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Música

Las partituras de la paz en el Distrito de Aguablanca

En las calles del barrio de Desepaz, en Cali, Beethoven, Mozart y el sonido de los violines compiten con el ruido de las balas.

Escuela de Música de Desepaz. Foto por Escuela de Música de Desepaz.

Este artículo fue publicado originalmente en ¡Pacifista!, nuestra plataforma para la generación en paz.

Desepaz es un campo de batalla. Este barrio de la Comuna 21 de Cali está demarcado por las fronteras invisibles. La tranquilidad se extingue en cada calle. Las autoridades lo catalogan como uno de los vecindarios más vulnerados por la violencia en la ciudad. Pero son los jóvenes quienes más han padecido y protagonizado la violencia de la zona. En 2014, por ejemplo, más de 1.500 adolescentes del barrio fueron aprehendidos por participar en hurtos, tráfico de drogas y homicidios, según datos estadísticos de la Policía Metropolitana.

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Los vecinos han tratado de contrarrestar los ciclos de violencia involucrando a los jóvenes en proyectos comunitarios. Uno de ellos es la Escuela de Música de Desepaz, una historia de cómo el arte puede ser el camino para generar paz en barrios marginados. “La juventud tenía que emprender un proyecto de vida; alejarse de toda esta desolación y maldad. ¿Qué otro camino se podía tomar que no fueran las artes y la música?”, sostiene el profesor Hardison Carillón, director de la Escuela de Música de Desepaz.

Concierto de la Escuela de Música de Desepaz. Foto por Escuela de Música de Desepaz.

Desde 2005, cuando nació la Escuela de Música de Desepaz el panorama social y de convivencia empezó a cambiar gracias a que entidades como Proartes y la Orquesta Filarmónica de Cali se unieron para que niños, niñas y jóvenes de Desepaz dedicaran su tiempo libre a aprender la música clásica.

Beethoven, Mozart y el sonido de los violines comenzaron a inundar las calles que son escenario de la violencia. “Esta escuela de música se convirtió en una proyección de mejores seres humanos, mejores músicos y una mejor sociedad”, dice Luz Alba Zamora, coordinadora administrativa de la Escuela.

Las partituras de un mejor futuro

Hace 10 años, cuando la escuela apenas florecía, más de 60 niños, entre los 6 y los 18 años, conformaron una orquesta de cuerdas y un coro infantil. Hoy, ya son 320 los jóvenes que tienen la oportunidad de sembrar un futuro buscando la excelencia musical.

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Partituras de la paz. Foto por Escuela de Música de Desepaz.

Los docentes de esta academia hacen parte de la Banda departamental del Valle del Cauca y algunos son reconocidos artistas de música tradicional y folclórica. A pesar de ser un proyecto comunitario, esta escuela es atípica pues busca una educación musical especializada: 26 profesores dictan clases personalizadas a los más de 300 niños.

“Con amor y diálogo le hemos enseñado a estos niños. Muchos de ellos han tenido que lidiar con problemas familiares o han estado involucrados en pandillas”, cuenta Carrillón, profesor y director de la escuela. Al día de hoy, el proyecto ya tiene más de 30 egresados que tocan en la Banda Departamental y en la Orquesta Filarmónica de la ciudad.

“La única condición para que un niño entre a la escuela es que sea de la Comuna 21 y además esté estudiando. Aquí tenemos todos los instrumentos y la disposición para encaminarlos hacia una un nuevo prospecto de vida”, dice Zamora.

Concierto de la Escuela de Música de Desepaz. Foto Escuela de Música de Desepaz.

El impacto social del proyecto se ha reflejado en el reconocimiento de los chicos en la comunidad. Las barreras invisibles han desaparecido alrededor de la academia. “Cuando los niños van a la escuela pueden cruzar cualquier calle sin ningún riesgo. La gente sabe que ellos son los músicos y respetan eso”, señala Diana Díaz, madre beneficiaria del proyecto.

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La inclusión ha llevado a que la comunidad se apropie del proyecto y se sienta orgullosa de los logros de sus niños. “Queremos dar a conocer el talento de estos niños. Hace dos años llevamos 32 niños a México y, constantemente, estamos tocando en la capital”, cuenta Carrillón.

“La vida me cambió desde que me acerqué a la música”

Luis Fernando Panesso toca el fagot. Toma entre sus manos el instrumento y se pierde en la gravedad de su sonido. Desde hace tres años, descubrió que los días tenían un sonido de esperanza y que la vida podía cubrirse de armonía pues siempre había algo más que escuchar.

Luis Fernando Panesso Díaz, integrante de la Escuela de Música de Desepaz. Foto por Escuela de Música de Desepaz.

Aprendió que no debía distraerse con el golpe de las balas y las malas noticias que llegaban a su familia y a Desepaz. “Desde que entré a la Escuela de Música, mi vida cambió. La música me alejó de las malas actitudes y me hizo entender que la violencia solo era un pérdida de tiempo”, cuenta Panesso, quien cursa séptimo grado y tiene 13 años.

Después de pasar por muchos colegios, y comprometerse a mejorar su nivel académico, Luis Fernando logró ser de los alumnos más talentosos de la Escuela de Música. “El mes pasado fui seleccionado para tocar en la Banda Sinfónica Juvenil Nacional de Colombia. Por eso digo que la vida me cambió con la música”, cuenta Panesso.

Luego de participar en una convocatoria a principios de 2015, de la mano del profesor Alfredo Cobo, Luis Fernando se ganó un lugar entre los 100 integrantes de la banda nacional. “Yo soy madre soltera y esta escuela ha sido una bendición. Les enseñan que están destinados para cosas buenas, que hay un por qué vivir y un por qué luchar”, dice Diana Díaz, la madre de Panesso.

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Luis Fernando Panesso tocacno en la Escuela de Música de Desepaz. Foto por Escuela de Música de Desepaz.

“Este logro me hace pensar en que quiero ser como mi profesor cuando crezca, quiero tener mi propio fagot y ser un gran músico”, comenta Panesso. Trazar un proyecto de vida es la semilla de la paz que quiere cosechar la escuela en sus alumnos y su comunidad.

La Escuela de Música de Desepaz se ha convertido en un escenario de reconciliación y reparación social para la Comuna 21. Tanto padres como hijos se encontraron con la disciplina, el compromiso y la pasión que implica buscar la excelencia musical.

“Este proyecto es sostenible y queremos que se replique en diferentes partes de Colombia. La música puede construir paz y sanar el tejido social que parece perdido”, concluye Carrillón, director de la escuela.

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