El cuerpo en las calles: la mecánica de la respuesta ciudadana
Photo by Ernesto Álvarez

FYI.

This story is over 5 years old.

Viajes

El cuerpo en las calles: la mecánica de la respuesta ciudadana

Cuando el lugar guarda silencio, es una visión única de la voluntad que enchina la piel. "¿Hay alguien aquí que me escuche?"

Fueron dos temblores, casi pegados, los que este martes 19 de septiembre —32 años después— volvieron a dejar marcas profundas en la ciudad. Aquellas, las que dejó el terremoto del mismo día en 1985, modificaron la genética colectiva. Hoy, frente al desastre, gente de todas edades pero muchísimos jóvenes, se volcaron a los lugares afectados para brindar sus manos, su aliento y lo que pudiesen para colaborar con las víctimas del desastre. En la Ciudad de México, la delegación Cuauhtémoc fue de las más afectadas. Decenas de viviendas se cayeron en la colonia Roma.

Publicidad

Hombre en la calle de Escocia, en la colonia del Valle, sobre uno de los 41 edificios colapsados en la Ciudad de México por el terremoto de 7.1 grados Richter.

En la calle Escocia, en la Colonia Del Valle, el panorama es desolador. Un edificio colapsó sobre la esquina con Gabriel Mancera y otro más adentro, esquinado con la calle Edimburgo. Una hora después de ocurrido el temblor, un grupo de gente intentaba, a los gritos, que una señora bajara de su edificio, que no quería abandonar a pesar de todo lo que la rodeaba: dos colapsados y un tercero visiblemente afectado. Y el hijo que le gritaba "por favor, mamá, ya baje". Finalmente abrieron la puerta y bajaron a la señora.

En la calle estrecha, hay cuatro carriles de personas que trabajan de manera organizada, pero caótica: todos opinan. Los carriles de las puntas, el primero y el cuarto permanecen fijos, funcionando como bandas de transporte de mano en mano, por los que circula todo lo que se necesita en la zona del derrumbe. Por los dos del medio circula gente que carga escombros más pesados, o grupitos que acarrean entre varios un pedazo de castillo, esa parte que sostiene la estructura del edificio que está hecha de concreto y vigas. Las cubetas entran vacías y salen llenas.

Hombre limpia escombros del edificio derrumbado en la calle Escocia, de la colonia Del Valle en la Ciudad de México, tras el terremoto de 7.1 grados en escala Richter.

El edificio colapsado tiene la forma de una pirámide trunca. En el comienzo, la gente comenzó a trabajar en la cima de la pirámide, en chinga, desarmando desde arriba hacia abajo. Entonces llegó un bombero, un auténtico bombero, quien pidió la atención de la gente y les explicó que parados dónde estaban, aplicaban más presión sobre el edificio. Y que eso, lógicamente, no era bueno. Lo que deben hacer, les pidió, es correrse hacia los lados: hay que empezar a romper esa pirámide por las puntas. Les dice que todos los que quieran hacer algo y trabajar, se vayan a las esquinas y empiecen a desmoronar el muro, a hacerlo piedras que se puedan transportar.

Publicidad

La gente atiende y se reordena: picos, mazos y los benditos obreros de la construcción con su destreza para el cincel y el martillo, que pican rapidito siguiendo las indicaciones del bombero y parten las vetas que caen en cachos enteros, como quiroprácticos del cemento. En las bases de la pirámide que fue un edificio, varias personas llenan las cubetas a pala o a mano: la cuestión es que el material no pare de salir a la calle.

También están los que se meten en los huecos: tres o cuatro personas que se ofrecían a meterse junto a un encargado de Protección Civil. Un vecino se acercó y tomó apunte de cuántas personas bajaban y quienes eran. Desde las entrañas del hueco pidieron luego a gritos un polín, que la cinta transportadora humana hizo llegar en un tiempo razonable. Cuando el trozo de madera era demasiado largo para acomodarse a la altura del hueco, lo cortaban y luego lo encastraban y así aseguraban un túnel que no los atrapara.

Las personas piden silencio con una señal de puños en alto, para que los rescatistas puedan seguir alguna voz dentro de los escombros ocasionados por un terremoto de 7.1 grado escala Richter.

Todo el tiempo hay discusiones entre la gente que trabaja: que bájalo por acá, que no cortes ahí. Todo el mundo dice lo que cree que es mejor hacer. Cuando llega la Marina esto se detiene, porque la gente empieza a reclamarles que sean ellos los que organicen al resto. Los camuflados ponen a la gente a hacer erróneamente lo del comienzo: sacar los escombros del centro de la pirámide. Abajo, las filas que funcionaban ordenadamente, se distorsionaban por la presencia de los uniformes entre ellas.

Publicidad

Entonces vuelve el bombero, el mismo. Y les dice a los militares que no, que eso no, que necesitan que las cosas se hagan de afuera hacia adentro, de abajo hacia arriba, que vayan quitando ese escombro, y quitándose ellos de ahí, porque le agregan peso a la estructura. Los de la Marina obedecen. Gritan a la gente que se detengan y bajen hacia los lados, algo que ya estaban haciendo antes que los uniformados llegaran. Pero al final, como la gente los supera en número y en acción, ellos deben acoplarse en alguna parte del trabajo ya organizado. Se ubican en la línea de transporte que acarrea hacia afuera. Hay tres equipos que repiten las cuatro líneas de transporte y descarga de material hacia alguna de las tres calles a las que Escocia tiene salida.

Tras el terremoto de 7.1 grados Richter, elemento de la Secretaría de Marina desaloja a las personas en un edificio colapsado y con fuga de gas en la calle Ámsterdam, de la colonia Roma en la Ciudad de México.

La señal de silencio también la enseñaron los bomberos, es un puño en alto, cerrado, mudo. Cuando el lugar guarda silencio, es una visión única de la voluntad que enchina la piel. "¿Hay alguien aquí que me escuche?"

Uno de los Topos encontró una persona viva atrapada dentro. Cuando sale, por el otro extremo por dónde había entrado, todos se ponen a gritar y aplaudir. Todos, todos, hasta los que no veían nada. Como si fuera cálido el grito, cambia el ambiente. Moreno, delgado, de barba, todo lleno de tierra iba el sobreviviente en una camilla meciendo las piernas de un lado a otro: como por propia voluntad, probablemente le dolían.

Filas de personas organizadas en las labores de rescate por el terremoto de 7.1 grados Richter que derrumbó la maquiladora de la Calle Bolívar en la colonia Obrera de la Ciudad de México.

En la colonia Obrera, en la esquina de Bolívar y Chimalpopoca, la gente procuraba cómo entrar a colaborar más allá del vallado policial que les armaron para dejarlos fuera de la ayuda. Ya eran cerca de las seis de la tarde. La bienvenida la daban dos chicas con carteles que pedían por favor "no fumar, hay una fuga de gas".

Publicidad

Tres jóvenes salen de ahí cubiertos de polvo. Están aquí "por el corazón, nada más. Soy de Cuajimalpa, pero trabajo aquí. No se ve mucho, sólo pala, pico y botes. Hemos avanzado poco".

Ese "poco" incluye haber rescatado a cuatro personas y una más fallecida, según comentaba la gente en la calle. El edificio que era una maquila de ropa, como atestigua la cantidad de tela que había entre los escombros, está junto a la escuela Simón Bolívar, a la que le invadió el patio con sus escombros al derrumbarse.

Al menos tres pisos tenía esta fábrica textil. Otro vínculo de la historia sísmica: a pocas cuadras de aquí, en la esquina que forman Manuel Othón y la Calzada de Tlalpan, 1600 mujeres costureras murieron trabajando en el de 1985. No se sabe cuánta gente estaba trabajando a la una de la tarde, en la maquila de la Obrera.

La señora Juana, que es vecina, esperaba cerca de la valla policial y como vive a un par de cuadras, llegó cuando comenzó la respuesta de la gente. "La gente viene por solidaridad, en estos momentos lo que una quisiera es sacar fuerza de no sé dónde para mover las piedras", dice.

Sale del vallado del desastre otra mujer joven, Ruth, también vecina, quitándose el cubreboca azul para decir que ella está ahí por la gente que se quedó adentro y necesita ayuda: "no se vale no hacer nada. No me tocó el del 85, pero también hubiera ayudado. Para que no nos olvidemos de lo que pasó ese día".

Publicidad

Doña Juana contesta que ella sí estaba en el del 85, que fue peor que ahorita, dice ahora también, ya sea moviendo ramas o acarreando piedras, la gente corrió a ayudarlos. "Con un montón de botes, y órales".

Personas ayudan con las labores de rescate en la maquiladora de la Calle Bolívar en la colonia Obrera de la Ciudad de México, colapsada tras el terremoto con magnitud de 7.1 grados.

Olinka viene de los otros derrumbes en la Roma, que está muy cerca, con su marido, repartiendo agua y botellas de alcohol, que fue lo único que le vendieron en la farmacia que encontró abierta. Con el temblor, la mayoría de los negocios cerraron y mandaron a los trabajadores a sus casas. Muchos de ellos volvieron a pie, formando mareas que se movían hacia fuera del centro o en dirección al sur de la ciudad, caminando porque los transportes públicos también se detuvieron casi por completo.

Los negocios que no cerraron trabajaron sin luz eléctrica, porque el 40 por ciento de la ciudad, según la cifra que dio Enrique Peña Nieto en el mensaje presidencial de la noche, seguía sin luz. Cuando terminó, tocaron el himno. Peña Nieto agradeció a la gente que señaló las direcciones de lugares dañados mediante las redes sociales, pero no dijo nada a toda la gente que puso el cuerpo en las calles.

"A pesar de la sociedad tan corrompida en la que vivimos, esta respuesta enaltece a México. O tal vez, la respuesta es producto de la corrupción: no te esperas que ellos participen finalmente", dice Olinka, justo cuando su esposo sale del cordón que montó la policía, porque ya repartió los víveres. Como ya no necesitan agua en ese lugar, planean ir a su casa, preparar café y volver por la noche a apoyar a la gente que seguirá levantando los escombros.