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Cultură

Los cómicos que no le molan a nadie

Algunos monologuistas ni triunfan ni son underground.

A ti no te gustan los monólogos. Lo sé porque yo mismo los hago y nunca he visto entre el público a nadie con pinta de leer la VICE. Gente con pinta de leer la Cuore sí, muchas veces. O la Garbo, si existiera todavía. Pero no te culpo, ¿eh? A mí tampoco me gustarían si no me dedicara a esto. Aunque me duela -a diferencia del cine, la literatura o la música- la comedia de escenario en nuestro país no ha sido capaz de crear unos canales de comunicación eficientes para hacer llegar la buena nueva de que hay vida más allá del Club de la Comedia.

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Y qué vida… Lo creas o no, lo que sucede en la comedia es más excitante que nada de lo sucedido en la música, la literatura o al cine de este país. Porque mientras que el músico más rarito, el novelista más inaccesible y el cineasta más low cost crean con la certeza de que, sin importar lo minoritario de sus propuestas, siempre encontrarán personas interesadas; el cómico decidido a salirse del circuito se encuentra con que fuera sólo hay cataratas y dragones. Digamos que el cine, la literatura o la música serían la Velvet Underground reuniéndose para tocar en el Primavera, mientras que la comedia sería la Velvet Underground en el 69, cuando no iba ni Ranma a verlos tocar.

El Niño Pastor ha pasado el verano en la Second City con una beca, lo que ha dejado con la boca abierta a las tres personas de nuestro país que saben lo que es Second City. 

Nadie lo diría porque en general tienen un sentido bastante deficitario de la moda, pero en todos ellos hay una sincera actitud punk y una evidente devoción por el hazlo tú mismo que no se ven desde… bueno, desde el punk: Buscan que les dejen subirse unos minutos al escenario, gente con la que llenarlas y alguna remuneración, aunque sea en forma de copas. A esos escenarios se suben muchas formas de entender la comedia, pero todas tienen en común que no han conseguido entrar en el circuito profesional de “monólogos”. Y mucho menos a la tele, donde no eres nadie si tus youtubes no tienen millones de visionados. Es precisamente en ese sentimiento de estar fuera de todo donde reside su mayor fortaleza. Y su mayor debilidad.

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Todo esto puede parecer bonito desde fuera, pero desde dentro… ay, amigo, desde dentro. Gente que se ve obligada a organizar sus propios bolos cobrando lo que un cómico del mainstream deja de propina en un restaurante. Con un público que no tiene claro si lo que está viendo es un comedia o qué. Con especial énfasis en el qué. Han llegado a recibir amenazas por hablar de según qué temas y hasta les han acusado de no ser cómicos, aunque lo más habitual es que lo que hacen no le importe a nadie. El underground es básicamente pegar palos de ciego hasta que 1) sales del agujero o 2) te mueres en una pensión. Pero esto ha pasado de ser “lo que se aparta de la tradición o las corrientes contemporáneas habituales” para convertirse en “loquelegustaalagentequemola”.

Mike el Galés, la prueba de que no sólo los cómicos españoles se ven obligados a emigrar. 

Y así lo que hoy sucede es que la escena se divide en aquellos que están en el mainstream y los que pueblan el underground. Los primeros ya hemos dicho que salen en la tele, en los anuncios y el Club de la Comedia. Los segundos actúan en museos, en teatritos y tienen el favor de otra gente. Son los que molan, vaya. Pero resulta que hay un grupo más, el de unos cuantos olvidados que merecen cinco minutos de gloria antes de que la obtengan entrando a un centro comercial con escopeta. Son los que no se ganan la vida con esto, los de en medio. No son comerciales pero tampoco son abrazados por la gente chachi de la subcultura. Este es el nuevo y verdadero underground.Diego Fabiano y More Mero, Pablo Ibarburu, Pilar de Francisco, Madafakas o God Save the Comedy lo saben bien.

Pertenecer al underground, al verdadero underground, siempre haya sido una putísima mierda. Y lo digo por experiencia.