Siempre me ha sorprendido la ligereza con la que ciertas personas se toman todo esto de la masturbación. Me viene a la mente ese colega mío del instituto que cada día se aseguraba de decirme que la noche anterior se había masturbado y que había dejado todo el semen esparcido en sus calzoncillos.No me malinterpretéis, no me sorprendía el hecho de que hablara con tanta tranquilidad de sus hábitos masturbatorios, me sorprendía la poca profesionalidad que mostraba a la hora de masturbarse. Me incomodaba mucho imaginarme esos calzoncillos manchados de semen, esa dejadez posorgásmica e higiénica del chaval. Ese niño creía que los restos de semen seco amarillentos pasarían desapercibidos y que sus progenitores no se percatarían de ello al recogerlos para ponerlos en la cesta de la ropa sucia.
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Está claro que nadie quiere que le descubran en un acto de onanismo y nadie quiere dejar pistas para que se sepa que ha estado flirteando con el autoplacer, y esta es una de las grandes virtudes de la propia masturbación, casi la que la define.
MIRA:
Podemos aceptar con total parsimonia que todos nos masturbamos, podemos bromear sobre masturbarse en el trabajo mientras se vacían esos tuppers llenos de arroz y brócoli pero toda esta seguridad desaparece en cuanto uno se encuentra solo en casa, tumbado en la cama con una mano en los genitales y otra (temblorosa) sujetando el móvil en horizontal (pantalla completa) con un vídeo porno reproduciéndose en el Chrome (“nueva pestaña de incógnito”) y de repente escucha como alguien abre la puerta de casa. La reacción es rápida y la vergüenza tiñe nuestra moral progre.La gente huye de estos momentos y es por eso que, volviendo al principio, me sorprende esa otra gente que se toma tan a la ligera esto de masturbarse.Hay gente masturbándose en sitios imposibles en compañías imposibles. La irresponsabilidad dándole la mano a la valentía. Estos héroes cotidianos se mueven entre nosotros y estas, lectores y lectoras, son sus mejores historias, sus más preciadas condecoraciones.Me he masturbado en el Pans & Company, cuando trabajaba ahí. De hecho me he masturbado en muchos de los trabajos que he tenido. Masturbarse en una oficina tiene su técnica, porque no puedes apalancarte ahí y encontrar tu momento, tu espacio, y hacerte LA paja. Tienes que hacerlo como de pie, como si estuvieras meando, una cosa muy de “uuuuuuh, quiero descargar”. Y bueno, de más joven, en la época esa de hacerse pajas todo el rato, ahí donde iba me hacía una paja. ¿Iba de viaje con mis padres? Pues en el hotel, en la habitación y con mis padres dentro, como si no hubiera escapatoria, como si fuera una obligación.Carlos, 27 años
MIRA:
Podemos aceptar con total parsimonia que todos nos masturbamos, podemos bromear sobre masturbarse en el trabajo mientras se vacían esos tuppers llenos de arroz y brócoli pero toda esta seguridad desaparece en cuanto uno se encuentra solo en casa, tumbado en la cama con una mano en los genitales y otra (temblorosa) sujetando el móvil en horizontal (pantalla completa) con un vídeo porno reproduciéndose en el Chrome (“nueva pestaña de incógnito”) y de repente escucha como alguien abre la puerta de casa. La reacción es rápida y la vergüenza tiñe nuestra moral progre.La gente huye de estos momentos y es por eso que, volviendo al principio, me sorprende esa otra gente que se toma tan a la ligera esto de masturbarse.Hay gente masturbándose en sitios imposibles en compañías imposibles. La irresponsabilidad dándole la mano a la valentía. Estos héroes cotidianos se mueven entre nosotros y estas, lectores y lectoras, son sus mejores historias, sus más preciadas condecoraciones.
MASTURBARSE EN EL PANS & COMPANY
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MASTURBARSE EN UN MUSEO
MASTURBARSE EN EL VALLE DE LOS CAÍDOS
MASTURBARSE EN PLENA CALLE
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Alberto, 30 añosHace poco me masturbé en un dormitorio con cinco personas desconocidas. Estaba de viaje a Albania y compartía el cuarto del hostel con otra gente que no conocía de nada. Entonces me entró el apretón porque había sido un día larguísimo pero estaba demasiado cansada como para querer ligar —en otra habitación había unos españoles con los que había pasado todo el día—, bueno, el caso es que lo hice discretamente, creo. Puse los auriculares muy fuerte para que se oyera la música y para que nadie me escuchara. No sé si funcionó.Mireia, 28 años