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Pase y llore

Pase y llore: Vivirás en la miseria cuando seas anciano (Spoiler)

El sistema de pensiones es un cagadero, las afores no alcanzan para nada, más que para enriquecer a los inversionistas y los sueldos cada año son menores. Pero según los banqueros y el gobierno, puede que tú seas el culpable de tu horrible futuro...

Ilustración por Mario Flores, síguelo en @mareoflores

Tal vez ya lo sepas, pero a menos que tengas yates y una casa con escusados de oro, lo más probable es que, si vives en México, el futuro económico que te espera después de tu retiro sea el de una serie de años miserables, cada uno de mayor pobreza que el anterior, hasta que seas un anciano indigente. Eso, o trabajar hasta el último día de tu vida.

La historia es larga y llena de acotaciones, pero se puede resumir de forma sencilla: pensiones y salarios de mierda. Se supone que una manera en que eso podría aliviarse un poco sería con las afores, que son cuentas de ahorro que los asalariados alimentan gota a gota hasta que les llegue la edad de retirarse y puedan cobrarlas. La versión del cuento que nos quieren vender es que en ese momento empezaríamos a gastar a manos llenas los millones que hemos reunido al cabo de asquerosas décadas de trabajo continuo. Pero algo más cercano a la realidad es que la cantidad ahorrada en ellas apenas te alcanzará para pagar tu funeral.

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Por ejemplo, después de 13 años de cotizar en mi afore, he reunido la fabulosa cantidad de 22 mil pesos. (Puede que sea necesario aclarar que solo me han contratado como freelance desde 2005, así que es un ejemplo un poco sesgado). Sería feliz durante unos días si lograra cobrar ese dinero hoy, en un momento de mi vida en que debo aproximadamente el doble de eso en impuestos. El asunto es que la lana de la afore no se puede retirar antes de la edad legal para jubilarse, que es 60 añitos. Si todo sigue igual, calculo que para ese momento tendré en esa cuenta alrededor de cuarenta mil pesos, que me servirán para pasar el otoño de mi vida en el desenfreno total. Cuarenta mil. Algo así como lo que gasta Donald Trump en gel para el cabello cada mañana.


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Las afores son todo un tema: en cuanto te vuelves un empleado formal de cualquier compañía o dependencia, una parte de tu sueldo se va directamente a ellas. Y es un ahorro a huevo. No tienen que preguntarte si es lo que prefieres porque lo hacen por tu bien.

Un dato acerca de las afores que puede divertirte es que desde hace unos años se ha vuelto frecuente la inversión en proyectos empresariales o incluso en la bolsa de valores con el dinero de estos fondos para el retiro. Según la forma en que los autores de este juego millonario nos lo quieren presentar, nadie que tenga su lana en afores pierde con él, más que los pobrecitos y valientes inversionistas. Y sí, de alguna manera, si tu futuro financiero está para aventarlo por la taza, como el de la mayoría de los trabajadores en este país, no tienes mucho que perder. Pero también puede verse así: los señores que arriesgan lana ajena para multiplicarla con la especulación suelen ganar algunos millones de pesos (decenas, cientos de millones) más que los trabajadores que generaron ese capital a base de chingarle. Y estos trabajadores no sacan un solo peso a cambio.

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Pero aun si nos pusiéramos demasiado flexibles y asumiéramos que los inversionistas pueden jugar con nuestras canicas y el trabajo de los ricos es volverse más ricos y qué le vamos a hacer, nos topamos con el problema de que a veces se les pierde buena parte de la lana en esos proyectos de inversión. Uno de los hechos relacionados con el ahorro de las clases trabajadoras y las inversiones y especulación de los propietarios y altos ejecutivos de las compañías, es que los pequeños ahorradores pueden aspirar, a lo más, a que no se les evapore su lana, pero nunca a ganancias significativas. Y que se les evapore es algo que, de hecho, sucede con cierta frecuencia. El caso reciente más visible ha sido el de la caja de ahorro Ficrea, que implicó la pérdida de lo reunido en la cuenta de más de 6,800 ahorradores, de los cuales una buena parte no ha logrado hacer que se le restituya lo ahorrado.

Y como es de esperar, para la otra parte el resultado usualmente es el contrario: con todo y que desde el año pasado se empezaron a pagar unas migajas de impuestos por las operaciones en la bolsa (antes hasta llegaron a venderse compañías cerveceras y bancos enteros en operaciones bursátiles, sin pagar un solo peso), la frecuencia con que los grandes accionistas caen hacia la pobreza, o tan solo ven seriamente recortadas sus cuentas, es tan baja que estos casos siempre son noticia.

Es como echarle limón a la herida, pero ni modo, hay que tener presente que una larga lista de hechos empeoran la situación en que nos hallamos los gatos que caminamos por la banqueta. Para hacer un recuento muy breve: desde que se aprobó el hermoso Fobaproa (el rescate bancario que costó más de 600 mil millones de pesos de entonces, el 14.5 por ciento del PIB), el Impuesto al Valor Agregado subió de 10 por ciento a 15 por ciento en 1995 y luego a 16 por ciento en 2007; sindicatos y empresas no han parado de aumentar la edad de jubilación (el más reciente de estos cambios afecta a los petroleros) y se amenaza con aumentarla; los precios suben siempre en relación con los sueldos, hasta el punto de que el salario mínimo ha perdido más del 78 por ciento de su valor real; cada vez más trabajadores se ven forzados a pasar a la informalidad o son contratados sin derechos plenos y hoy, entre otras cosas, México puede celebrar otro de los primeros lugares vergonzosos que colecciona: ser el país más desigual de la OCDE… si quieren ahí la dejamos por lo pronto.

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El problema ha llegado a un grado que hasta los grandes empresarios consideran preocupante. El tema ha sido comentado con frecuencia durante las semanas recientes y parece que ya empieza a poner nerviosos a personajes con cuentas bancarias más gordas que las de quienes padecemos estas broncas en primer término. Hace unos días, en un foro de negocios del más alto pedo, varios de los principales participantes se extendieron acerca de su preocupación por la insuficiencia del sistema de pensiones y la enorme posibilidad de que esto lleve a un estallido social. Uno de los rasgos más graves de esto es que cada trabajador tiene, en promedio, el ahorro suficiente para vivir solo dos años tras su retiro. Varios de los especialistas y de los altos funcionarios de organismos dedicados a vigilar y administrar los fondos para el retiro han llamado la atención acerca de que el sistema de pensiones actual es insostenible y va directo al colapso. Y la Amafore, que agrupa a las empresas encargadas de gestionar este sistema de ahorro hizo la semana pasada semana una propuesta para reformar el esquema de pensiones, algo que considera urgente, de manera que las cuotas que las alimentan se incrementen y hagan posible un retiro más digno o un poco menos jodido, como quieran verlo.

Casi podríamos sentirnos conmovidos por esta avalancha de sensibilidad social por parte de quienes menos la esperábamos y hasta nos llegaríamos a sentir culpables por esta nueva posibilidad de retirarnos en medio de la opulencia. Pero como pasa siempre con banqueros, empresarios y demás dueños de la lana, hay que leer la letra chiquita. Si leen la nota que aparece en cada uno de los enlaces que vienen en el párrafo anterior, se darán cuenta de algo bien curioso: el "problema" de las pensiones se aborda como un asunto meramente administrativo. Hasta cuando se menciona el riesgo de estallido social, se hace en el contexto de lo que podría significar para los negocios y las inversiones. Es decir, el aumento de la esperanza de vida se combine con unas reglas económicas de lo más crueles para dar como resultado una generalización de la miseria entre los retirados, un problema ético de lo más apremiante, y todo lo que esos tipos ven es un mal entorno de negocios. Hasta podría ponerme a dudar si son unos ojetazos o si en verdad están tan pendejos para creer eso.

Y se pone peor: si seguimos leyendo las letritas, veremos que no solo ven nuestra falta de futuro económico como un bache en la autopista hacia su mayor enriquecimiento, sino que consideran que esta situación de mierda en que estamos es en gran parte culpa nuestra. Para la Amafore y los banqueros, es "preocupante" que la gente se retire tan rápido: a los sesenta y tantos años, porque en promedio pueden vivir como 10 años más y qué chingados van a hacer con tanta gente anciana ociosa. Una de sus propuestas es seguir aumentando la edad de jubilación. Otra, la de que aumenten las aportaciones de los trabajadores a sus fondos para el retiro. Es decir, que nos quiten una rebanada más de nuestro (de por sí jodidísimo) sueldo, cada mes, para que nuestra pensión nos alcance para vivir unos meses más. O que nos alcance para lo mismo, pero comprando como dos kilotes de tortillas más al año. Sobre todo, eso puede alcanzar para que los valientes especuladores tengan cuentas un poco más chonchas a su disposición para jugar a la bolsa y a las inversiones de alto riesgo.

Luis Videgaray, secretario de Hacienda y achichincle mayor de Quique, lo dejó muy claro hace unos días: el problema es que los trabajadores dedican, en promedio, menos del uno por ciento de su sueldo al ahorro voluntario, y que debe promoverse una "cultura" (es hermoso su uso de esta palabra, por cierto) del ahorro, en la que la gente aprenda a ahorrar para cuando pierda la memoria a corto plazo y el control de esfínteres. Es decir, que los responsables de que tengamos la puerta cerrada a una vejez decorosa somos nosotros. Por idiotas, que no sabemos ahorrar ni valoramos la maravilla de sistema económico en que vivimos.

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@infantasinalefa