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Jacob Holdt No Es Un Hippie

Uno de los fotógrafos más importantes de América, Jacob Holdt, ni siquiera es americano. Su libro American Pictures revolucionó la fotografía documental a la vez que pintó una nueva imagen del país en los años 70, así que hasta cierto punto es justo...

POR HENRIK SALTZSTEIN

RETRATO DE CAMILLA STEPHAN

Uno de los fotógrafos más importantes de América, Jacob Holdt, ni siquiera es americano. Su libro

American Pictures

revolucionó la fotografía documental a la vez que pintó una nueva imagen del país en los años 70, así que hasta cierto punto es justo que los americanos clavaran en él su bandera. Jacob, en realidad, es danés.

Enfrentándose a varias acusaciones criminales por sus nefandas actividades relacionadas con la extrema izquierda, Holdt abandonó Dinamarca con intención de unirse a algún movimiento guerrillero latinoamericano, pero se desvió del camino. En vez de eso recorrió todo Estados Unidos, casi 130.000 kilómetros en autoestop, relacionándose con gángsters, yonquis, prostitutas y miembros del Klan. Los padres, aun manteniendo cierta cautela ante las escandalosas cartas que su hijo les mandaba desde la carretera, le enviaron una cámara Canon Dial de 30 dólares para que lo documentara todo. Cinco años más tarde Holdt era autor de casi quince mil de las más memorables fotografías jamás hechas del país.

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A día de hoy, Holdt sigue viajando por Estados Unidos. Incluso ha llevado con él a su hijo de dos años a través de ghettos urbanos y zonas deprimidas rurales con la intención de asegurarse de que de mayor no se convertirá en un gilipollas racista. No es una actitud que no cupiese esperar de alguien que destinó todos los beneficios generados por su libro al movimiento antiapartheid en África; el mismo tipo que dice que la mejor forma de enfrentarse a una violación gay es abrazar a tu agresor. Además de mantener una instructiva charla con nosotros, Holdt tuvo la amabilidad de compartir unas cuantas fotos nuevas que hizo de un asesino múltiple llamado Dave pasando el rato con su familia.

Vice: ¿Puede hablarnos un poco de estas nuevas imágenes suyas?

Jacob Holdt:

Conocí a Dave en 1996 a través de su hermano, Snoopy, a quien recogí en mi coche allá hacia 1991. Por entonces yo había dejado ya de hacer autoestop. Ya nadie recogía a los autoestopistas. Snoopy llevaba tres días esperando que alguien parara cuando yo llegué. Hablando, me contó que su hermano y él habían matado a tanta gente que habían perdido la cuenta. Naturalmente, yo me mostré escéptico y le dejé allí donde él necesitaba ir.

¿Pero realmente había matado a alguien?

En ese momento yo no lo sabía, pero cinco años más tarde le seguí la pista. Yo y un periodista a quien le había interesado esa historia de asesinatos en serie aleatorios. Snoopy estaba en la cárcel. Parece ser que dos días después de llevarle en mi coche, había irrumpido en una casa e intentado destrozar a la familia que vivía allí. Le cortó el estómago a la mujer. Ella sobrevivió por los pelos. Después de aquello, no había motivo para dudar de que su hermano y él hubieran matado a toda esa gente.

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Y eso le impulsó a seguir la pista de su hermano, Dave.

Me intrigaba de dónde podía venir todo ese odio; qué provoca que una persona actúe con semejante desesperación. Dave y su familia vivían en medio de una tierra pantanosa casi deshabitada. Todo el mundo allí les tenía miedo.

¿Con usted se mostraron amistosos?

Al principio nos recibían apuntándonos con pistolas, pero has de entender que con gente así es, potencialmente, más sencillo trabar amistad debido a su enorme necesidad de amor, de ser aceptados. Evidentemente, el que yo conociera a Snoopy serenó los ánimos. Vi a Dave y a su esposa, Connie, abofetearse entre sí, y a ambos pegar a sus hijos. Entrometerme no habría ayudado en nada. No habría llegado muy lejos si estuviera continuamente criticando a los demás en sus propias casas. Me limito a quedarme por ahí, observando y ayudando en la medida de mis posibilidades. De esta manera consigues que las personas crean en sí mismas. Dave y Snoopy probablemente no mataran a la gente porque les odiaran, sino más bien porque se odiaban a sí mismos.

Volviste a visitarles en mayo de aquel último año.

Sí. Llevé a una amiga conmigo, y cuando le dije que íbamos a ver a un asesino múltiple creyó que le estaba tomando el pelo. Cuando llegamos a la casa, el césped de la parte delantera estaba lleno de sangre. “Oh no, oh no”, pensé. Pero resultó ser la sangre de una vaca.

¿La había matado?

Sí. Me explicó que la noche anterior se había emborrachado y usado la vaca para hacer prácticas de tiro. Cuando el animal intentó escapar cogió su pistola, la persiguió con su camión y la mató.

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¡Prácticamente te estás riendo!

¿Y qué otra cosa se puede hacer? La espiral de violencia, odio y desesperación había calado muy hondo en esa familia. ¿Ves la foto de Mel, la hija de Dave? Está mirando una foto que le hice a su tío Snoopy en 1991. Cuando salió de la cárcel en 2003 la violó. A su propia sobrina. Actualmente ella está en prisión.

Una situación horrible.

Soy dogmático en mis elecciones. De no ser como soy, antepondría siempre la belleza a la fealdad, el placer al dolor. ¿Sabes eso que siempre dicen los hippies, “vamos a pasarlo bien”? Para mí eso es simple egoísmo. Pensar así no me habría conducido a ningún sitio. Nunca habría hecho

American Pictures

sin dejarme utilizar, sin los abusos que tuve que soportar.

El hermano de Dave, Snoopy, tras viajar en el coche de Holdt en 1991.

¿Cómo surgió American Pictures? Después de todo, usted iba a ser un revolucionario, un luchador por la libertad.

En vez de eso me puse a hacer autoestop por Norteamérica para ir a distintas manifestaciones anti-guerra de Vietnam. En Chicago conocí a una chica negra de 18 años que me dejó quedarme con ella y su familia, que vivía en un vecindario en el que todo el mundo era de color. Ver de primera mano lo alienada que se sentía la comunidad negra me dejó alucinado.

Todavía no había empezado a hacer fotos, ¿no?

No, mis padres me enviaron la cámara en 1972. Al principio fue para mí la forma más rápida de llevar un diario. No tenía experiencia en fotografía, y los auténticos fotógrafos negaban con la cabeza cuando les enseñaba mis fotos. Pero también me dieron consejos, como envolver el flash con papel higiénico rosa y ponerlo detrás de una lámpara… Cosas así.

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¿Cuándo se dio cuenta de que estaba metido en un proyecto fotográfico enorme?

En lo único en lo que yo pensaba era en tirar adelante y encontrar sitios en los que poder quedarme algún tiempo, pero en 1973, en Florida, asistí a un pase de diapositivas y se me ocurrió que esa podía ser una forma de presentar mis fotografías y explicar las historias que había tras ellas. Sigo pensando que mis fotos, por sí solas, no tienen cualidades que las hagan perdurables.

Hay gente que sobreestima su propio trabajo. Usted no, aunque a mí me parece que es un fotógrafo muy hábil.

Pero es que yo no soy fotógrafo; no más que cualquier persona que coja una cámara. Tras aparecer

American Pictures

, apenas hice fotos durante doce años. Mi talento era lograr acceso a las casas y las vidas de la gente. Una vez ahí, lo único que tenía que hacer era apuntar con mi cámara y disparar. A veces la gente me envía fotos de personas sin hogar viviendo en la calle, pero francamente, eso me aburre. Cualquiera puede hacer fotos así.

¿Por qué cree que le resultaba tan sencillo lograr ese acceso?

Al principio no lo era. Me pasé dos años siendo asaltado cada vez que intentaba entrar en los barrios negros. Conocí estudiantes negros y eso, gradualmente, cambió mi forma de ser. A través de ellos conocí a sus amigos y parientes y, de vez en cuando, uno de ellos resultaba ser un matón del ghetto.

¿Exactamente de que manera cambió?

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Simple: dejé de ser un racista. Yo antes les tenía miedo, ya que se me había dicho, “No vayas allí” o “Ten cuidado en ese barrio”. Cuando tienes esa clase de miedo, estás perpetuando un prejuicio negativo. Le estás diciendo a los demás que esas personas son malas y que hay razón para temerles. Esa es la psicología del racismo, y eso es lo que trato de desmantelar cuando hoy en día hablo de

American Pictures

.

No puede ser tan sencillo.

No es algo que pase de la noche a la mañana, pero cuando ofreces aceptación, también debes recibirla. Después de esos dos primeros años, no volví a ser asaltado; daba igual dónde me metiera. Pero todavía tienes que probarte a ti mismo. Cada vez que llegaba a una ciudad y ghetto, automáticamente me llamaban “jefe” porque se pensaban que era un policía camuflado de paisano. Entonces todo el mundo llevaba el pelo largo, sobre todo los agentes de la policía secreta. Lo que realmente hizo que se me abrieran las puertas fue trenzarme la barba.

¿Eso fue todo?

También me cerró unas cuantas. Como cuando tenía que renovar mi visado. Siempre lo hacía en México o Canadá, porque allí era gratuito y yo no podía permitirme gastar los diez dólares que costaba en Estados Unidos. El problema era volver a entrar en el país, con pinta de hippie y durante la administración Nixon. Así que tenía que improvisar. En Canadá tenía amigos que me prestaban un Cadillac. Lo llenaba de Biblias y me hacía pasar por vendedor de Biblias ambulante. Para las emergencias tenía una peluca de pelo corto.

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Muy listo. ¿Pero cómo se las apañaba para poder comprar y revelar los carretes?

Donando sangre una vez a la semana. Eso me daba para comprar dos rollos. Una vez fotografiados se los enviaba a una novia mía que vivía en Washington para que me los guardara. Viajaba allí una vez al mes para revelarlos, pero ella no estaba muy satisfecha con nuestro acuerdo. No hacía más que presionarme para que nos casáramos. Llegó un momento en que me aterró la posibilidad de que ella, por despecho, destruyera mis rollos si seguía dándole largas, así que se los llevé todos a un ex novia que vivía en Nueva York y tenía la cabeza un poco más en su sitio.

¿Tuvo usted muchas novias?

Cuando viajas como yo lo hice, no tienes elección. Por eso prefería calificarme a mí mismo de vagabundo. Es una filosofía diferente.

¿Cuán diferente?

Bueno, un autoestopista viaja de un punto A a un punto B, mientras que un vagabundo se mueve en una tercera dimensión. Aguanta lo que le echen y trata de seguir adelante. Muy pronto me dí cuenta de que si me permitía elegir, nunca llegaría donde quería ir: detrás y más allá del escenario.

Así que no era un caso de ir por el país a ver qué cae.

No era tan insensible. Las mujeres me han dado mucho amor y yo las he correspondido. Eso fue lo que me mantuvo en marcha. Pero, por supuesto, los mendigos no pueden escoger, así que no puedo decir que siempre me encantara la compañía de todas y cada una de las mujeres que conocí. Pero no podía decir que no. Y eso también puedo aplicarlo a los hombres.

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¿En serio?

Sí. De vez en cuando, haciendo autoestop, paraba un coche que conducía, como yo los llamaba, un viejo obsceno. Yo no era gay, pero supongo que me sentía mal por ellos y, al mismo tiempo, fascinado por su autodesprecio. Pero, en conjunto, las cosas que experimenté y vi fueron increíbles, asombrosas. Fueron los años más intensos de mi vida, y la gente tiene que entender eso cuando ve mis fotos.

La mujer de Dave, Connie, disciplinando a su hija Mel en su casa en 1996.

Dave enseñando a su hija mayor, Mary, cómo disparar un rifle en 1996.

Mel con una foto de su tío Snoopy en 1996.

La madre de Dave con una foto de su tercer hijo, que actualmente cumple cadena perpetua.

Dave con la vaca que mató la noche anterior, en 2009.

Dave con la más joven de las dos niñas que su hija dejó atrás, en 2009.