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Cultură

Los vídeos electorales del 27-S no son la mierda que aparentan en un principio

Realmente son pequeñas obras de arte, tratémoslos como tales.

Desde los violentos y lamentablemente poco sosegados años de la Guerra Civil española que no veíamos al cine catalán sumergiéndose en una sangría propagandística tan evidente y letal como la que ahora mismo se está aconteciendo en el seno de nuestra cartelera cinematográfica. Nosotros, los catalanes mortales del siglo XXI, estamos teniendo la impagable suerte de poder asistir al desvirgación de un espectáculo político sin igual a través de imágenes proyectadas a 24 fotogramas por segundo, un periodo que está resultando ser especialmente creativo; generando piezas y propuestas impensables si hubiéramos sucumbido al deplorable devenir de la ruta trazada por el cine de este país en las últimas décadas. Un postre sin igual en el que se mezcla arte, moral y política; un nuevo cine comprometido con la belleza, el discurso y el mismísimo lenguaje cinematográfico.

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Para entender este nuevo cine es necesario analizar y comprender las piezas clave que lo acuñan, obras que actualmente encontramos en exhibición. Son los Ciudadano Kane, los 400 golpes, los Nanuk el esquimal, los Faces de nuestra era.

ANAVEN LENTS PERQUÈ ANAVEN LLUNY (CUP)

De la misma productora que Ciutat Morta nos llega esta cinta capital que se mueve por las corrientes de estética más independiente. Son claras las referencias a indiscutibles del género como Easy Rider de Dennis Hopper, París, Texas de Wim Wenders o Gerry de Gus Van Sant. Podemos encontrar también vínculos con ese cine independiente de supermercado como Little Miss Sunshine o películas de género como Thelma y Louise (road movie), Hasta que llegó su hora (Spaghetti Western) o El diablo sobre ruedas (terror). Sin embargo, el film no se limita a emular un género como si de un simple gimmick se tratara, este readapta los tópicos a su propio discurso y los utiliza para generar un diálogo comprensible entre director y espectador.

En Anaven lents perquè anaven lluny lo importante es el espacio, tanto el espacio físico como el espacio temporal y mental. La película, basada en hechos reales, nos está hablando sobre la importancia de pertenecer a un lugar, proponiéndonos a seis personajes atrapados en medio de un camino —un sitio de paso, ni aquí ni allí— que intentan llegar a un paraíso idílico —real o imaginario—, en la más pura tradición beckettiana. La puesta en escena juega a favor de esta idea del espacio —territorio, nación, patria— articulándose a base de planos que respiran, que muestran distintas profundidades de campo y, lo más importante, que transcurren sin prisa, denotando y evidenciando este derecho inapelable a reivindicar el espacio de uno mismo. Los planos detalle y cortos del inicio contrastan con las escenas panorámicas del final, acompañando la trama hacia una resolución demasiado evidente. De lo encerrado a lo liberado, de lo individual a lo comunitario.

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Con una producción sencilla y contando con pocos personajes y una sola localización, nos encontramos con una historia perfectamente balanceada, donde tanto la forma, como el fondo e incluso las limitaciones de producción juegan a favor de un solo discurso. Pese a sus evidentes méritos, la cinta es demasiado evidente —sobre todo en el insistente uso de metáforas— llegando, a veces, a ser incómoda y ofensiva. A algunos nos gusta tener que pensar cuando vamos al cine.

CAMINEMOS JUNTOS (C's)

Distintas manchas de color están apareciendo por el territorio catalán, obligando a las personas a seguirlas al más puro estilo flautista de Hamelín. ¿Dónde van? ¿Por qué? ¿Quién las controla? Todas estas preguntas se resuelven y eclosionan en un espectacular final, una especie de síndrome de Estocolmo colectivo que augura una sociedad distópica donde la conciencia del hombre ha desaparecido por completo, siendo sustituida por una irremediable e impostada felicidad. Jugando a favor de esta trama servil, el lenguaje cinematográfico opta por emular los tics más habituales del cine comercial anglosajón, invirtiendo en espectacularidad y sensacionalismo —¿qué pasa con esta música tan forzada? ¿Y por qué el uso de una innecesaria voz en off?— pero quedándose a mitad de camino. Es como tener a Goya como referente y terminar haciendo un Forges (cosa que, pensándolo bien, no está tan mal).

Esta estremecedora cinta que mezcla el thriller con el cine fantástico no es apta para todos los públicos. Puede que lo único que salve a esta película sea su propia inocencia, el ser tan directa y tan poco autocrítica que se convierta en un espécimen puro y maravilloso. Liso como un bebé.

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PER UNA CATALUNYA MILLOR I UNA ESPANYA DIFERENT (PSC-PSOE)

Cataluña es una puta moribunda, ofuscada y maltratada por un embrollo político sin precedentes. Ahora, más que nunca, necesita un héroe, un contrafuerte moral. Al enfundarse sus gafas rojas, Miquel Iceta deja de ser un ciudadano corriente para convertirse en la última esperanza de Cataluña. De hombre a solución. "Para mí está claro, el único que puede arreglar todo este lío… es Miquel Iceta" exclama uno de los personajes principales en una de las más memorables frases de la cinta. Bajo la apariencia de una inocente película de superhéroes tenemos un auténtico ensayo sobre los sucios entramados políticos de una pequeña comunidad, donde la decencia y la corrupción se debaten a cada instante, donde el más agradable de los vecinos esconde un terrible secreto y donde, gracias a Dios, también puede surgir una apasionante historia de amor.

Esto no es una película, es una master class de cómo hacer cine comercial de calidad, con una importante carga ideológica, un discurso fino —nada evidente pero coherente— y, puede que lo más importante, ENTRETENIDO. La cinta, de escaso presupuesto, juega bien sus cartas y no se pierde en ningún momento: clara, sencilla y rotunda.

UNIDOS GANAMOS (PPC)

Una de las características —y puntos fuertes— del lenguaje cinematográfico es su inevitable capacidad de contraponer imágenes, en definitiva, el uso del contraplano. Con este simple juego infantil podemos contar historias sencillas o manipular verdades, la fuerza no son las imágenes sino el viaje mental que hay entre ellas, busquemos en Wikipedia eso del efecto Kuleshov. Bien, la pieza vanguardista propuesta por el grupo de arte conocido como PPC solamente necesita una mesa blanca de Ikea, un sencillo muñeco de cuerda y una camisa blanca para plantear grandes interrogantes sobre el devenir de un país repleto de contradicciones. Empecemos por el principio. Plano: un personaje deambulando ciegamente por encima de una superficie limitada, acercándose irremediablemente hacia el abismo. Hay poca luz y los planos son esperpénticos (contrapicados, planos subjetivos, desenfoques, jump cuts…). Contraplano: una mano divina (¿el propio PPC?) da la vuelta al protagonista, salvándole de una muerte segura. De repente aparece la luz y solamente se utiliza un solo plano general, estático. Entendemos perfectamente el diálogo que existe entre las dos partes pero, ¿a caso no se va encontrar ese mismo personaje con otro abismo al otro lado de la superficie que recorre? ¿A caso no lo estamos condenando a un mismo destino fatal? ¿Es esa suave luz blanca menos peligrosa que la eterna oscuridad a la que nuestro héroe estaba anteriormente condenado? ¿Qué maldito hado está ejerciendo sus poder sobre ese pobre muñeco que no representa nada más que el pueblo catalán? No es hasta el final de la pieza que se resuelven todos estos enigmas: el formato cambia y pasamos a observar una especie de espectáculo de stand up con un cómico contando unos chistes. Aquí el contenido es lo de menos, el mensaje viene dado por la forma. Este plano es el encumbramiento de la homogeneidad, de la falta de diferencias, la anulación del contraste. El fondo blanco se mezcla con los harapos del orador, creando una imagen plana y uniforme, es más, fundiéndose fondo y personaje en un mismo organismo al final del metraje. La falta total de contraste, un mundo donde no existe la diferencia y, por lo tanto, la crítica. Esto es lo que propone el PPC; un país sin diversidad.

Puede ser que este último plano nos venga a decir que sí, efectivamente, el juego de contrastes de la primera parte no era nada más que una simple artimaña y que ese pobre diablo que redobla su tambor se encuentra eternamente divagando por el mismo territorio y enfrentándose irremediablemente con los mismo problemas. Es una pieza sencilla que dirige todos sus esfuerzos hacia un único objetivo, nada sobra ni nada falta. Compartamos o no su mensaje pesimista y destructivo, nos encontramos indudablemente ante el estandarte de este género politizado, donde el lenguaje no sucumbe a desvaríos y se somete a un mensaje claro y directo.

Si quieres saber más sobra otras obras de este fértil periodo creativo del cine catalán te recomendamos que le eches un vistazo a esta genial crítica de Junts ho podem tot (Junts pel Sí) de nuestro compañero Gonzalo Herrera, maestro historiador y poeta.