FYI.

This story is over 5 years old.

News

Los libios viven en la cúspide absoluta de la anarquía total

Se está desintegrando el sistema judicial del país.

Una tabaquería en Trípoli. Desde la revolución, el vendedor ha tenido que armarse con una variedad de armas para mantener protegido su negocio.

"Lo que necesitamos son ejecuciones públicas", dice Majdi, mirándome fijamente. "Vivimos en un tiempo en el que los hombres roban autos y matan gente diario y sin repercusiones. Necesitamos mandar un mensaje a esa gente".

Manejamos por el camino al aeropuerto en Trípoli, un camino que recientemente se hizo de una reputación de robos a autos y violencia sin sentido. Los ojos de Majdi se mueven de lado a lado y se aferra al volante como su fuera a arrancarlo para matar a alguien a golpes.

Publicidad

Madji es un joven libio normal. Le gustan los autos, los videojuegos y ver el futbol. Y como a muchos otros libios, quiere ver a Saif Gaddaffi muerto en público.

Un puesto de armas en un mercado de la calle Al Rashid, Trípoli.

Imágenes del hijo del ex dictador escoltado por dos guardias enmascarados parpadeaban en las televisiones libias durante la rara aparición en la corte la semana pasada, incitando protestas y fuertes argumentos en cafeterías. Las multitudes se congregaron en Trípoli, exigiendo la ejecución pública de Saif, junto con otros oficiales del régimen de Gaddafi. Algunos incluso pedían que lo mataran sin juicio.

Cuando le pregunté a Majdi si en serio quería ver ejecuciones públicas, me dijo: "Sólo hay una cosa que entienden estas personas". Y tiene razón hasta cierto punto, los libios tienen un buen entendimiento de las ejecuciones públicas. Bajo Gaddafi, las ejecuciones eran comedias. Se llevaban a cabo en estadios deportivos y salones de escuelas y eran lanzados directamente a las salas de las personas y con audiencias en vivo que llegaban en camión de todo el país.

Los shows incluso tienen a sus propias celebridades con sus propias frases pegajosas, como Huda la Ejecutora, una joven conservadora que finalmente se convirtió en alcalde de Benghazi, a quien se le recuerda por decir: "No necesitamos hablar, necesitamos colgar". Un juicio que se llevó a cabo en 1984 comenzó con un estudiante protestante juzgado por un comité revolucionario en una cancha de basquetbol, y terminó con Huda jalando energéticamente sus piernas mientras colgaba de la horca y miles observaban, vitoreando.

Publicidad

Para el mundo exterior traer de vuelta esas prácticas parecería una mala idea, una que podría implícitamente condonar el barbarismo que enganchó al país con Gaddafi. Pero los libios como Majdi que están frustrados con el empeoramiento del caos post revolucionario, dicen que el mundo exterior no entiende lo que realmente está ocurriendo en Libia. Los traficantes de armas en las calles de Trípoli han comenzado a juntar M16s. Las milicias gobiernan las calles. Tribus molestas se enfurecen en el sur y unidades renegadas de defensa han ocupado las mayores terminales en el este del país, obstaculizando los necesitado ingresos públicos del gobierno.

En pocas palabras, Libia verdaderamente parece una nación al borde de la anarquía total.

La milicia rodea el Ministerio de Relaciones Exteriores en abril

En medio de este caos, la justicia vigilante está floreciendo. Este mes, un hombre se enfureció en la calle en la que vive y comenzó a disparar contra indigentes en un basurero que solía ser una cancha de bádminton. Mató a dos personas. Cuando un taxista trató de intervenir, fue asesinado. Eso fue a las 7.30 de la mañana. Para las 2PM, la familia del taxista había rastreado al asesino e incendiado su casa.

Mientras miraba a la casa quemada con uno de mis vecinos e inhalaba el humo de la justicia por mano propia, suspiró tristemente y dijo que, bajo esas circunstancias, la familia había hecho la decisión correcta. "Estos días no puedes esperar a que el gobierno resuelva tus problemas", me comentó. "Tienes que hacer algo".

Publicidad

Pero el problema es que estos ajustes de cuentas son terriblemente adictivos. Cada día Libia se hunde más en su viscoso y negro pantano de muertes por venganza y retribución, y en el centro de todo está el sistema judicial, que falla en todo nivel porque el gobierno no puede proteger a los oficiales de ataques violentos y vengativos.

Las fuerzas de seguridad tienen demasiado miedo para arrestar personas; los jueces, para procesar; y los guardias de prisión para cuidar a sus presos. ¿Qué tipo de sistema judicial te deja esto? ¿Qué tipo de país te va a dejar todo eso?

Más camiones de milicia de la toma de abril del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Un país en el que los arrestos, si ocurren, son frecuentemente arbitrarios. En el que las frecuentes fugas de la cárcel significa que miles de ex convictos están sueltos. En el que docenas de oficiales judiciales han sido asesinados y dos cortes bombardeadas, incitando a que la ONU advierta que la seguridad del personal judicial es una "preocupación seria".

La ONU también advirtió que miles de prisioneros están sólo nominalmente bajo el control del gobierno, mientras otros miles siguen en las cárceles controladas por milicias completamente fuera del sistema judicial.

Cárceles secretas han sido descubiertas en cubículos de baños adaptados en Benghazi. La gente ha sido encarcelada en escuelas primarias convertidas y el zoológico de Trípoli se ha convertido en un centro de detención para migrantes ilegales. La ONU dice que hay evidencia de que las torturas continúan en ambos lados, en instituciones del gobierno y en las prisiones de la milicia. También dice que ha recolectado evidencia que sugiere que al menos diez muertes de personas en custodia se debieron a torturas este año.

Publicidad

De acuerdo con organizaciones de derechos humanos, los prisioneros reportaron abusos que incluyen ser golpeados, apuñalados, rociados en los ojos con repelente de insectos, electrocutados con choques y quemados.

Mientras se desintegra el sistema judicial y el país se hunde en su fangoso pantano de anarquía, los libios normales se desesperan cada vez más, y los cantos que piden el castigo capital son cada vez más fuertes.

Amnistía le pide a Saif que se entregue inmediatamente a la Corte Penal Internacional. Dice, razonablemente, que Libia no está en condición de repartir justicia y ha advertido que si "la autoridades proceden con juicios injustos que resulten en pena de muerte, hay un peligro real de que eso siembre una cultura de venganza en lugar de una basada en leyes".

Claramente Amnistía ha visto lo que pasa en las calles de Libia, y puede imaginar el contagio de la venganza esparciéndose en la calle. Pero entregar a criminales de alto perfil del régimen anterior no es una opción, de acuerdo con Salah Marghani, el ministro libio de justicia y ex defensor de derechos humanos que dice que los alborotadores destruirán al gobierno si este entrega a prisioneros como Saif Gaddafi a las autoridades internacionales. Marghani está atrapado entre tres flancos, el público potencialmente alborotador, la enfadada comunidad internacional y las milicias anárquicas libias, algunos de los cuales han hecho un hábito de irrumpir en su oficina, otros de organizar protestas armadas en el ministerio.

Cada día, el caos extralimita su poder y la pinza estruja más vida de él, pero Marghani se aferra a una idea: No habrá un juicio al estilo de los shows de Gaddafi.

"¿Seremos diferentes o el mundo verá la misma cosa?", pregunta, sentado en su oficina con una determinación cansada. "Creo que, cuando la revolución comenzó, la idea era que seríamos diferentes".

Sigue por verse si Libia puede cambiar sus formas.