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Personajes de la ciudad: 'El Calavera' de Tepito

"Llegué al barrio a la edad de siete años, ya tengo 52. Ahorita nada más soy adicto a la mota. Dejé el activo y la piedra la dejé entre comillas, porque luego, cuando me pongo pedo, sí me tumbo un jaloncito nomás", cuenta.

Fotos por Alfonso Rosas.

"Es que está duro, carnal", dice El Calavera, quien mueve la cabeza de izquierda a derecha. Mira al piso como buscando una explicación a esa afirmación: está duro. Pero no refleja negación. Más bien está resignado. "Ahorita nada más soy adicto a la mota. Está duro pa' que la deje. Dejé el activo, la piedra (como se conoce también al crack, esa mezcla de cristales de cocaína con bicarbonato de sodio). La dejé entre comillas, porque luego, cuando me pongo pedo, sí me tumbo un jaloncito, nomás", cuenta con tono cantadito, alargando la última letra de cada frase. El hombre acerca la mano izquierda a su boca, junta los dedos pulgar e índice y sostiene un cigarro imaginario que acerca y aleja de sus labios.

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"Me dicen El Calavera, pero me llamo Javier. A veces me dicen Lennon, Jonh Lennon, por mi hermano mayor. Él es el que se parece por la barba y sus lentes redonditos. Está más alto que yo. También le decimos El Kalimba. Pero mi apodo es Calavera".

El Calavera cierra por un momento los ojos. Quiere recordar bien. Nada se le tiene que escapar. Es como si estuviera a punto de hacer una confesión. El alcohol fermentado se mezcla con el sudor de su cuerpo, su playera negra está opaca por el polvo que recogió luego de estar recostado en el suelo. Sus cabellos y barbas grises, aunque cortos, están enmarañados. Lleva una noche tomando con otros cinco borrachos que también viven en el barrio de Tepito y que ahora se encuentran sentados, recargados sobre una de las bardas rosas de la unidad habitacional que se encuentra en la esquina de Obreros y Manuel Doblado, pasándose un vaso con Tonayán para que la cruda no les cobre la factura.

"Llegué al barrio a la edad de siete años, ya tengo 52. Yo soy de León, Guanajuato. Mi mamá es de aquí, de Rivero. Mi papá, que en paz descanse, era de León, Guanajuato. Fabricamos zapatos. Tuvimos dos talleres. Sí, cabrón, yo sé hacer zapato", saca el pecho, levanta la cara, dice la frase con orgullo, orgullo de barrio. "Trabajé desde chavo, desde que mi papá era obrero. Él me jalaba a los talleres. Trabajé con él de 'zapata'", cuenta. "Y luego me acostumbré al pegamento".

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Su dentadura amarilla se asoma en una sonrisa a la que le hacen falta algunas muelas.

"Yo le cortaba el zapato y se lo maquilaba. Ya le entregaba el corte hecho para que él lo montara. Luego le ayudaba hasta a adornar y a pegar. Y después trabajé de seguridad privada. Pero a los 15 años agarré ya el activo, la mota y el chupe. A los 15 años agarré todo".

Y entonces hace su recuento de drogas. Que le gusta la mariguana, que dejó el activo, que la piedra nomás la consume cuando está borracho y por puro antojo, pero ya le hace daño: "Me descalcifica mucho los huesos. De aquí a aquí", se toca la pantorrilla, "estaba descalcificado. Luego se me subió para acá, un poco antes de la rodilla". Hace como mes y medio o dos meses dejé la piedra. Ayer sí me aventé un jaloncito, la verdad. Pero sí la dejé como mes y medio en lo que me alivianaba. Porque sí es un malestar feo estar descalcificado". Y uno cree en su palabra sobre todo cuando alarga más la última frase, ladea la cabeza, entrecierra un poco los ojos y el acento se vuelve más ñero.

"Es que se me antojó. Ya tenía ratito que no me ponía borracho. Por eso en la mañana ya me aventé una cervecita, me aventé un taquito y un consomé para que le caiga algo también al estómago, cabrón. Ahorita me la estoy curando con un traguito de mezcal (Tonayán), pero ya no quiero, porque si sigo tomando me la voy a seguir y ya. Quiero estar relax, relax, relajado".

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La voz del Calavera se vuelve clara. Quiere poner las cartas sobre la mesa. Hablar sin rodeos.

"Mira, ya no me gustan las broncas ni los problemas. Me gusta convivir, ¿no? Convivir con la gente, platicar así como ahorita contigo, con todos. Con los niños también, convivir con todo mundo. Ya tuve muchos problemas. Ya muchos golpes, fractura, aquí", cuenta y señala en su antebrazo izquierdo varias cicatrices. Se levanta la manga de la playera para que queden descubiertas otras tantas del bíceps. Ahora se levanta el pantalón y muestra la cicatriz, "fractura en el tobillo".

"Acá me operaron de la muñeca y de aquí, el antebrazo derecho. Me peleé con un cábula, así, bien mamado", y el Calavera separa los brazos como si cargara una caja en cada costado, así imita el cuerpo musculoso de aquél con quién se fajó a golpes. "Y me agarró la mano y me la volteó. Y luego me hizo manita de puerco. Yo andaba bien tomado y el andaba bien drogado, bien activo andaba. Me rompió el hueso del radio. Luego acá de este lado, en la pierna izquierda, tengo placa también. Le di en la madre a un güey allá en Pintores. No quedó conforme y me aventó el carro. Me desmadró cobardemente. Solamente así me pudo dar en la madre. Éste, la lesión de la muñeca, fue en el 85 y lo de mi pie fue en el 95. Ya hace 20 años".

El Calavera mira su vaso con destilado de caña. La tentación es fuerte. Le quiere dar un trago pero aguanta. Todavía tiene que trabajar cargando en diablos la mercancía de los comerciantes del barrio, de la camioneta que trae los productos a la bodega y de ahí al puesto.

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"Me dedico a echarle la mano a varia personas". Señala hacia la pared rosa de la unidad habitacional. Su dedo va directo a otro borracho vestido de mezclilla y gorra. "El que está sentado ahí con la botella, él también. Él carga pesado. De aquí enfrente saca unos diablos bien pesados. Yo no. Le bajo las cosas a mi patrona pero en varios, tres, cuatro viajes. De aquí enfrente a acá a la vuelta. Tres, cuatro viajes de a pechito. Pero nel, él si carga pesado".

El hombre mete la mano a la bolsa, saca un billete de 20 pesos, lo muestra y lo vuelve a guardar.

"Pues sí sale. Por decir: allá le trabajo a un puesto, acá enfrente también dos, tres días y ya le cobro 30. Aquí a la vuelta me dan otros 30. Luego, a veces le ayudo en la tarde y ya me da otros 30. Y acá ya me dan otros 20. Y le hago mandados a Teo y me da otros 20 o 30 pesos también. Saco unos 100 pesos diarios. Poquito más. Uno y medio. Pero sale".

El Calavera ya no aguanta más la tentación y le da un trago a su vaso con Tonayán. Bebe todo el contenido. Hace un gesto de desagrado y después emite un sonido. Parece que exhala. Parece que de verdad bebiera mezcal.

"¿Pa' qué busco un trabajo? ¿Ya así? No soy muy ruco pero ya para buscar un trabajo, nel. De aquí sale. Pero hay que moverse, hay que hacer algo. La vida está re dura".

@MemoMan_