FYI.

This story is over 5 years old.

El número para ponerse cachas

Reseñas de libros Diciembre

Nos hemos leído ibros de Johnny Ryan, Kaz y más peña.

PUDRIDERO

Johnny Ryan

Entrecomics/Fulgencio Pimentel

Pudridero es punk rock en tiempos de cantautores rancios. En tiempos de novela gráfica de tiros largos, de impostada sobriedad formal, gravedad supuesta, apego a la experiencia (a su falta) y poca broma, el planteamiento burlón, la sencillez argumental, la voluntad agreste y el resultado feísta, excesivo y jubiloso que Johnny Ryan propone y logra en ésta su primera obra de extensión se lee como se hace un pogo en el meridiano de una noche de muertos vivientes. A tope con la furia, la cinética y el desgobierno. En realidad aquí no hay estribillos ni melodías sino un desarrollo horizontal semejante al de un videojuego de lucha. Una tralla metalera donde los arquetipos guerreros se han hipertrofiado en mostrencos y berserkers que van a ir enfrentándose a nuestro héroe, un energúmeno llamado Carantigua, hasta la extinción e incluso más allá. Pudridero, más que audaz en lo cafre, parece estar generándose a medida que se va leyendo, mezcla las rutinas gimnásticas del manga de acción con el principio de agotamiento, funciona por acumulación y tiene algo de trance. Se trata de un tebeo de hostias y no hay que darle más vueltas, pero es verdad que puede entenderse como guasa e irreverencia y como tal viene bien aparatado de lefa, esvásticas, mutilaciones, robótica y genética, mierda, sangre, pus y todo lo que hay que tener. (Cuanto más lo miro, más me gusta.) La excelente edición española reúne y eleva a tomo de morro fino las dos primeras entregas de esta serie, sin duda el trabajo más drástico y arrojado de Ryan, colaborador de Vice, alborotador habitual y ahora también autor moderno por la calle de en medio. Abrid la boca y cerrad los ojos.

Publicidad

RUBÉN LARDÍN

SUBMUNDO

Kaz

Autsaider Cómics

También colaborador de Vice, Kaz es uno de los primeros espadas del underground norteamericano de los últimos veinte años (el tiempo que Submundo lleva publicándose de forma ininterrumpida en la prensa alternativa de su país) y es también un profesional de los dibujos animados, faceta que se acusa en sus páginas no tanto por su dibujo como por su gestión surrealista, contenta y elástica de las ideas. Submundo es una serie de tiras habitadas por gatos fumadores, pequeñas muertes, ratas desahuciadas, peluches místicos, yonquis con actitud y un etcétera demencial de personajes (amén de un más a más de referencias) que conforman una cosmogonía muy próxima a unas Merrie Melodies intoxicadas de realidad o a una Hora de aventuras que sucediera en las cloacas del subconsciente. Si Pudridero es punk rock, Submundo vendría a ser funky sucio, o tal vez una irresistible y vitalista línea de bajo, incluso puede que una big band de chatarreros. Submundo, como sea, es una cumbre del tebeo de humor y no sólo eso, porque es también poesía fundamental traída de la infancia pero traída a rastras. Leyendo este libro me he desmayado tres veces de felicidad. Esta edición en castellano, pionera, amorosa e insuperable (¡rotulada a mano!), debería ser portada y celebración en todos los suplementos culturales de la realidad si la realidad fuera otra, pero resulta que es ésta y es la que hay. El Submundo de Kaz es un buen lugar al que huir.

Publicidad

RUBÉN LARDÍN

THE WALKING DEAD — APOCALIPSIS ZOMBIE YA

Varios autores

Errata naturae

El zombie vendría a ser el equivalente humano de un comestible que sigue en la estantería de la tienda una vez rebasada su fecha de caducidad, y posiblemente sea de entre la galería de monstruos contemporáneos el que menos sex appeal tenga. Por no tener, incluso de identidad carece, pues “zombie” es el nombre genérico con el que se identifica a una masa homogénea de individuos sin nombre ni filiación, ni personalidad ni, en general, un rostro reconocible. Y, sin embargo, es hoy en día la estrella indiscutible del panteón de cocos y espantajos. Lo era ya en el cine bis desde hace décadas, pero está claro que ha sido la serie The Walking Dead la que terminó por coronarle, introduciendo el imaginario del muer- to viviente en las salas de estar para consumo ya no únicamente de fenómenos de feria como el que esto firma, sino de los papás, las mamás y las abuelitas: el tiempo, los deportes y, a conti- nuación, los muertos que caminan. Apocalipsis zombie ya analiza este fenómeno, tomando la serie de televisión y el cómic en el que se inspira no como metas sino puntos de partida desde los que expandirse en un ramillete de direcciones; así, se recurre a Edgar Allan Poe para ilustrar antecedentes (El caso del señor Valdemar, el proto-zombie), pero también se echa mano de profesores y expertos en filosofía actuales para elucubrar hipótesis en torno al what if de una existencia real de los zombies: sus connotaciones en lo político, moral, humano y organizativo. Del futuro derivado de esta ucronía se habla también en las páginas de este ameno libro, casi todo él ensayos, en el que tan pronto se cita a Descartes y a Kierkegaard como hace un alto en los juegos de Resident Evil. ¡Posmodernidad ahí! Y una buena adición a tu zombiteca, hermano freak.

JESÚS BROTONS