Por lo general soy una persona muy amable. Demasiado, quizá. Soy de los que dejan pasar a la gente en la cola del supermercado porque pienso que seguramente han tenido un día horrible y están deseando llegar a casa y hacerle el amor a su tarrina de Häagen-Dazs. Si tengo ganas de estornudar, primero me aseguro de haber pedido disculpas a todos los presentes, como si estuviesen a punto de presenciar un acto de indiscreción imperdonable. Una vez me tropecé con una farola y me faltó tiempo para pedirle disculpas.
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"¡Michael, si te lo propusieras, podrías ser más cabrón y la gente te querría igualmente!", me dijo hace poco una amiga, consciente de mi necesidad de obtener la aprobación de la gente para todo.
Lo cierto es que conozco personas en mi entorno a las que definiría como "cabrones". Magdalena, por ejemplo, una "amiga" empeñada en referirse a lo que hago para ganarme la vida como "ese hobby loco". Hace poco le conté que había conseguido vender mi manuscrito a una editorial. Su respuesta literal: "¡Hoy día CUALQUIER COSA es posible!".Menuda capulla. Y, sin embargo, me cae genial.Y uno se plantea: ¿qué cualidades hay que tener para ser un gilipollas? Para saberlo, llevé a cabo una encuesta por Twitter. Las respuestas fueron de lo más variado.Algunos decían que no había actitud más gilipollas que "quedarse en el lado izquierdo de las escaleras mecánicas", ser racista o sexista o "comerse un bocadillo de chorizo apestoso en el metro". Pero todos los ejemplos tenían un denominador común: el que es gilipollas hace lo que le da la gana, sin consideración alguna por los demás.El que es gilipollas hace lo que le da la gana, sin consideración alguna por los demás
¿Sería yo un tío que saluda al software de reconocimiento de voz de su móvil con un "¡Hola, querida Siri!" y le da las gracias al terminar capaz de pasarme toda una semana actuando como un cabrón? ¿Cómo afectaría esa actitud a mi rutina diaria y a mis relaciones? ¿Correría el riesgo de que me gustara ser así? Habría que descubrirlo.Una amiga que está de vacaciones me manda un mensaje diciéndome que no me olvide de regarle las plantas. Bien, pues me olvidé
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Día 1
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Día 2
Pese a lo borde que soy, la camarera sigue atendiéndome con amabilidad y me desea un buen día incluso cuando no le he dejado nada de propina. Nada te deja peor cuerpo que tratar mal a alguien que es superamable contigo.De repente siento la necesidad imperiosa de buscar a esa camarera por Facebook y enviarle un mensaje que diga: "Para el mundo eres alguien, pero para alguien eras EL MUNDO". En vez de eso, reprimo las ganas, me voy a dormir y sueño con el día en que pueda volver a ser amable.Nada te deja peor cuerpo que tratar mal a alguien que es superamable contigo
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DÍA 3
Hoy no es ninguna excepción. Nos saludamos, nos ponemos al día de nuestras vidas y a continuación Magdalena dice que "tenemos" que quedar para tomar algo pronto, seguro que porque se muere de ganas de soltarme una retahíla de insultos.Odio los enfrentamientos, pero en ese momento hago acopio de valor y le espeto: "¡No quiero!". Aunque mi respuesta no es muy original ni indignante, yo me siento como si acabara de hacerle la peor de las ofensas a Magdalena."Bueno, pues no quedaremos", responde, un poco decepcionada. El silencio que se produce a continuación me incomoda tanto que me apresuro a rellenarlo diciendo algo. "Me tengo que ir a comprar patatas", me oigo decir, y acto seguido desaparezco en el interior del súper, como un borde de pro.El silencio que se produce a continuación me incomoda tanto que me apresuro a rellenarlo diciendo algo
Día 4
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Estoy de suerte: en mi vagón hay un matrimonio con cuatro hijos que sueltan unos chillidos horribles cada vez que pasamos por un túnel, que para ellos es como si cruzáramos un portal hacia el inframundo.
Normalmente, no diría nada, porque yo de pequeño también me asustaba en la oscuridad, pero esta semana soy borde. Cada vez que los niños gritan, yo carraspeo sonoramente o refunfuño sin apartar la vista del periódico que tengo entre las manos. Para darle más realismo a mi personaje, me lamo el dedo cada vez que voy a pasar la página. La familia me ignora por completo.Poco después, y de forma totalmente involuntaria, protagonizo una escena de borde de los de manual. El padre está intentando calmar a los niños y les dice que no se preocupen, que ese era el último túnel. Como conozco la ruta, sé que lo que está diciendo es una flagrante mentira. "Siento decepcionarle, pero todavía tenemos que pasar más túneles de los que ya hemos pasado".Yo lo veo como un consejo útil de viajero a viajero, pero el padre de familia me mira con la cara desencajada, como si hubiera dicho a sus hijos que las mascotas viejas no "se van a una granja de mascotas", sino que se mueren y no vuelven nunca más.Uno tras otro, los niños reanudan el llanto con más intensidad. Subí a ese tren como un hombre medio decente, pero bajé de él como un capullo integral.Subí a ese tren como un hombre medio decente, pero bajé de él como un capullo integral
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Día 5
Día 6
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Justo cuando empieza "Simply the Best", a la una de la madrugada, me voy de la fiesta, totalmente borracho y sin despedirme de nadie. Para colmo, me llevo una cerveza para el camino. Esto último no forma parte de mi proyecto de ser gilipollas, sino que es como me comporto cuando bebo.Me levanto con dolor de cabeza y me encuentro fatal. Supongo que en parte es por haber estado tomando cerveza por vía intravenosa el día anterior, pero quiero creer que son los efectos secundarios de pasar una semana siendo un capullo.Soy consciente de que, a pesar de mis esfuerzos, he sido relativamente agradable esta semana. Si no recuerdo mal, todavía no me he puesto a la izquierda de las escaleras mecánicas ni una vez ni he escupido en la acera para demostrar mi hombría. Sin embargo, varias de las situaciones de esta semana han sido bastante incómodas para mí. Me siento como Lindsay Lohan en el final de Chicas malas, cuando siente la necesidad impetuosa de enmendar sus errores.
Día 7
Tomo el desayuno en el mismo restaurante en el que castigué a la camarera con mi desprecio hace unos días, pero hoy soy todo dulzura. La miro a los ojos y en general me comporto como Oprah en uno de esos momentos en los que regala coches a la gente del público.Debo reconocer que ha habido momentos durante esta semana en los que sentía cierto regocijo comportándome como un gilipollas: he conseguido librarme de una partida de Scrabble, he dejado clara mi opinión a una persona (más o menos) desagradable y he terminado el fin de semana con una nevera llena de cerveza.No me gusta la gente borde, y mucho menos las personas egoístas y desconsideradas. No me gustaría acabar pareciéndome a Magdalena, así que voy a seguir siendo majo. Cederé el asiento en el metro a cualquiera que parezca aunque sea un día mayor de 35 años y seguiré disculpándome con las farolas con las que tropiece.Aun así, todavía guardo cierta comprensión por todos los gilipollas del mundo. Sus vidas son fantásticas y están llenas de placer egoísta. Es como hacerse una paja delante de un espejo de cuerpo entero. Recomiendo a todos los lectores que prueben a ser unos capullos de vez en cuando. Aunque sea por diversión. Que lo prueben un rato. A lo mejor incluso les gusta. Pero por favor, sin abusar.Traducción por Mario Abad.Si no recuerdo mal, todavía no me he puesto a la izquierda de las escaleras mecánicas ni una vez ni he escupido en la acera para demostrar mi hombría