En defensa de Dulceida
Imagen via Instagram @dulceida

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En defensa de Dulceida

Ayer Dulceida se convirtió en trending topic y en Moncloa debían estar frotándose las manos.

"Si me veis por la playi saludarme pero no me hare fotis". Sin tildes y con un imperativo mal conjugado, Dulceida se convirtió anoche en trending topic, superando por momentos al primer presidente en declarar como testigo de nuestra historia. En Moncloa debían estar googleando su nombre y frotándose las manos.

Aunque probablemente me arrepienta de esto, voy a defender a Dulceida. Porque lo que nos dijo entre líneas con el stories de la discordia era lo realmente importante: su cuenta de Instagram es un escaparate para todas aquellas empresas que pagan por sus servicios de prescriptora de tendencias. Y eso es curro. Y por eso quiere descansar.

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Este fue el stories de la polémica. Foto sacada del Instagram de @dulceida

Este fue el mensaje de la discordia, el que hizo que los españoles, que somos "muy españoles y mucho españoles" en eso de sacarle punta hasta al Alpino más afilado, arrojásemos a las hienas a Aída Domenech. Porque alguien que aparenta estar siempre de vacaciones no tiene derecho a vacaciones. Y porque ayer no había nadie mejor a quien despellejar. Teniendo a Dulceida, ¿quién va a querer meterse con un partido cuya financiación tiene más que ver con la camorra que con la política (o con la política antes de que ellos la convirtieran en camorra)?

Debates en Twitter sobre si todos cometemos errores ortográficos en las redes, reproches a Dulceida por no tener la ESO (obviando que se ha convertido en un ejemplo para las miles de adolescentes que siguen sus pasos y que, sin la ESO, seguramente escribirán así en el Stories), Maxim Huerta invitándonos a reflexionar sobre qué pasaría si Concha Velasco se marcara un Dulceida (¿?)…

Pero la cuestión central del debate nacional era si Aída tiene o no derecho a negar fotos a sus fans porque quiere descansar. Los partidarios del "no" tiraron de hemeroteca y sacaron a la luz, en un ejercicio de investigación digno del Diario 16 que destapó los GAL, cientos, miles de fotos de la instagramer en playas y piscinas de ensueño. El objetivo no era otro que justificar su argumento principal: ¿por qué tendría que descansar alguien que se pasa los 365 días del año descansando?

Obviaban dos cosas: que los influencers firman al día mas contratos que una ETT y que su trabajo (sí, trabajo) se basa precisamente en crear una falsa ilusión de cercanía con su público. Las redes sociales te han acercado a ella, pero no es tu amiga. El curro de Dulceida consiste en hacernos creer que está siempre de vacaciones y evitar que reparemos en que la oficina de turismo del destino que aparece en su ubicación, la firma del bikini que lleva puesto y la marca de la cerveza que sujeta le han hecho un ingreso de más de tres ceros para que muestre al mundo lo feliz que está con sus productos. Y así con los trucos de maquillaje y estilismo que cuenta en sus vídeos, los posts de festivales en los que, curiosamente, viste siempre la misma marca de vaqueros, sus restaurantes favoritos… Dulceida es, como muchas otras influencers, un escaparate que verán cada día casi dos millones de personas.

Detrás de las fotos en las que parece que Dulceida está siempre ociosa hay marcas, sesiones de fotos de horas, reuniones seguramente no demasiado divertidas para negociar precios acordes a su impacto en redes… Nos guste o no el concepto de persona-anuncio, de chica-marquesina, el de Dulceida es un trabajo. Y nadie le ha recriminado nunca a un angelito de Victoria's Secret que su oficio consista en posar en playas y piscinas.