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paso del norte

Antonio, un niño migrante de diez años que fue deportado a Ciudad Juárez

Después de viajar en autobús desde Guatemala y pasar por todo un camino de narcotráfico y violencia, fue detenido por la Patrulla Fronteriza en el centro de El Paso, Texas, y deportado antes de poder encontrarse con sus padres.

Antonio.

Antonio no entiende un carajo de qué se trata eso del "DREAM Act" o la Acción Diferida, propuesta legislativa cuyo fin es solucionar la situación de los jóvenes que llegaron a Estados Unidos de manera indocumentada siendo menores de edad y que cumplen ciertos requisitos, como haber llegado antes de los 15 años, haber permanecido al menos cinco años en el país y completar dos años de educación superior o de servicio en las fuerzas armadas.

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Cuando le pregunto sobre esto a Antonio, no puede pronunciar ni Dream ni Diferida. Pero a sus diez años y después de haber atravesado en autobús el peligroso camino de Guatemala hasta El Paso, Texas, entiende una cosa: allá donde estuvo —hasta ser deportado— pudo haber tenido la oportunidad de estudiar y eventualmente obtener una residencia legal estadunidense.

Conocí a Antonio en un albergue para niños en Ciudad Juárez, México, a donde fue deportado. Es uno de los miles de menores que las autoridades fronterizas de Estados Unidos y de México estiman que viajan solos al norte, con la expectativa de que les vaya mejor en sus intentos por quedarse en Estados Unidos por su condición de menores no acompañados.

El camino que eligió Antonio, un niño moreno y delgado, fue uno difícil: internarse a México por la frontera sur, junto a un traficante de personas completamente desconocido. El puro atrevimiento le pudo haber costado la vida. Pero igual pudo morir durante el viaje en balsa desde Puerto de Ocos, en Guatemala, donde encontró al pollero, hasta llegar a la frontera sur para subir a La Bestia, ese tren plagado de asesinatos. O en el trayecto en autobús por Saltillo, Torreón y Chihuahua hasta Ciudad Juárez, todo un territorio de narcotráfico y violencia.

Este trayecto, explicado por el pequeño Antonio, es el mismo citado en el reporte Migrantes en su paso por México: nuevas problemáticas, rutas, estrategias y redes, un documento que expone las nuevas rutas de indocumentados que evitan hacer el trayecto completo a bordo de La Bestia. Esta semana, el gobierno de Barack Obama declaró un estado "urgente" por el tema de los migrantes menores, y anunció un plan para atenderlos. Los esfuerzos por ahora están bajo el cargo de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés), la misma organización humanitaria acusada de abusos y negligencia durante el huracán Katrina de 2005 en Nueva Orleans.

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Se estima que 60 mil menores intentarán cruzar para Estados Unidos este año, un gran aumento a los seis mil en 2011.

La deportación de Antonio

El guía de Antonio, el pollero, cobró cerca de seis mil dólares que sus padres pagaron desde Estados Unidos. Él se encargó de cruzar a Antonio hacia El Paso, Texas, por la frontera de Ciudad Juárez. Ahí el traficante tuvo que desembolsar al menos 100 dólares por el permiso de la pandilla binacional Barrio Azteca para cruzar por estas tierras.

Apenas unos pasos dentro de Estados Unidos el hombre le dio indicaciones: "te vas por la avenida, paisano, ahí hay un McDonalds y llegando llamas a este número".

Pero cuando Antonio comenzó a andar por la calle, una noche del febrero pasado, un agente de la Patrulla Fronteriza lo detuvo, le preguntó qué hacía a esas horas solo por el centro de El Paso, le pidió sus documentos y finalmente lo encerró en la parte trasera de una camioneta.

A la siguiente mañana, Antonio fue entregado a un albergue para menores migrantes del DIF en Ciudad Juárez, el mismo albergue que en el último año ha recibido a cientos de menores que intentan llegar a Estados Unidos, el mismo centro que recibió a una niña ecuatoriana que terminó optando por el suicidio antes de regresar a su país.

Ahí es donde encontré a Antonio. Asustado, Antonio en un principio negó haberle pagado a un pollero, pero casi al final de la entrevista se soltó.

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"Allá están mis papás. Yo les dije sólo que me quería ir con ellos, aunque no querían", me dijo Antonio. "Digamos que las cosas ahorita en Guatemala no están muy bien. No hay oportunidades y en Estados Unidos yo iba a estudiar".

Antonio dijo que sus papás trataron de convencerlo para que no se fuera de Guatemala, "que ahorita tampoco está muy fácil vivir en Estados Unidos".

Él quiere ser médico, pero ya no buscará ese sueño al otro lado del muro fronterizo. Me cuenta que está asustado, que el camino fue muy largo y ahora sólo quiere regresar a su casa. Por ahora la Procuraduría General de la República (PGR) mediante el programa de Protección a Menores es la encargada del menor. El albergue le ofrece todas su necesidades de vestido, hospedaje y comidas, mientras la PGR se encarga de localizar a sus familiares y ponerlo en un vuelo de regreso a su país. Platiqué con Antonio a mediados de mayo pasado y aún podrían pasar varios meses antes de arreglar su regreso.

Pueblos de menores migrantes

Los estados fronterizos de Texas y Chihuahua se están convirtiendo en entidades que albergan pequeñas ciudades de menores migrantes. Del lado estadunidense de la frontera están todos esos menores que han logrado cruzar y esperan ser deportados o recibir algún tipo de asilo, en el lado mexicano están quienes ya fueron deportados y esperan ser repatriados a sus países de origen.

Unos 47 mil menores han sido arrestados de octubre pasado a la fecha en la frontera sur de los Estados Unidos, la mayoría mientras viajaban sin compañía de un familiar, según la Patrulla Fronteriza. Esto significa que hay que hacer espacio para ellos en México y en Estados Unidos, como si fuera una ola de refugiados en el medio oriente.

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Las autoridades federales estadunidenses han creado un albergue temporal en un fuerte militar en desuso. La antigua base Lackland, en las afueras de San Antonio, Texas, fue abierta el mes pasado para refugiar a unos mil 200 menores indocumentados, y el pasado lunes se abrió un nuevo albergue en California con cupo para 600 menores, según dijo en conferencia Mark Greenberg, secretario del Servicio Administrativo para Menores y Familias del Departamento de Salud de Estados Unidos.

Sin embargo esto no alcanza si quiere el gobierno estadunidense albergar la migración esperada para 2014. ¿Entonces cuál es el plan? Según una fuente de la Patrulla Fronteriza que habló conmigo con la condición de que su identidad fuera secreta, el plan es básicamente más de lo mismo: detenerlos en la frontera y deportarlos inmediatamente.

Fernando Loera, director del programa de Atención a Menores Migrantes del albergue México Mi Hogar, controlado por el DIF en Ciudad Juárez, asegura que esta ciudad sufre de una "inmensa mayoría de deportaciones de menores".

El día que visité el albergue, un edificio climatizado, con salas de juegos y una cocina amplia, había cerca de 40 menores migrantes que fueron deportados. Eran en su mayoría originarios de Honduras, Guatemala, Ecuador y México. Un promedio de 40 menores al mes, entre los 11 y 17 años de edad, son "repatriados" a México sin importar su verdadero lugar de origén, dijo Loera. En un año típico se registran 450 ingresos de jovenes al albergue, sin embargo, para 2014 espera que por lo menos se duplique.

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"Aquí les damos atención hasta que son repatriados a sus lugares de origen, si son mexicanos duran menos tiempo, si son de Centroamérica pueden tardar varios meses antes de que sean trasladados", explica Loera, un joven con lentes de pasta a quien los menores confían sus historias.

Cuando Loera dice "atención" se refiere a alimentos, ropa, y atención psicológica.

"En las entrevistas que hacemos, los menores se desbordan en una crisis de llanto por estar afrontando un proceso de duelo, además de que pasaron por todo México y viven lo que es el pago de cuotas, extorsiones, violencia", relató.

A Loera le gusta referirse a la repatriación como "un duelo, un luto". Dice que lo que los menores deportados viven es una pérdida por no tener la oportunidad de vida que buscaban. "Llegan aquí con frustración, ansiedad, estrés, depresión", dijo.

El caso de Nohemí Álvarez, la niña que se suicidó en un alberque del DIF en Ciudad Juarez, tipifica la intensidad del problema. El pasado 11 de marzo, Nohemí, una menor de 12 años de edad identificada como originaria de Ecuador, fue localizada sin vida en el interior de la casa-hogar La Esperanza, uno de los albergues del DIF, después de haber sido asegurada por la policía de Chihuahua cuando se encontraba en poder de Ferman Uves, el supuesto pollero contratado por su familia con la intención de cruzarla a Estados Unidos por Anapra, una de las zonas más marginadas de Ciudad Juárez.

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La Fiscalía General del Estado de Chihuahua determinó, luego de que un funcionario la encontrara sin vida, que la niña se suicidó colgándose con una cortina de baño en una de las habitaciones del albergue. El cuerpo de la pequeña fue repatriado a Ecuador donde fue velado por los familiares que quedaron allá, sin la presencia de sus padres.

Ricky Martin (derecha) ha sido pollero desde hace 20 años.

Así se ve el tráfico de cerca

Ricky Martin, apodado así por su cabello rubio y largo, es un pollero que ha trabajado en esta actividad ilegal desde hace 20 años. Como él mismo lo dijo el día que lo conocí: "soy una versión de Ricky Martin pero drogadicto".

Ricky sabe más de la actividad de cruce de indocumentados en toda la frontera que cualquier estadística, académico, o agencia policial. Desde la década de los noventas, mucho antes de los atentados del 9/11, él recibía a la gente de El Salvador, Guatemala, Ecuador, Honduras y del sur de México para entregarlos "sanos y salvos" en Estados Unidos. "Sin transas, sin riesgos", me reafirmó desde el patio de su casa, en una de las colonias más conflictivas de Ciudad Juárez, pegadas al Río Bravo.

Cuando cayeron las Torres Gemelas en Nueva York, indirectamente el negocio del tráfico de indocumentados se volvió casi imposible.

"Antes no estaba el muro, no estaban todas las cámaras ni los sensores ni la vigilancia de la Border [Patrol]. Estaba pelada, antes uno nomás se escondía en el río y ámonos, pa´dentro", cuenta Ricky.

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La versión oficial del reforzamiento de la vigilancia en la frontera apuntaba como objetivo las amenazas terroristas. Sin embargo, hasta ahora los únicos que han caído como peces en una red son los indocumentados y los polleros como Ricky Martin.

"Ahorita está cabrón pero no sólo por los gringos, sino porque todo esto ya está vigilado por La Línea y por el Barrio Azteca", dijo.

A Ricky le han abierto la cabeza de un cachazo los del Barrio Azteca, una pandilla binacional que sirve como empleados freelance de La Línea, el brazo armado del Cártel de Juárez. "Por cada persona que cruzo me piden 100 dólares y yo, como trabajo derecho, le pido el dinero a la gente hasta que ya están del otro lado. Esa vez no traía el dinero, por eso me pusieron una chinga. Yo creo que ya voy a dejar ese jale", contó Ricky con la mirada al suelo.

El problema, además del cobro de cuota, es que a los indocumentados, sobretodo a los menores, los usan como "mulas". Les dan mochilas llenas de droga para cruzar al otro lado, además de las violaciones a mujeres no acompañadas y de la rapiña.

El portavoz de la policía de Ciudad Juárez, Adrián Sánchez, afirmó en entrevista con VICE News tener conocimiento de que esta actividad está controlada por la mafia. Así lo afirmó también Loera, del albergue, al igual que el Pastor José Tavizón, quien recibe a adultos indocumentados deportados.

Es a través de Tavizón que pido a uno de los jefes de La Línea una entrevista para hablar sobre lo que enfrentan los menores que intentan cruzar solos por esta frontera. "Ahorita no se puede compa, ya vinieron de otros periódicos de Inglaterra y de Nueva York a querer hacer ese rollo, pero te voy a pedir algo: no nos estén calentando la plaza", me advierte por teléfono el supuesto líder de la mafia.

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De este hombre es de quien los "polleros independientes" como Ricky se esconden. Ricky tiene los contactos en El Salvador y en Honduras, ambos mujeres, que guían a los menores por todo el territorio mexicano mediante celulares hasta llegar a casa de Ricky, una pequeña casa de ladrillos sobre una montaña pavimentada desde donde se ve el Río Bravo, el muro fronterizo y el centro de El Paso, Texas.

"Ella se queda con cinco mil dólares y los guía por celular para no arriesgarse. De esta manera les dice a dónde llegar a comer y dormir, todo, cada detalle, y luego ya llegan conmigo. Yo me quedo con unos mil dólares, pero tengo que pagarle a aquellos locos", se quejó Ricky.

Entre Ricky, las mujeres en Centroamérica, el hombre con quien hablé por celular, los pandilleros del Barrio Azteca y los agentes de la Patrulla Fronteriza, se la rifan los menores que buscan entrar a Estados Unidos, estudiar y rezar porque el gobierno norteamericano decida hacerlos residentes permanentes.

Política

La administración de Barack Obama ha tildado el incremento en el tráfico de menores migrantes no acompañados como "una situación humanitaria urgente", es decir, aún no es una crisis.

La explicación que da es que, a pesar de que se cree que estos menores están cruzando por la concepción de que podrán eventualmente quedarse de manera legal en Estados Unidos, la realidad es que están huyendo del trepidante índice de criminalidad en sus países.

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"Hemos escuchado rumores y reportes que dicen que el incremento [de menores migrantes] es en respuesta a la percepción de que los menores podrán quedarse [en Estados Unidos] o que la reforma migratoria los beneficiará de alguna manera. Pero parece estar muy claro que lo que los motiva es lo que está sucediendo en sus países de origen", dijo la directora del Concilio de Políticas Públicas de la Casa Blanca, Cecilia Muñoz en una videoconferencia el pasado lunes.

Pero el chico Antonio, al igual que los otros menores que me contaron sus razones en el albergue en Ciudad Juárez, no ven diferencia entre ambas versiones: las cosas van mal en Centroamérica y la única opción para estudiar parece ser Estados Unidos.

Muñoz explicó que los menores recién llegados a los Estados Unidos no se verán beneficiados por la reforma aprobada en 2013 por el Senado, la llamada Acción Diferida, un programa que permite a los menores que cumplan con ciertas características como haber terminado la universidad en aquel país, entre otras, y puedan quedarse en el país legalmente.

Leonel.

De regreso

El común denominador entre los menores que intentan cruzar solos a los Estados Unidos parece ser la ambición por estudiar y la desesperanza. Sentado junto a mí, sobre el lecho del Río Bravo, está Leonel, un joven de 16 años, originario de Chihuahua, moreno, delgado y con problemas del habla, me dice que apenas ayer fue deportado por esta frontera.

"Me crucé para estudiar porque aquí está difícil, dicen que las escuelas no son muy buenas. Eso dice mi abuela, pues", me contó.

A Leonel le robaron los 800 dólares que cobra un pollero por el corto trayecto de Ciudad Juárez a El Paso, Texas. "El hombre ese llegó en la noche a pedirle el dinero a mi abuela para llevarme con mis papás, que están en Denver, Colorado, pero en cuanto le dio el dinero, se arrancó, nomás nos robó".

Los padres de Leonel volvieron a juntar el dinero para intentar reunirse con su hijo y esta vez lo lograron, al menos por unas horas. "El pollero me dejó ahí en el mero portón [el muro fronterizo] y me dijo que le caminara para una calle que está ahí, pero en eso nos vio una patrulla y él se regresó [a México] y a mí me agarraron", relató.

Leonel dice que los agentes de la Patrulla Fronteriza lo amenazaron con meterlo a la cárcel, con llevárselo lejos de su familia si lo volvían a ver. Lo detuvieron 24 horas, tomaron sus datos, huellas, fotografías y luego lo regresaron a Ciudad Juárez.

"Mis papás si quieren que lo intente otra vez, pero yo ya no quiero," me dijo. "La verdad si me da miedo, me asustaron los gringos. Yo creo que voy a entrar a un bachilleres aquí o en Chihuahua."

Sigue a Luis Chaparro en Twitter:

@LuisKuryaki