Filetes, bailarinas y camuflaje: asistimos al mayor torneo de paintball de Europa

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Filetes, bailarinas y camuflaje: asistimos al mayor torneo de paintball de Europa

El Euro Big Game es el juego de guerra entre machotes más grande del mundo.

En este momento me doy cuenta del grave error que he cometido al correr a refugiarme en la casa. Apoyo la espalda contra la pared, tratando de evitar el fuego enemigo, y me concentro en los sonidos del interior del edificio. Casi todos sus defensores han sido abatidos. Sus desesperadas peticiones de ayuda resuenan por todo el lugar mientras los veo caer, uno a uno, ante las incesantes ráfagas de proyectiles. Era solo cuestión de pocos minutos que los atacantes lograran irrumpir en la sala en la que me refugiaba y de la que no había salida posible. En el preciso instante en que una nueva oleada de proyectiles vuelve a estrellarse contra el muro a mis espaldas, mi compañero se vuelve hacia mí. "Es lo mismo que pasó hace setenta años, cuando las tropas soviéticas tuvieron que luchar por el control de cada edificio contra los alemanes. ¿Te lo imaginas?", me susurra. En ese momento podía imaginármelo, quizá más nítidamente que nunca antes.

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Cuando el editor fotográfico de VICE Alemania, Grey, y yo viajamos desde Berlín a Mahlwinkel bei Magdeburg una mañana de mayo de 2016, ninguno de los dos sabíamos muy bien a qué atenernos. El Euro Big Game ya había empezado en una antigua base militar soviética. Según su sitio web, se trata del "mayor evento de paintball de Europa", al que acuden más de 1.000 participantes procedentes, en su mayoría de países del norte de Europa.

Lo primero que vimos al llegar a la base fue un enorme campamento polvoriento. Las tiendas estaban coronadas por banderas de colores y por todas partes había hombres vestidos de camuflaje corriendo de un lado a otro. Localizamos la tienda de información, en la que preguntamos por los organizadores del evento, como se nos había indicado. Al cabo de un rato, se aproximó a nosotros un tipo completamente vestido de negro cuyo aspecto era una mezcla entre Tom Cruise y John Lennon. "¡Es un placer teneros aquí a los dos!", dijo con los brazos abiertos y esbozando una amplia sonrisa.

David "Reaper" Justin

Nuestro nuevo amigo respondía al nombre de David "Reaper" Justin y al parecer era una figura muy destacada en el mundo del paintball. "Viajo por todo el mundo promocionando este deporte", afirmó orgulloso el hombre de 54 años. También se encarga de promocionar a sus 200 patrocinadores, entre ellos Tippmann, el mayor fabricante de armas de paintball del mundo. (Nota: los jugadores de paintball no llaman "pistolas" a sus armas, sino que prefieren usar el término "marcadoras").

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Las horas siguientes las pasamos con David, quien nos condujo a través del campamento mientras nos ofrecía una abrumante cantidad de información sobre la práctica del paintball. Así aprendimos, por ejemplo, que todas las marcadoras de la competición estaban reguladas para disparar a la misma velocidad; que a veces los participantes hacen trampas; que Tippmann fabrica las mejores marcadoras; que existen varios tipos de munición con gran variedad de alcance y precisión; que la comunidad de aficionados al paintball es muy extensa; y, lo más interesante de todo, que entre los participantes de esa edición había un chef holandés ganador de una estrella Michelin que sería el encargado de preparar carne a la brasa para todos al terminar el torneo.

Era difícil no advertir la ausencia total de mujeres en el evento. Más tarde nos confirmaron que solo había 40 inscritas en el torneo, además de unas cuantas azafatas que pululaban por el campamento ataviadas con tops ceñidos y pertrechadas con pistolas de agua.

Después de haber visitado prácticamente todos los stands y hablado con todos los comerciales del campamento, empezamos a inquietarnos: queríamos algo de acción. Nos entregaron dos máscaras y dos chalecos, pero ningún arma. Al parecer, no estábamos autorizados a participar en el torneo y formaríamos parte del Equipo Azul como "periodistas empotrados".

Los participantes habían sido divididos en dos grandes equipos: el Equipo Rojo y el Equipo Azul. Durante los cuatro días que dura la competición, ambos grupos se enfrentan en una serie de misiones con las que acumular puntos. Los mejores entre sus equipos desarrollan sofisticadas estrategias para lograr sus objetivos y, en general, la experiencia es muy similar a un combate real. Si recibes un impacto en cualquier parte del cuerpo o en el arma, estás descalificado y debes correr hacia una de las "áreas de inicio" para limpiarte y comenzar de nuevo.

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Eran las tres de la tarde cuando finalmente llegamos al campo de batalla. El sol calentaba la arena del terreno con toda su intensidad. Los soldados que lucían una banda azul en el brazo comenzaron a tomar posiciones en una intersección, mientras disparaban hacia la espesura, en la que de vez en cuando se atisbaba algún que otro brazalete rojo. El ambiente era tenso, pero en ningún momento sentimos que estuviéramos en peligro. Lo único que debíamos procurar era no quedar atrapados en el fuego cruzado.

Pero eso cambió cuando seguí a Reaper al interior del edificio. Momentos después, los Rojos lanzaron un ataque contra el edificio. David y yo estábamos atrapados en una habitación, mientras a nuestro alrededor se sucedían los gritos y los disparos. Entonces me di cuenta de que esta vez el chaleco no iba a salvarme: si alguien entrara en la sala, primero dispararía y luego se disculparía. Y esas bolas de pintura hacen mucho daño disparadas a dos metros de distancia. Me sentía como el reportero de guerra más inútil del mundo.

El autor y "Reaper"

Lo cierto es que estaba un poco asustado. David "Reaper", en cambio, parecía estar pasándoselo en grande. "¿Sabes qué decía Napoleón?", me preguntó en susurros a través de su máscara negra. "¡Nunca interrumpas a tu enemigo mientras esté cometiendo un error!". Me contó que su plan era permanecer agazapado, dejar que los Rojos llegaran y pillarlos por sorpresa. Pero el plan no funcionó. Después de lo que se me antojó una eternidad escondido en aquella sala, sudando en silencio, uno de los soldados rojos asomó la cabeza por la puerta. "Reaper" lo abatió, pero cayó inmediatamente bajo el fuego de otro soldado rojo. Milagrosamente, yo salí totalmente ileso.

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El colofón lo pusieron una traca de petardos que daban más realismo a la batalla. La arena estaba tan caliente por el sol que se produjo un pequeño incendio en el terreno de juego. El combate se interrumpió y todos tuvieron que volver a sus puestos iniciales.

Pese a todo, en el campamento reinaba un ambiente bullicioso en el que los soldados parecían sentirse muy a gusto y relajados. Se daban palmadas de ánimo y abrazos. Muchos se conocían de otros torneos y con los años habían llegado a forjar una amistad.

Conocimos a dos tipos suizos que habían recorrido más de 900 kilómetros en coche para participar en la competición. "Me parece muy divertido", dijo uno. "¡Esto de poder correr y tirarte al suelo lleno de barro vestido de uniforme es genial!".

"Hemos estado todo el año preparándonos para este torneo", me explicó Willie, un afable escocés líder de los Guerreros Escoceses. "Somos como una familia. Haríamos cualquier cosa por los nuestros y cuidamos unos de otros". Un sueco medio borracho y con pintura de guerra en la cara farfulló algo sobre eliminarlo, a lo que Willie respondió con un "capullo de mierda". Ambos se pusieron a reír.

"Mucha gente viene aquí por primera vez y acaban enganchados", afirmó David "Reaper". "Se les pone una sonrisa estúpida en la cara y piensan, 'Esto es lo que me he estado perdiendo toda la vida', y desde ese momento vienen todos los años, sin faltar ni uno".

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Era el momento de anunciar el ganador: el Equipo Azul. Tras la entrega de premios, hubo una subasta benéfica, seguida de una breve actuación de la mano de unas chicas en ropa interior.

Ya entrada la noche, abandonamos el campamento, dejando atrás barracones abandonados y tanques medio desmantelados. "Si disparar bolas de pintura sirve para liberar suficiente tensión y quitarte las ganas de invadir el país vecino, bienvenida sea esta práctica", pensé.

A continuación más fotos:

Traducción de Mario Abad