El parque es mi gimnasio

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El parque es mi gimnasio

La cultura del fitness en Colombia tiene un lado B.

Fotos: Santiago Mesa

Leggins multicolores, batidos de fruta, esqueletos con cualquier cosa escrita en letra Futura que dejan la tetilla al aire, tenis fosforescentes, potes de cuatro litros de proteína pulverizada, mala música electrónica y una cola de caballo embutida en el hueco de una gorra Nike. Estos son los hitos y clichés de la cultura del ejercicio en Colombia, donde ha surgido un segmento considerable de personas dispuestas a invertir buen dinero en productos y servicios asociados con ir a un gimnasio.

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Existe también un lado B para toda esta cultura fitness: personas que no acuden a ningún gimnasio ni acompañan sus rutinas con smoothies de quinoa, gente que convierte cualquier barra horizontal que esté a más de metro y medio de altura en su propia máquina de pesas y al parque en su gimnasio.

Así son los Barburros, uno de los muchos parches que se citan ritualmente para hacer barras, poner música en un parlante y retarse mutuamente a superar las acrobacias sobre las barras de cualquier parque. Varios de ellos trabajan como entrenadores a domicilio y en gimnasios, pero prefieren hacer su ejercicio en el parque porque es gratis, es agradable estar al aire libre con los amigos y, bueno, porque uno puede echarse los plones ahí.