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El Reino

Así se mata a un diputado en Sonora

Un joven de 25 años planeó el asesinato del priísta Eduardo Castro Luque, a costa de otras personas actualmente presas. Ahora lleva más de un año fugitivo, quizá, bajo la protección de la mafia.

Conocí la forma en que se mató a un diputado en Sonora a finales de 2012. Tuve acceso a la investigación de la Procuraduría de Justicia del Estado y a declaraciones de personajes involucrados con el caso. Ahora el relato forma parte de El Reino, el movedizo y soberano territorio de esta columna quincenal.

1. La pistola

Tres muchachos —Manuel Fernández, Sergio Román y Diego Cervantes— pasean y pistean por las calles de Ciudad Obregón en una troca roja.

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—Eh, compadre, ¿no hay manera de que me consigas una pistola?— le dice Manuel a Diego.

—Sí, pero ponte trucha, porque si te llegan a agarrar es un broncón, por todo eso de tu imagen pública.

—No te preocupes. Es para un regalo.

En el Noroeste de México, a principios de septiembre bajan un poco los termómetros que casi revientan durante el inicio del verano, aunque el calor sigue pareciendo salido de un western clásico. Por si fuera poco, en los años recientes, una batalla por el control del agua ha calentado aún más la vida cotidiana de Sonora. Sin embargo, esa noche, los veinteañeros celebraban que su partido, el PRI, arrasaba con las elecciones del Distrito XVII, por lo que Eduardo Castro Luque sería diputado, y Manuel, el conductor de la troca roja, su suplente.

Mientras los tripulantes de la toca roja hablaban sobre conseguir una pistola, la conversación dio un giro.

—Te tengo un jale. ¿Te lo avientas?— preguntó Manuel de nueva cuenta a Diego.

—Si hay dinero de por medio, sí.

—De entrada no te puedo pagar nada, pero en los próximos tres años no vas a batallar por dinero ni por trabajo ni por nada.

Diego sonrió mientras pensaba que su compadre estaba diciendo pendejadas. Se puso nervioso. Como quiera preguntó lo que había que hacer para conseguir esa muy buena prebenda.

—Hay que quitar de en medio a Castro Luque.

Diego no conocía a Castro Luque, pero sabía quién era: un publicista connotado que lo mismo realizaba tareas de marketing relativamente sencillas como promover al popular Club de Béisbol “Los Yaquis”, u otras más complicadas como impulsar la imagen del político Ricardo Bours Castelo, cuando éste buscó la alcaldía de Ciudad Obregón. Además, en esos meses, Castro Luque había cobrado una mayor visibilidad al participar en el movimiento local opositor a la construcción del acueducto que trasladará agua de la presa El Novillo a Hermosillo, ubicada a 254 kilómetros de ahí…

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Seguían dando vueltas por las bien trazadas calles centrales del municipio llamado oficialmente Cajeme. Manuel mostró a Diego una foto de Castro Luque que tenía en su celular. Vio a un hombre sonriente de unos cincuenta años, aperlado, con el pelo negro engominado y un ligero indicio de bigote. Después condujo la troca roja hacia la colonia Chapultepec. “¡Hey! Aquí vive el señor”, dijo Manuel apuntando a una casa de dos pisos, color beige y con un pequeño garaje.

Miraron un rato.

Reanudaron la parranda motorizada.

Al día siguiente, Diego llamó a Manuel para pedirle prestado su coche Eclipse negro. Manuel preguntó si seguía en pie lo que habían hablado la noche anterior. Diego le respondió que él no iba a poder y dio una serie de explicaciones hasta que Manuel lo detuvo y le indicó que mejor se vieran en persona para no hablar de esas cosas por teléfono.

Una hora después Manuel llegó a la casa de Diego en compañía de Sergio.

—¿Pos qué pasó?— preguntó Manuel.

—La neta esos jales yo no me los aviento. Tengo mucho que perder, te consigo la pistola pero lo otro es mucho.

Cinco días después de que se lo pidió, Diego le consiguió a Manuel una pistola .45 en cinco mil pesos con todo y cargador. Manuel lo acompañó a recogerla. De ahí se fueron a casa de Sergio, quien supuestamente se encargaría de guardarla.

Ese mismo día Manuel le prestó a Diego el coche Eclipse negro, en el cual anduvo varios días, sin saber que la pistola .45 en realidad estaba guardada en un subterfugio del auto. El 12 de septiembre, Manuel llamó a Diego para pedirle de regreso el Eclipse negro. De paso le confesó entre risas que habían guardado “el fierro” en el coche.

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Justo el 14 de septiembre de 2012, Manuel había quedado de prestarle a Diego el auto de nueva cuenta. Diego estaba desesperado porque su novia quería salir a pasear.

—Compadre, ¿qué onda con el carro?— dijo Diego a Manuel por el teléfono.

—Sí, te lo llevo al rato.

—Asegúrame, porque no me quiero quedar valiendo madre otra vez.

—Ahorita te lo llevo, no te preocupes.

Cerca de las nueve de la noche de ese día, Diego seguía sin tener noticias de Manuel, por lo que volvió a marcar.

—Estoy en el hospital, no puedo platicar ahorita. Al rato te marco— le respondió tajante Manuel.

—La neta, ya valiste madre.

Después de colgar, prendió la computadora y se sentó a navegar en internet. A los veinte minutos la noticia corría como pólvora en las redes sociales: el diputado electo Castro Luque había sido balaceado afuera de su casa.

Castro Luque y Peña Nieto, via mmspress.com.mx.

2. La moto

Cuando Manuel y Sergio fueron a casa de Diego a recoger la pistola .45, éste no se dio cuenta de que también iba con ellos un joven llamado Juan Manuel Rodríguez, a quien le habían pedido que consiguiera la motocicleta que se emplearía para el asesinato del diputado. Juan Manuel era amigo de Manuel y Sergio desde tiempo atrás. La otra tarea que le habían solicitado era recoger al sicario después de que éste cumpliera con su trabajo. La noche del 14 de septiembre, minutos después de matar al diputado, el pistolero se subió al coche de Juan Manuel en la calle Guerrero. Una vez arriba, mientras le mostraba la pistola .45, le dijo: “¿Qué hago con esto?”. Juan Manuel se asustó y guardó el arma. Después se dio cuenta de que el asesino no sabía a quién acababa de quitarle la vida. Platicó muy poco con él. El hombre de unos 40 años le relató que le había dado seis balazos al tipo, quien ya caído, le había advertido: “Me las vas a pagar”.

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Vía El Zeta.

3. El sicario

espués de que Diego rechazó aventarse el jale, Manuel y Sergio buscaron a Wilberth Sánchez para pedirle que él matara al diputado. Sin embargo, su amigo les contestó que él le hacía a muchas cosas, pero no a eso. Cuando le preguntaron si entonces podía contactar a alguien que sí le hiciera a eso, Wilberth pensó de inmediato en Wilfredo Álvarez, mejor conocido como Willy. A cambio de conseguir al ejecutor, Manuel y Sergio ofrecieron diez mil pesos.

Wilberth buscó a Willy y le explicó la situación a grandes rasgos. Sin darle el nombre, le dijo que la víctima era de Ciudad Obregón y que a cambio de matarlo recibiría 40 mil pesos. Willy no lo pensó mucho y dijo que sí. Wilberth le pidió que estuviera atento a su teléfono porque en cualquier momento recibiría una llamada con el resto de las indicaciones. Esa llamada la hizo Manuel el 14 de septiembre. Citó a Willy en el centro de Ciudad Obregón. Pasaron por él en la troca roja y lo llevaron a la casa de Castro Luque, para que no hubiera equivocaciones. También le mostraron una foto de él que llevaban en el celular. El mismo 14 de septiembre le entregaron el arma y la motocicleta en un establecimiento de la calle Nuevo León.

Tres días después del asesinato de Castro Luque, Wilberth se reunió con Sergio en la Avenida 6 de abril, donde éste le entregó los diez mil pesos acordados por haber conseguido al asesino. Wilberth le dijo a Sergio que nunca pensó que se aventarían el tiro de matar a un diputado.

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4. El inversionista

Cuando Sergio rindió su declaración ante la policía de Sonora, lo hizo con una mirada extraña. Parecía que sus ojos estuvieran viendo al desierto y no al Ministerio Público. En un video del interrogatorio grabado por Tatiana Verushka Gómez, vocera de la Procuraduría, dice que la idea de matar a Castro Luque surgió “de la nada”.

—¿Cómo te propuso matar a Castro Luque?

—De la nada, en simples pláticas.

—¿Con qué fin pretendía llevar a cabo este homicidio?

—Ascender en el puesto.

—¿Cómo podía el ascender al puesto?

—El era el suplente.

—¿Qué beneficios ibas a tener tú con la muerte del diputado Castro Luque?

—Me iba a echar la mano en lo que el pudiera.

—¿Te prometió algo en específico?

—No.

—¿Qué te prometió él?

—Que estaría ahí para echarme la mano en todo lo que se pudiera.

Un día después del asesinato, Sergio fue al banco a sacar 20 mil pesos de su cuenta con los que pagó al sicario la mitad de lo acordado. El dinero era suyo y se trataba de una especie de “contribución” que Manuel devolvería con creces una vez que ocupara el cargo de diputado.

Los 20 mil pesos restantes los puso otro inversionista del cual no se ha establecido oficialmente su identidad. Tres fuentes que consulté estaban seguros de que había sido el dueño de un conocido bar de Ciudad Obregón. Me dieron el nombre del empresario y algunos detalles de su trayectoria criminal, pero me advirtieron que de incluirlo en este relato yo podría correr el mismo riesgo que una cucaracha entrando a la casa de un fumigador.

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5. La orden

Willy vivía entre el polvo y el viento del extrarradio, donde ni siquiera pasan camiones, pero un mecánico que iba a comprar autopartes le dio un raid al centro de Ciudad Obregón. Estaba tranquilo ese 14 de septiembre de 2012. Conocía a Wilbert desde niño y le agradeció que le llamara un día antes para preguntarle si quería ganarse una buena cantidad de dinero. Willy no era un sicario profesional, sin embargo estaba necesitado de dinero y Wilberth lo sabía muy bien.

—¿Quieres ganarte 40 mil pesos?

—¿Pues qué que voy hacer?

—No, pues se trata de matar a un vato que es bien transa y cosas así, y que me debe dinero.

Esa tarde Willy esperó en la Calzada Miguel Alemán a que llegara la troca roja en la que le darían el resto de las indicaciones. En cuanto aparecieron Manuel y Sergio, Willy se subió con ellos. Le enseñaron una foto de Castro Luque, lo llevaron a la casa del diputado y le dijeron que tenía que matar a esa persona al instante. Después fueron a una tienda ubicada en Nuevo León esquina con Zaragoza, de donde sacaron la pistola .45 y la moto. Willy se fue a esperar a que la víctima llegara a su casa. Estuvo dando vueltas, hasta que llegó una mujer al domicilio. Se paró enfrente de la camioneta y ella se metió.

Al rato salió Castro Luque acompañado de otra persona que llevaba un maletín. Castro Luque traía shorts y una camiseta de Los Yaquis. Willy no se animó a matarlo en ese momento. Simuló que su moto estaba descompuesta y le pidió una llave para repararla.

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—¿Qué herramienta quieres?— preguntó Castro Luque.

—Unas pinzas, ¿de casualidad no tiene unas pinzas?

—No, no tengo.

El diputado electo se subió a su camioneta y se fue.

Willy había dejado la pistola en el césped frente a la casa.

Cuando Castro Luque volvió eran aproximadamente las 8:30 de la noche. Willy agarró otra vez el arma y se la descargó sin mayor preámbulo. Después levantó la moto, la arrancó y se fue. Llegó a un parque cercano, donde tiró el .45.

Luego caminó hasta un restaurante Kentucky Fried Chicken de la calle Guerrero. Recibió una llamada de Sergio, para confirmar que había quedado listo el encargo. Al poco tiempo llegó Juan Manuel por él al restaurante de pollo frito en un Eclipse negro. Un día después, Sergio y Willy se vieron en el cruce de las calles Villanueva y Bartolomé, donde le entregaron los primeros 20 mil pesos. El lunes fueron en la troca roja y le dieron los otros 20 mil restantes.

Willy calculó que había hecho seis disparos contra su víctima, aunque esa noche que vio las noticias se decía que había tirado diez balas. Se quedó con la duda. Pero lo que más le llamaba la atención es que el hombre al que había matado era un diputado del PRI.

6. El funeral

Manuel Fernández se presentó al velorio de Eduardo Castro Luque. En el acto, su viuda Rossana Coboj recibió las condolencias del suplente de su esposo con cierto recelo. Tuvo un presentimiento extraño de que Manuel podía tener algo que ver con la muerte de su esposo, pero no dijo nada.

Debido al contexto político, en ese momento, las sospechas generales sobre el móvil del crimen giraban en torno a la lucha contra el Acueducto para llevar agua de Ciudad Obregón a Hermosillo. Pero entre el 23 y 25 de septiembre, Diego, Sergio, Wilberth, Juan Manuel y Willy fueron detenidos y confesaron su participación. Rossana se enteró y comprendió que su intuición había sido correcta: Manuel había organizado el asesinato de Castro Luque para conseguir su lugar en el Congreso.

Desde entonces, Manuel es un fugitivo de la justicia mexicana. Gozando probablemente de algún tipo de protección especial que impide que la policía estatal, la federal y la Interpol den con su paradero. En un estado como Sonora, donde el crimen funciona de forma más organizada incluso que el gobierno, hay expertos que especulan sobre quién fue el funcionario o capo que dio permiso a Manuel de matar a un diputado electo. Por ello es que algunos agentes creen que Manuel podría haber sido asesinado ya, para evitar que revelara tales identidades.

Lo cierto es que hasta ahora el PRI no ha aclarado a fondo por qué fue electo como suplente un jovencito de 25 años sin experiencia política alguna.

El proyecto del Acueducto a Hermosillo sigue en marcha, y también la oposición de algunos sectores de Ciudad Obregón. Mientras tanto, Rossana Coboj, tomó el lugar de su esposo Castro Luque y actualmente ejerce como diputada. Su suplente se llama Olivia Cobos. Dicen que es una mujer decente.