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especial ficción 2012

Los magos

Había dos magos, y los odiaba con toda mi alma

Ilustración de Matthew Thurber

Odiaba a los magos. Había dos, y los odiaba con toda mi alma. Cuando me senté delante de ellos no sabía quiénes eran. Pero entonces dijeron “Somos los magos”, y los recordé. “Oh, ya os vi la última vez”, les dije. “Pero nosois realmente magos”. “Sí, lo somos”, insistieron.

“No. Os vi”, les dije. “Vi todo el show. Lo leí en el programa y estaba entusiasmado, y entonces os vi y me di cuenta de que no sois magos. No hacéis magia”.

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“Sí hacemos magia”, dijeron.

“No es magia de verdad”.

“Sí que lo es”, dijeron, asintiendo solemnemente, “es magia de verdad”. “Mi hermano era mago”, dije. De repente parecieron incómodos. “Sí”, continué, “él era mago, así que sé cómo es un mago de verdad. Por eso digo que vosotros no sois magos”.

“¿Era?”, preguntaron. “¿Ya no lo es?” Respondí, “Mi hermano murió”. “¿Murió?” dijeron. Ahora aún parecían más incómodos. “¿Cómo se llamaba?” Les dije cómo se llamaba. Aunque no debí decir su nombre, porque no tenía ningún nombre de mago como ellos creían que debía ser: lo deduje por las miradas que se dirigieron el uno al otro, y eso me hizo odiarlos aún más.

“¿Dónde hacía sus espectáculos?”

Ahora era yo el que estaba incómodo. La verdad era que, cuando estaba vivo, no hacía muchos espectáculos. “Trabajaba en una tienda de magia”, dije. “Hacía espectáculos los fines de semana”.

Fuese verdad, más o menos verdad, o mentira, no tenía ni idea. No estábamos muy unidos. Puede o puede que no hiciese espectáculos los fines de semana. Pero en cualquier caso yo sabía lo que era la magia, y estos tíos no hacían magia. Entonces pusieron las manos en la mesa y dijeron, “Somos meta-magos, somos magos”.

“Todos los magos son meta-magos”, dije. “Vosotros ni siquiera sois meta-magos”.

“Los magos son ridículos”, dijeron.

“Vosotros sois ridículos”, respondí. “Sois un par de idiotas, un par de payasos”.

Esperaba haberles hecho sentir muy incómodos. Un rato después hicieron su pequeño espectáculo, que consistía en vestirse como payasos y decir que eran magos y correr por el escenario y solo hacer un simple truco, facilón, sin interés y obvio.

Y más o menos eso fue todo lo que pasó. Hasta que hablaron de la habitación del elefante. Esto pasó en la fiesta de después, cuando todo el mundo estaba escuchando.

“Houdini se construyó una habitación”, dijeron, y mostraron una fotografía. “Houdini la llamaba la habitación del elefante, aunque ningún elefante habría cabido en dicha habitación, a menos que fuese un elefante bebé. La puerta era tan pequeña que no había forma de hacer que un elefante entrase, ni siquiera un bebé elefante, y por supuesto, no había tampoco forma humana de sacarlo de la habitación”.

De modo que Houdini construyó una habitación y le puso un nombre de algo que no podía ser, pero el hecho de que la llamase así, ese nombre tan trasparente, me hacía creer que el elefante estaba allí, me hizo imaginar al elefante en la habitación. Se convirtió en la habitación del elefante de forma mágica. Los magos me hicieron verlo, así que sí, en realidad sí estaban haciendo magia. Pero eso no les convertía en magos.