vamos a poder ni estar”, señalaban sorprendentemente con un deje racista. “A estos seguro que les ha pagado antes de salir de Madrid”, decía Oswaldo, un africano de la isla de Santo Tomé y Príncipe. “¿Quién se apunta a la manifestación?”, gritaba Nsué. Sólo consiguió arrastrar que le siguieran los policías nacionales.