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La pura puntita

Bar Karaoke

Un libro en el que abundan las vísceras y el riesgo del placer, vivido en madrugadas de puteros clandestinos, escapadas a los paraísos artificiales que por momentos se llaman Garibaldi y Zitácuaro.

Traemos adelantos, reseñas y entrevistas sobre los libros que te ensartarán en las mesas de novedades.

Acaba de aparecer Bar Karaoke, el tercer libro de Cecilia Juárez (Toluca, 1980) publicado por la editorial Mirabilis. Se trata de un breve libro anecdótico en que abundan las vísceras (o el lugar donde residen las punzadas del amor y del odio) y el riesgo del placer, vivido en madrugadas de puteros clandestinos, escapadas a los paraísos artificiales que por momentos se llaman  Garibaldi y Zitácuaro. Escapar, huir y desaparecer, hay en Bar Karaoke un gusto en que el pajarito que se comía el migajón de los cuentos infantiles arrase de paso con el sendero. Si a últimas fechas la mayor referencia a Toluca fue la bobalicona cara de Barack Obama clamando por una probadita de legendary chorizo, y poco se puede agregar de la vida cultural, como si se tratara de una pinta en un muro tan solo diré: Peña Nieto was here, por desgracia.  Cecilia es locutora, productora y guionista de radio, escritora y activista de la comunidad LGBTTTI.

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Sergio Ernesto Ríos: Hay una línea distinta en tu último libro, Bar Karaoke (Mirabilis, 2014), comenzaste con poemas más herméticos y algo darks, en Muerte para el coño dorado de Lavernia (Mirabilis, 2006) y,  en cambio, No te desanimes, mátate (Diablura ediciones, 2013) es bastante coloquial y llano, ¿cómo has vivido ese cambio entre registros de lenguaje, se relaciona con lo vital o es más algo estético (meditado)? ¿Parece que se mantiene una línea erótica y en el centro de todo hay un gusto por la imagen poderosa, no?
Cecilia Juárez: Primero son cambios vitales. La búsqueda de la voz ha sido para mí un camino vitalísimo y sinuoso, empinado, chingón, luego liso y árido. Con mis tres libros me ha pasado eso: gozo la ola, luego caigo y lloro y a buscar otra ola. Ahora, cuando leo lo que escribía hace diez años, me parece que voy en una máquina del tiempo y me veo como ya no soy, entiendo cosas, ¿sabes?, es un registro de mi impulso vital. Pero todos somos otra cosa todos los días. Después de ese respiro vital viene lo estético, que es también una apreciación del otro. Por otra parte, no sé si sea justamente erótico. Yo le diría gozoso porque no siempre tiene que ver con el eros tanto como con un principio hedonista que no se muere.

Así como existe el género road movie, yo clasificaría  el poema “La noche se llamaba Spandex” como un road poem, diría que es gratamente antinatural un poema así en la media toluqueña, llena de abstracciones y balbuceos crípticos, geográficamente sería más usual que sucediera en el norte, a lo Joel Plata, o Chepe o Julián Herbert, ¿Garibaldi y Zitácuaro  pueden ser la respuesta nocturna, intoxicada y travestida del centro del país? El lugar común apunta el ensimismamiento como ingrediente del nativo choricero, ¿cómo es tu relación  con la ciudad?, ¿literariamente qué opinas?, ¿musicalmente, dada tu experiencia como locutora en radio?
¡Qué chingón! Yo pensé eso, justamente. Quería hacer un road poem, un poema que contara ese trayecto como lo hacen las road movies. Ya ves que dicen que lo que importa es el camino, sobre todo cuando hay una parranda que dura tres días consecutivos y termina en un sitio lejano geográficamente, pero dentro del mismo círculo semántico. Los lugares han ido cambiando, eso sí. Garibaldi ya no es lo que era: me acuerdo la primera vez que fui y camuflé mi trago en una botella de jugo para poder cantar con los mariachis que otros pagaban… entonces, cuando estaba en la plaza, descubrí que ahí todo mundo estaba bebiendo, sin broncas. Luego de un año, Garibaldi estaba deshecho, en ruinas. Y después lo chainearon y lo dejaron como escenografía de película de Robert Rodríguez antes de la balacera y ya no se podía beber ahí. “El tope”, que era el bar travesti de Zitácuaro al que nos gustaba ir, se nos evaporó. No porque el bar cambiara o desapareciera, sino por lo que pasó con el estado de Michoacán: ya no se podía transitar de madrugada sin toparse con la policía federal, un convoy militar o algo así; además de que hubo una serie de decapitaciones y ajustes de cuentas en el área por la que andábamos. Ya no se podía andar por ahí como si nada. Creo que lo que el Estado hace es sembrar también su semilla de paranoia para que la gente se guarde y tema, una sociedad paralizada por el miedo es fácil de abatir. Intimida ir por la calle y ser vigilado todo el tiempo; en Michoacán nos ha tocado ver tanques con soldados que llevan armas de francotirador y están apostados junto al kiosco del pueblo… Y Toluca-Metepec, que es la zona por la que me muevo (nací en Toluca, pero vivo en Metepec desde los cinco años), no está tan lejos, ¿eh? Por otro lado, creo que los lugares comunes que nos ocupan acá, tienen relación con ciertos cultos que los toluqueños se sienten obligados a cumplir literariamente. Además, durante diferentes momentos de la década pasada todavía había un activo Centro toluqueño de escritores que ahora está vacío y en decadencia; estaba también en actividades Tunastral que acaba de cumplir 50 años. Estaba el taller literario de Guillermo Fernández (cuyo asesinato no han resuelto las autoridades del Estado de México). El lugar común de los agentes culturales cooptados por el Estado da como respuesta los lugares comunes que son publicables por las instituciones del Estado, ellos no te van a publicar un libro que no “coadyuve con el fortalecimiento de los vínculos familiares, sociales y de identidad”. Por otro lado, mi experiencia en la radio sí me ha acercado a mucha música que no conocía y ha logrado ampliar mis horizontes. Eso primero lo hizo el punk, luego la radio. Mi libro Bar Karaoke contiene un disco gratuito porque todo viaje tiene un soundtrack.

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¿Y en lo político, causa alguna responsabilidad social escribir y tener de paisano al presidente más rebuznante de los últimos tiempos? ¿Existe vida fuera del dominio príista que confunde instituciones culturales con  militancia y rapiña en la ciudad?
Claro, la escritura o cualquier otra actividad artística que se practique de manera auténtica, debe ser una forma de decir que no todos en el Estado de México somos oligofrénicos, priístas, ignorantes, malaleche, corruptos y abusivos. Existe vida fuera del dominio priísta. Aunque en la primera fila, a cargo de las instituciones dedicadas a la cultura, está su militancia no siempre preparada, no siempre empapada, no siempre interesada en hacer cultura tanto como en hacer política. Si estás a cargo de una casa de cultura, museo, radiodifusora o televisora del Estado, una revista, universidad, orquesta o casi cualquier otra cosa que cabría en un reporte como dentro del rango de “lo cultural”, necesitas ser cercano al priísmo o, en último de los casos, fingir y no negarte a mantener cierta actividad política, así como no “hablar mal” del presidente, el gobernador, el director y todos los que se encuentren sobre ti en el organigrama. Y entrenarte en el deporte mexiquense del lamesuelismo. Es de este modo que funciona la cultura oficial. Pero tampoco es lo único. Sí hay vida cultural fuera de las instituciones: escritores, pintores, actores, escultores, músicos y otros tantos que se avientan el volado y hacen algo por su cuenta, a veces incluso, a pesar de las instituciones.

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¿Cuáles son tus escritores favoritos e influencias?
Creo que los favoritos siempre son influencia. Y creo también que no es cosa exclusiva de lo que haya leído en los últimos meses. Mis influencias comienzan desde bien uuuuuuuuuu…Yo fui en la infancia una gran fan de literatura infantil y juvenil: Roald Dahl, Christine Nöstlinger, María Elena Walsh… Luego me clavaba con un solo libro, amaba Largueza del cuento corto chino, una antología que hizo José Vicente Anaya; estuve enamoradísima de Bradbury; me clavé mucho con La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Más en la adolescencia viví una fantasía inoperante con Bukowsky. Luego vinieron los malditos y el romanticismo de lleno, ya sabes, clásico que sientes que Drácula te ha preñado y andas por ahí con tus fantasías darks, gritando que amas a los monstruos y la primera condición para tener un novio o novia es que haya leído a Stoker, Mary Shelley y Baudelaire, jajaja… La neta sí era bien azotada. Luego entré a la facultad y mis influencias llegaron de otro lado que no era el librero de mis padres. Conocí a los contemporáneos, a la generación beat, me clavé con Kerouac, me enamoré de Tristessa, obligatorio paso por En el camino y obligatorio también llegar hasta el Aullido de Ginsberg. Luego vino un contingente importante para mí: Blanca Varela, Rosario Castellanos, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton, Margaret Atwood, Wislawa Szymborska, Anne Carson, Sharon Olds, Susan Sontag… Me quedaron como zumbando en los oídos Nuño, Mondragón, del Paso, Gil de Biedma, Rumi, algo de Ajvide Lindqvist.

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¿Qué es la poesía para ti y en sí el acto de escribir poemas?
La poesía está formada por dos partes que siempre se tocan: los malabares que se hacen con el idioma y lo que hay debajo, tener algo que decir. Creo que la poesía no se sostiene sólo por un juego plástico. La experimentación está buena y es necesaria. Pero algo de lo que me di cuenta en Bar Karaoke fue, justamente, que no tengo por qué sacrificar el sentido, prefiero escribir un poema que entienda alguien además de mí, que cumpla con su sagrado voto de la catarsis en el lector, la santa chamba de la anagnórisis. El acto de escribir poemas es un ejercicio siempre, una apuesta; no siempre sé a dónde voy en la primera escritura, luego viene hasta una quinta o sexta. Hay veces que no son necesarias tantas, y desde la segunda queda. Hasta ahora, además, siempre he podido decir lo que he querido. Eso se lo adjudico al hecho de que sólo he publicado en editoriales independientes… ¿y por qué vas a publicar con las independientes si puedes publicar de verdad?, me preguntaron recientemente. Justo por eso: no tienes que rendirle pleitesía a nadie, ni incluir agradecimientos que no quieres y además, puedes decir lo que te sale del coñññio. Nadie te dirá que no pongas tal o cual idea o palabra.

Parafraseando a W. Blake, ¿el camino del exceso conduce al palacio de la poesía?, ¿cómo vives la intoxicación en tu escritura?
¡Gran Blake! El exceso ya es poesía, si sabes verlo. Cuando ha amanecido, sales de un sitio, y ves a un montón de gente que ya va a trabajar, a la escuela, de día de campo, y tú vas saliendo de una fiesta que llegó hasta ese nivel de decadencia sin glamour que no aparece en las películas de Hollywood… piensas qué papel te habrá tocado. Una vez, vi la poesía aparecer, lo juro. Íbamos de Zitácuaro a Toluca en el auto, amanecidos y nos acompañaban tres travestis jóvenes. En la caseta pasamos al baño y ellos se metieron a rasurarse, ahí estaban, frente al espejo del baño de mujeres, con vestidos pegados al cuerpo, escotes, rellenos y pelucas, rasurando el área cercana a sus labios pintados. El exceso es una vital materia prima para la poesía. No la única, pero sí una de mis favoritas en muchos sentidos.

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Aquí dejamos algunos poemas del libro.

No estoy lista para la roca

no estoy lista para la seda

 no estoy lista para el amor

no estoy lista para la desesperación

 el cocido lógico, el instante

el mantel sucio que vivía en sus ojos

 las garras de dios

la profundidad dudosa del océano

el cuerpo

qué difíciles son los afectos y qué agudos dolores son

las plumas de ese invertebrado que se llama

odio a tus semejantes

no estoy lista para la recuperación

para sanar las heridas de mis antepasados.

no soy la policía del karma

mi ingrediente secreto es

un hilo que halo y me remite a mí misma,

al edificio que fui en otra vida

a las habitaciones que me hicieron abrir las terrazas

y saltar a los pies

de cierta estatua

que tenía en los ojos manteles sucios

no estoy lista para morir por nadie.

no estoy lista para el amor.

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LA NOCHE SE LLAMABA SPANDEX

Para Alonso Guzmán

Nunca seremos ése,

juras con la botella entre los labios.

Hay que reír siempre a cebollazos,

apestándonos el malsano hocico,

jurando

nunca seremos trofeo de los corrales,

flor de calendario, lengua pegada

a la bota, al mocasín.

Era negro el día y nuestras rondas

comenzaban por hacer

elástica la noche.

Tomamos tu camioneta para ir por cocaína

o cerveza, lo que primero brillara en el camino.

Estoy orgullosa de quererte romper /

la cabeza contra la pared.

Con manos de vagabundo, caras de alumbre,

topos en la sangre. Pronto amanecerá

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y los ojos vidriosos se nos encarnan en la vigilia.

Tú en tu esquina, padrino,

yo en la mía.  Abordamos nuestro sueño espeso.

En ese sueño también salimos en una camioneta

a comprar en mitad de lo más oscuro algo blanco,

las líneas de la carretera se inhalan.

Las estrellas tocan a lo lejos sus toms,

sus bombos incandescentes y hacen

la señal. Orinamos sobre un prado azul,

el aire nos sopla nombres en los labios.

Hay una carcajada de pez, hay una carcajada para odiar,

hay que hacer una carcajada que salte las cercas y vaya a dormir

junto a una manada de ovejas preciosas.

La noche se llamaba Spandex. Tenía uñas postizas.

Sabía bailar cadencias abandonadas de gitanos:

A mí, mi madre me dejó delante de las puertas

de un acuario. El conserje que me halló

puso a la venta mis agallas en el mercado.

Mi madre me abandonó ante una lechería.

Aprendí de autosuficiencia arrastrándome

hasta encontrar las ubres de una botella caliente.

Mi madre me parió entre dos grietas,

yo nací un día o dos, para ser exactos.

Mi madre me dejó ante los ojos atónitos de La hija de los apaches.

Yo tomaba curados de chiquito.

Bailas torpemente, de a cartón. Te digo que esa chica no es la noche.

Tengo una carcajada que se estrella ebria contra el toldo de un Grand Marquís.

El diente de oro de un proxeneta es un lugar común.

El penúltimo lugar olía a pescado frito. Las mesas de Cartablanca, los espejos,

las vestidas desollando el carmín de los asientos y los labios.

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Tengo ganas de ti, dijo Santa María Spandex.

Los ojos se te pegaron al lomo del baño donde tus pies saltaban.

Manada de carcajadas en mí, la cerveza rota, el caballero

de aquella mesa paga otra ronda.

Hola.

Salimos a un karaoke famoso, se llamaba Garibaldi.

Un viejo ciego nos cobró por cantar

y ves fantasmas en la noche de trasluz /

vete de mí / Santa María Spandex,

pide otra ronda.

Conocimos a un hombre que mató a su mejor amigo

con el filo de una vagina.

Conocimos al vampiro del Tonayán,

al licenciado del sonido.

Un buen coro salió de los muchachos.

No tuve empacho en mojarme las bragas, el baño estaba lleno.

No soy de las que se orinan encima, a menos que lo amerite la ocasión.

Alguien se pinchaba en el baño contiguo.

Santa María Spandex la noche no te comerá viva,

va a tener que matarte si te quiere masticar.

Vámonos a casa.

Estoy  siendo

literalmente

devorado por unos leotardos.

Estoy enamorado, vámonos ya.

En medio de la oscuridad algo blanco.

La línea de la autopista

                volátil

se inhala.

No,

no soy de las que se orinan encima.

Sigue a Sergio Ernesto en Twitter:

@nosergio