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¿Por qué sobrevive un grupo de hip hop en Monterrey después de la muerte de cinco de sus integrantes?

El Barrio Antiguo es un periódico semanal que se fundó en mayo de 2013 para servir al Barrio Antiguo y sus alrededores en Monterrey, Nuevo Leon. Fundado por el periodista y colaborador de VICE México, Diego Enrique Osorno, El Barrio Antiguo se une como una publicación colaboradora de esta página. Cada martes compartimos con nuestros lectores una nota publicada originalmente en El Barrio Antiguo.

Una mujer se desliza por el tubo del centro nocturno Obsesion en Monterrey. Su piel aperlada y su short verde y azul dejan entrever unas formas trabajadas a diario en un costoso gimnasio de las afueras de la ciudad; no es esbelta ni particularmente oronda. Tampoco es demasiado linda, pero la forma en que se mueve hipnotiza a los pocos comensales que se encuentran en el table-dance este martes a mediodía. Podría ser una chica promedio de cualquier antro regio, hasta que se comienza a desnudar. Retira sus prendas lentamente al ritmo del compás, y en menos de siete minutos, se queda solamente con unos tacones transparentes de 14 centímetros. Los comensales dejan de comer su buffet de 80 pesos y se le quedan mirando, aunque baila su rutina con desgana. En el fondo se escucha la canción de Mente en Blanco “Soy de Barrio”, la última que publicaron los raperos de la México Lindo antes de ser asesinados por sicarios del crimen organizado en una hacienda de San Nicolás de los Garza. Su alcance fue tal que hoy los table-dance y antros de Monterrey retoman regularmente el sonido que se escucha en los barrios del noreste mexicano y en ocasiones más allá.

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En la México Lindo, todo el mundo está convencido de una cosa: a Adán Zapata lo mataron por error. Al rapero principal del grupo Mente en Blanco lo asesinaron por equivocación. Guardo esta idea en mente mientras avanzo cuidadoso por las calles de su colonia, en el corazón de San Nicolás de los Garza, Nuevo León.

En el imaginario común, las clicas son sinónimo de lugares paupérrimos, violentos a morir e inmersos en un ambiente de película salvadoreña. Pero en Monterrey, las bandas de jóvenes solían reunirse en colonias similares a cualquier otra de las nuevas zonas construidas sin planificación urbana en la ciudad durante los últimos años, antes de que desaparecieran las pandillas de Nuevo León y que se escondiera la escena rapera de los frecuentes madrazos.

Todavía hace unos cuatro años, Los Republilokos y Los Killers protagonizaban riñas más o menos recurrentes en el límite de los barrios vecinos de las colonias Nogalera, El Roble, Héroes de México y Bravo Miraflores, divididas únicamente por la avenida central. Pero hoy en día estos enfrentamientos no son más que un recuerdo de la vida en la colonia antes de la guerra, igual que las pláticas entre vecinos sentados en sus mecedoras a horas tardías, la música a todo volumen en los techos de las casas y las carnes asadas de barrio.

Al fondo de la privada César Lozano, del lado de Los Republilokos, el mural de un joven rapero de gorra blanca, micrófono en mano y anillo epónimo en el puño izquierdo recuerda que este también fue el hogar de uno de los grupos de rap más emblemáticos del municipio. Así fue hasta el fallecimiento de cuatro miembros del crew, asesinados el viernes 1o. de Junio de 2012, y de uno más, ejecutado el lunes 23 septiembre de ese mismo año.

En un país donde la escena hip-hop a duras penas junta 20 cantantes que atraigan con frecuencia a un público de más de 10 mil seguidores, el desarrollo de un rap de barrio artesanal, grabado en estudios caseros y que logró reunir a más de mil 500 fans en dos días de concierto en Ciudad Juárez, además de tener miles de visitas en sus videos en línea, fue un fenómeno particular. De alguna manera, el grupo Mente en Blanco fue el símbolo de una época en la vida del municipio, marcada por el aumento incontrolado de la violencia, el reclutamiento de los jóvenes pandilleros por grupos del crimen organizado y la detonación del rap malandro y romántico local.

Por el momento, se está haciendo de noche y las sombras empiezan a surgir alrededor del mural de Adán Zapata, donde se juntan los que quedan de la pandilla a tomar caguamas, echar un porro y recordar los buenos momentos de la clica de Los Pitufos -una escisión de Los Republilokos- antes de que mataran a sus principales representantes. Es tiempo de entrarle al churro y a la carne asada.

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