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Cultură

Para mis compadres muertos

Los Santos Malandros son los santos más populares de Venezuela.

Tres estatuas de Ismael Sánchez en su capilla en el Cementerio General del Sur, en Caracas. El agujero en sus bocas es para poner cigarrillos y porros.

Nos acercamos al Cementerio General del Sur, en Caracas, sentados en el asiento trasero de un taxi con las ventanillas tintadas. Catorce mil personas fueron asesinadas en Venezuela en 2010, y Caracas está unánimemente considerada como una de las ciudades más violentas del mundo. Nos avisaron de que el cementerio se encuentra en un barrio especialmente conflictivo; después de haber visto el resto de la ciudad, es una idea difícil de asimilar.

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Atravesamos las puertas de acceso, fuertemente protegidas, y caminando a paso lento dejamos atrás varios funerales que se estaban celebrando. Es lunes, lo que significa que están dando sepultura a las personas que murieron durante el fin de semana. En su gran mayoría son jóvenes y varones, y sus entristecidos parientes se hallan dispersos por todo el cementerio.

A primera vista, el Cementerio General del Sur se parece a cualquier otro cementerio católico: viejas tumbas cubiertas de vegetación y flores frescas que han dejado visitantes recientes salpican el paisaje. Pero, si prestas más atención a la gente reunida, elementos propios de la Santería empiezan a aparecer. Muchos visitantes visten totalmente de blanco. Hay pequeñas estatuas de santos sobre las tumbas, y la mayoría de la gente lleva ofrendas.

La sociedad de Venezuela, expuesto en términos simples, está profundamente dividida. El régimen de Chávez es la respuesta directa a una desconfianza por la autoridad nacida tras varios siglos de dictaduras violentas. Esta desconfianza no se limita a la política: para los venezolanos que viven sin agua corriente es un poco complicado conectar con los santos tradicionales de la Iglesia católica romana. En su lugar, prefieren símbolos más familiares e imperfectos.

El cementerio está rodeado por todas partes de los barrios chabolistas levantados en los flancos de las colinas, como las gradas superiores del peor estadio de fútbol del mundo. Es un lugar que impone. La gravedad es palpable.

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Hasta que ves a Ismael Sánchez.

De aproximadamente un metro de altura, con una gorra de béisbol ladeada y un cigarrillo colgando de su labio inferior, Ismael es el líder de los Santos Malandros-una colección de santos muertos con un historial compartido de actividad criminal. Con sus gafas de sol deportivas, adornos en la camisa, pantalones anchos y unas nuevas y brillantes zapatillas Nike haciendo conjunto con la gorra, Ismael es un tipo de lo más elegante.

La idea de ver a hombres hechos y derechos rindiendo culto a los pies de muñecos pandilleros de un metro de altura es un poco rara, pero os aseguramos que la práctica aún lo es más.

Justo fuera de la capilla de Ismael, un solar más pequeño alberga una gran estatua de Miguelito, conocido como El Pelón. Uno de los cuidadores de Ismael nos dijo que no sabía mucho sobre él, excepto que también solía robar a la gente. Tras una pausa, añadió: "No creo que hiciera nada bueno por la humanidad".

Otra de las capillas más populares está a un par de metros de la de Ismael, y en ella hay estatuas de Santos Malandros como Freddy y Ratón.

Encontramos siete estatuas diferentes de Ismael en el lugar, junto con numerosas placas, tributos escritos a mano y otros homenajes. Cada una de las estatuas de Ismael ha sido construida con un pequeño agujero entre los labios para que sus seguidores puedan encajar cigarros o porros en sus bocas a modo de ofrenda.

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Cada día, cientos de venezolanos atraviesan las puertas del cementerio para visitar a Ismael y a sus esses y pedirles una serie de, en apariencia, sencillas bendiciones: protección contra los robos, salud para un ser querido, o simplemente que no les disparen esa misma tarde volviendo del mercado.

La ironía reside en que Ismael Sánchez fue en vida, según dice todo el mundo, un criminal impenitente. Robaba a la gente, pero sus devotos rápidamente señalan que eran robos al estilo Robin Hood.

"Si alguna vez robó algo fue para su gente, para sus vecinos, para que todo el mundo pudiera comer", explica Ramón, el cuidador de facto de la capilla de Ismael. Con una gorra de Tampa Bay Rays cubriéndole los ojos, se aseguró de que grabáramos las virtudes de Ismael. "La gente viene aquí a traerle alcohol, cigarrillos, fruta y pasteles".

Ismael es el jefe de la corte, pero al resto de los Santos Malandros se les venera de forma similar: Isabelita ayuda a que se haga justicia, Tomasito se encarga de los asuntos relacionados con la lealtad, y la lista sigue: Johnny, Elizabeth, Ratón y Petróleo Crudo (sí, él es el negro).

Mientras hablábamos con un grupo de chavales que visitaban la corte de los Malandros después de salir de trabajar, oímos disparos de arma automática procedentes de los barrios de las laderas que nos rodeaban. Los chavales se fueron rápidamente, y nosotros los seguimos muy de cerca.

No muy lejos del cementerio vimos el escaparate de una tienda que vendía estatuas de los Santos Malandros de todas las formas y tamaños. Dentro conocimos a una espiritista llamada Clara, que se ofreció a hacer de conexión con Ismael para nosotros. Le preguntamos si no le preocupaba que, en un país tan violento, hubiera tanta gente que le rezara a un grupo de criminales armados. Dijo que no, que los matones sólo buscaban un bien mayor. Luego ella e Ismael me dijeron que mi luz era agradable y que debería visitar la Gran Pirámide.