​Me pasé 12 horas en Leroy Merlin

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Cultură

​Me pasé 12 horas en Leroy Merlin

O cómo puede llegar un día en que lo único que te separa de la locura es un taller de mantenimiento de piscinas.

Leroy Merlin y yo, cuando todavía nos queríamos.

Esta es la historia de un desamor. De cómo uno de mis establecimientos favoritos y yo acabamos cortando, o como mínimo "nos dimos un tiempo". Os hago un spoiler: lo conseguí, pasé allí las doce horas. Ningún dependiente me preguntó nada, ningún guardia de seguridad me echó. Ellos cambiaban el turno mientras yo seguía allí, atrapada. Ojalá me hubieran pillado. Ojalá me hubieran echado. Íñigo de Bricomanía: si estás leyendo esto, que sepas que mi hazaña va por ti y tus briconsejos de jardinería. Nunca creí que pudieran parecerme tan excitantes palabras como "caducifolio" y "pecíolo".

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De 10 a 12 h - Lo más parecido a Bricomanía

Leroy Merlin es creatividad, es magia, hace volar tu imaginación. Si dices que vas a ir, algunos se contagian de esa fuerza: un amigo decidió acompañarme con el propósito de comprar madera para hacerse un mueble. Me pareció un poco trampa, pero ¡qué diablos! Esto me daría la opción de disfrutar de una de las mayores atracciones de Leroy Merlin, del auténtico Dragon Khan del bricolaje: la zona de sierras gigantes donde cortan madera a medida. Mi día empezaba con emociones fuertes.

Nos dirigimos allí. Y había cola. Supongo que es bastante común irse a dormir un viernes pensando "¡Oye!, ¿sabes qué? Mañana voy a levantarme bien pronto para conseguir un poco de madera cortada a medida". Llegó nuestro turno, y me quedé fascinada viendo cómo el trabajador operaba la sierra gigante. Con gracia y maestría, como un patinador artístico que corta el hielo con la cuchilla de sus patines. Qué preciosidad.

Él sería medallista si hubiera olimpiadas del bricolaje. De hecho, sería la leche que existieran.

Luego fuimos a buscar unos hierros para las patas. Eran muy largos, había que cortarlos. Preguntamos al patinador artístico de las sierras y nos dio una maravillosa sorpresa: Leroy Merlin dispone de un banco de trabajo con herramientas que la gente puede utilizar. JODER, SON LOS MEJORES. Fuimos allí y me puse a cortar con emoción. ¡Este día estaba siendo divertidísimo! Pero alguien tenía que joderlo: un señor espontáneo acudió a socorrer a quien, según él, era una doncella en apuros. "Déjame, ya te lo corto yo, que te vas a hacer daño y puedes estropear las herramientas". Ante mi mirada de desprecio, aquel viejo lo hizo todo. Y aún encima le di las gracias. Me cago en el puto patriarcado.

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Una hembra feliz, antes de la irrupción del macho.

De 12 a 14 h - El Planeta Leroy Merlin

Mi amigo se fue. Habían pasado dos horas. De doce. En fin, yo me había metido en esto, rechazando la opción de Ikea (¿qué clase de reto es pasar un día en Ikea? Es como si estuvieras en casa, pero una casa más grande, mejor decorada, con comida más exótica y más amigos que vienen a verte). Elegí Leroy Merlin porque es otro planeta. Está lleno de productos que son un misterio para el humano medio. Creo que eso es lo que quieren transmitir con ese verde alien corporativo. No me jodáis, estas cosas no son de este mundo: "emulsión bituminosa", "programador de nebulización", "perfiles de transición", "coquillas de polietileno", "sobremuro solar de cromo", "válvula esfera mariposa", "placa asfáltica" o "tableros machihembrados". Si queréis saber qué coño son, buscadlo en la Bricopedia (otro maravilloso servicio de Leroy Merlin). Si ya lo sabéis, espero que hayáis venido a la Tierra en son de paz.

¿Necesita nuestro mundo estas cosas? Por cierto, lo último son una lata, una caja de pasta y un libro falsos, para esconder tus objetos de valor. Claro que sí.

De 14 a 17 h - La lista de la compra imaginaria

Buf, qué saturación. Llegó la hora de comer. Y no, en Leroy Merlin NO HAY RESTAURANTE. Podría haberme traído algo. Podría salir media horita a comerme una albóndigas con bandera sueca en la nave vecina. Pero ¿sabéis qué? No. Eso sería trampa. Eso no serían doce horas en Leroy Merlin. "Las reglas ayudan a controlar la diversión", como sabiamente dijo Monica Geller. Hemos venido a jugar. Así que me quedé sin comer. La cosa estaba chunga, era el momento de sacar el as que tenía en la manga: una lista de la compra inventada que había pedido que hicieran mis amigos. A ver cuántos productos era capaz de encontrar (y cuanto tiempo lograba perder).

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Mis amigos se vinieron arriba con esto de la lista. ¿Nos os había dicho que Leroy Merlin hace volar tu imaginación?

Lo encontré casi todo, chavales. Me llevó tres horas porque deliberadamente caminaba cual walking dead. Sustituí las cosas que no había por lo más parecido que pude encontrar, salvo en el caso de la pintura. ¿Quién elige los colores blanco y salmón pudiendo tener un arcoiris de purpurina?

¿Dónde está la lista, la lista? ¡ESTÁ AQUÍ!

De 17 a 18 h - El taller de mantenimiento de piscinas

BUF. La cosa se estaba poniendo muy, muy desesperante. Pero ¡alabado sea el cosmos! ¡¡A las 17:30 h se impartía un taller de dos horas sobre mantenimiento de piscinas!! ¡OH SEÑOR! ¡TÓMAME, SOY TUYA! ¿Que si tengo piscina? ¿Tú qué crees? Me invadió una felicidad absoluta. Todo el mundo se extrañaría al ver a una persona como yo en un taller como ese. Una demente. Pero os juro que lo único que podía salvarme era pasar esas dos horas escuchando cosas sobre el cloro o sobre el líquido que se pone verde cuando meas. O SOBRE LO QUE FUERA.

Pero no pasó nada. NADA. Esperé media hora. Esperé una hora. No vino nadie. Yo te quería, Leroy Merlin. Yo te quería. Creía en esto. Creía en nosotros. Por qué.

Pensé en montar un numerito. Imagináoslo: una pringada exigiendo su taller de mantenimiento de piscinas, apelando a la ética empresarial, amenazando con hundirlos en las redes sociales. Patético, ¿verdad? La otra opción era la puerta. Ahí estaba, tan cerca. Pero de repente ocurrió un milagro.

De 18 a 19 h - El poder del cuadrado mágico

Un trabajador pasó por delante y lo seguí con la mirada, aún con esperanza de aprender cómo mantener una piscina, o mejor dicho, MI CORDURA. Y de pronto la vi: una máquina de vending escondida en una esquina. Comprobé mi presupuesto: 1,20 €. Solo podía comprar una única cosa, y barata. Y ahí estaba él, esperándome. El cuadrado mágico.

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En la oficina de VICE tenemos una máquina de vending. Y cuando alguien tiene un día de mierda, hay algo que siempre lo mejora. No es un cuadrado (es rectangular), y no es mágico (solo tiene mucho, mucho, chocolate). Su nombre oficial es "Cuadrado de trufa", uno de esos pastelitos de Martínez repletos de ingredientes que mejor no entender. Lo devoré. Y su poder me abrió los ojos. Joder, que estoy en Leroy Merlin. Aquí la gente viene a pasárselo bien.

Cogí una cesta y me puse a llenarla de caprichitos: que si unos tacos del 5, un soporte para el papel higiénico, un par de alfombras… Hasta decidí hacer de manera autodidacta el curso de mantenimiento de piscinas que Leroy Merlin me había negado: revisé las bombas monofásicas con prefiltro y los cartuchos floculantes, eché el ojo a un limpiafondos rotativo y a un recogehojas con pértiga… Pero la felicidad se fue tan pronto como pasó el sugar rush.

Mi comida. Mi salvación.

De 19 a 20 h - La loca del Leroy Merlin

Volvió la bajona. Después de casi diez horas, ya me daba igual lo que la gente pensara de mí. Me convertí en una acosadora: busqué a víctimas y las perseguí por los pasillos. Desgraciadamente, la inmensa mayoría de los clientes de Leroy Merlin son parejas. Y ya sea por un adhesivo para moquetas, por el motor de un sistema de riego (true stories) o lo que fuera, lo único que escuchaba eran frases del tipo "está muy bien de precio", "no sé para qué te metes en estas cosas", "yo, personalmente, lo encuentro feo". Deprimente. La antropología tampoco iba a salvarme.

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Por suerte, hay algo que nos interesa más que las personas: las pantallas. Y en Leroy Merlin lo saben: en algunos pasillos han situado pequeñas pantallas promocionales. Las localicé todas, las que emitían anuncios de la teletienda y una que emitía Bricomanía. Ante esta última me quedé un rato, viendo como el rubiales montaba un plato de ducha. Pero quedarse allí tres horas no era factible. Me fui a otras. Pasé por la de la "goma mágica" (una esponja que lo limpia todo), el "edge of glory" (un afilador de cuchillos con el que, al parecer, puedes afilar hasta una tarjeta de crédito y hacer que corte) o el "parasol plus" (unos filtros extraños para que el sol no te ciegue al conducir). Nada excesivamente emocionante. Mi pantalla favorita resultó ser la que promocionaba el producto más básico: un tornillo. Pero no un tornillo cualquiera, sino el Spax High Force. Un tipo tremendamente yanqui con toda la cara de llamarse Joe hablaba maravillas del tornillo mientras construía un cobertizo, diciendo frases como "qué rápido, tío", "este cobertizo aguanta para siempre". Claro que sí, Joe, dale duro.

¡Que me aspen, Joe, si los Spax High Force no son los mejores tornillos para construir un buen cobertizo!

Ver a Joe construyendo su cobertizo hizo que me entraran ganas de acción. Como mi nivel de vergüenza estaba ya bajo mínimos, pregunté al dependiente de la zona de hardware si me enseñaba a usar las herramientas de prueba. Creo que pensó que quería ligar con él, porque es triste, pero nadie se espera que una tía como yo tenga interés en usar una radial o una amoladora. PUES SÍ. Cualquier cosa con tal de no dejarme ganar por este agujero del infierno. Fue la leche: pude taladrar un bloque de hormigón y cortar un buen trozo de madera, ante machitos que pasaban con despreciables caras de "¡Vaya con la rubia, cómo juega con el taladro!". Me cago en el puto patriarcado otra vez.

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Una hembra feliz, que les jodan a los machos.

De 20 a 22 h - Yo, un mueble más

Ya está, no podía más. Estaba exhausta, tenía hambre, ya todo me daba igual. Y aún quedaban dos horas. Había agotado todos mis recursos, mi mente ya no podía pensar en ningún pasatiempo posible. Así que decidí no hacer NADA más. Decidí convertirme en parte del mobiliario de la tienda. Me senté en una escalera de mano que había en el pasillo de iluminación, con la esperanza de que las lucecitas me dieran un poco de optimismo. Me confundían con una dependienta. Sí, señora, sí, trabajo aquí, me pagan por vegetar, así que no me está permitido hablar con usted. Lo peor de todo es que había gente que venía a mirar JUSTAMENTE productos que yo estaba tapando. ¿En serio, señor, EN SERIO HA VENIDO AQUÍ A COMPRAR UNAS BALIZAS SOLARES CON TECNOLOGÍA LED O UNAS GUIRNALDAS DECORATIVAS DE BAMBÚ PARA EXTERIOR? No decían nada, solo movían la cabeza intentando ver lo que yo tapaba. Al menos, me alegré de que entendieran que yo era un mueble, no una persona con la que pudieran comunicarse para pedir que me apartara. Tras once horas, había logrado mimetizarme. Ahora, cualquiera podía comprarse una Noa para iluminar su jardín.

Tuve que levantarme para que una señora pudiera ver y plantearse adquirir ESTO.

Harta de esa mierda, me fui a la zona de terrazas y me senté en lo que pretendía ser un agradable conjunto de sofás para exterior. Desde ahí veía las cajas. Veía a la gente libre, pagando sus productos y yéndose a casa con el precioso proyecto de instalar lamas autoadhesivas vinílicas en el suelo del salón. Y mientras yo, el maniquí, todavía tenía una hora por delante. Hasta que por fin oí la señal: a las diez de la mañana me había recibido un tema de los Jackson 5 que ahora sonaba de nuevo. Tras 10 horas, el hilo musical se estaba repitiendo. "I want you back", me decía. ¿YOU WANT ME BACK? PUES NO ME VAS A TENER BACK EN UNA TEMPORADA. Me largo.

Me fui a una caja a pagar las cuatro mierdas que había echado en la cesta antes de convertirme en mueble. Y no va la cajera y suelta: "¿quiere usted hacerse social del club Leroy Merlin?". ¿Socia? ¿SOCIA? CON LO QUE HE HECHO HOY AQUÍ NO MEREZCO SER SOCIA, MEREZCO SER LA MALDITA CEO. NI LOS PUTOS ADOLPHE LEROY Y ROSE MERLIN QUE FUNDARON LA COMPAÑÍA EN 1920 HABRÍAN HECHO ALGO ASÍ. "No, gracias, hoy no. Hasta luego". O mejor dicho, hasta dentro de mucho, mucho tiempo.