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Cultură

“Me escupieron, me pegaron y me humillaron diez neonazis, pero sobreviví”

El artista Omar Jerez se enfrenta a miembros de la extrema derecha en Alemania como parte de su última performance. “Iban vestidos de ‘hipsters’”.

“¿Aún sigues haciendo porno?” La pregunta es de la dueña del local donde nos sentamos con Omar Jerez. No es un interrogante descabellado: este artista nacido en Granada en 1980 comenzó su andadura como ‘performer’ follándose a una mujer con burka disfrazado de Mickey Mouse. Era uno de los vídeos que componía su serie ‘Estados UnDios’. “Sudaba como un cerdo y tuve que parar varias veces para quitarme la cabeza del muñeco y poder seguir”, recuerda.

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La chica que se prestó a lo que pretendía ser una crítica contra la hegemonía mental extendida por el imperio norteamericano viajó desde el sur de España para participar. Sin ningún tipo de compensación. “Ni siquiera la conocía. Fue llegar y empezar a practicar sexo”. Ocurrió hace tres años. Poco más tarde, Omar Jerez contó con la ayuda del exboxeador Poli Díaz, vecino suyo del piso que tiene en Vallecas, para un vídeo en el que aparecía saltando a una comba sacudida por el propio Omar Jerez. Lo llamó ‘Odisea de lo imposible’. Sus performances maquillado de Ronald McDonald o Bart Simpson le animaron a continuar por una senda tan abstracta y ajena para un tipo que trabajaba en la bolsa como es el videoarte.

“Soy judío e hijo de un terrorista palestino”. Esa es una de las presentaciones que utiliza este artista provocador, controvertido y, a la vez, carismático. Bajo su brazo porta a veces una bandera de Israel y una de Estados Unidos. Algo políticamente incorrecto de por sí que, en cualquier caso, le ha hecho gozar de cierta atención mediática. Sobre todo de la facción más conservadora. Él se desvincula de todo sesgo ideológico y traslada sus creencias a las actuaciones que prepara. Se ha metido con ETA, los recortes del PP en sanidad o, esta última vez, el auge de la ultraderecha en Europa.

Le han llamado imbécil, payaso y oportunista con ganas de llamar la atención. Él lo asume y, delante de un té sin azúcar -“a lo japo”- se considera un tipo “superdotado y un capullo de mierda”. Todo junto. Cuerpo de “anoréxica”, discurso locuaz y mucho ímpetu a la hora de abordar una nueva actuación, Omar Jerez narra el “pulso dialéctico” contra una decena de neonazis alemanes al que se enfrentó hace unas semanas: “Con solo un puñetazo me habrían desfigurado la cara”.

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La idea surgió el año pasado en Valencia. Allí residió el artista durante una temporada después de encerrarse en una galería de la ciudad levantina simulando el cautiverio de Ortega Lara. “Al principio iban a ser neonazis españoles, pero lo descarté porque son imbéciles, absurdos”, comenta, “y pensé en que lo suyo era irse al origen. Si no, era como protestar contra ETA en Argelia”.

“Un colega anarquista del que no puedo desvelar su identidad me consiguió los contactos. Los anarquistas son los que más saben sobre los círculos neonazis. Ni el servicio de inteligencia ni los propios grupúsculos de ultraderecha”. Una vez consiguió convencer a los neonazis empezó un trayecto por carretera hasta la capital alemana. “Tardamos unos dos días con descansos cortos. Había tanta tensión que no podíamos ni dormir”. Allí le esperaban en una nave industrial “hecha una mierda”. “No se creían que era algo artístico. Pensaban que era del MOSAD, el instituto de inteligencia israelí, o de algún otro organismo de vigilancia. No concebían que fuera un artista”. Les hicieron dar varias vueltas en coche por la zona y cerciorarse de que no iban acompañados. A la cita solo podían ir Omar, la fotógrafa Julia Martínez y su contacto de Berlín. “Me dijeron que porque ‘sabían’ que había alguien detrás. Que si hubiera hecho eso por mi cuenta me hubieran matado”, dice alguien que jamás ha sido subvencionado por ningún capital privado ni ente público, aunque le hayan ayudado organizaciones como el colectivo de víctimas del terrorismo Covite.

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Antes ya había caldeado el ambiente. Un debate en Granada con Juan Carlos Priebe, hijo de un antiguo miembro de las juventudes hitlerianas, y una presentaciónde esta performance –que lleva por título ‘88 credos de Adolf Hitler sobre la Torá’– con una foto meando sobre una bandera nazi sirvieron de prólogo. Lo siguiente, sacar a la luz el auge de la ultraderecha en Europa: “Ha sido el partido más votado en Francia y han conseguido un eurodiputado en Alemania”, señala en alusión a las últimas elecciones al Parlamento Europeo, celebradas el pasado 25 de mayo.

“Había siete chicos que no se inmutaron. Se reían, me insultaban, pero no se acercaron. Estaban vigilantes. Las tres chicas fueron las que se descojonaban y me pegaban”, describe. Su papel consistía en soportar los golpes. No pensó en defenderse: “Solo me protegía, si hubiera reaccionado me hubieran hecho polvo. Estaba acojonado. Parecía una niña de cuatro años que se esconde atemorizada bajo la mesa cuando sabe que vienen sus padres a pegarle”.

Jerez, que ha pasado temporadas de su vida en países musulmanes como Siria o Marruecos, dice haberse estudiado la Torá, la ‘Biblia Judía’ con la que comulga su madre. Algunos de los postulados que sostiene en una charla con él, que jamás incluirá alcohol o tabaco, pasan por asegurar la existencia de un lobby gay o la defensa de un amplio número de maltratos hacia el género masculino, silenciados por la sociedad.

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Omarpone su cuerpo, lo expone para que, al tiempo que pueda ser vilipendiado o negado, surja efecto esa distancia estética donde el camelo de una realidad falsamente emancipada salga a la luz”, escribe Javier González en la plataforma Bloguearte. Otros ven simplemente una burda forma de acaparar los focos con un discurso hueco. Él se remite a un manifiesto presentado como ‘Teoría involuntaria de una muerte confrontada’ en el que cree que el artista ha de llevar sus obras hasta el límite del cuerpo, la muerte. Eso es lo único que vale: estar dispuesto a que tu entierro forme parte de tu propia antología.

¿Y qué piensa del arte de los demás? Pues resalta la obra de Eugenio Merino o Santiago Sierra, pero desprecia las demás: “El gremio se ha hecho muy snob. Les llamo los del CCC, el Comando de la cocaína y los canapés”. “Veo inútil la carrera de Bellas Artes”, añade. ¿Ni siquiera, por ejemplo, la conocida ‘performer’ Marina Abramovic? “Hizo cosas interesantes hace veinte años, pero luego se ha introducido en la cirugía y el ego-feminismo”.

En este caso, la jugada no le ha salido como en otras anteriores. Para Omar el encierro en un zulo donde se codeaba con sus excrementos o un paseo por el casco viejo de San Sebastián cargando un cadáver fueron un éxito, pero en esta ocasión valora el resultado como “un absoluto fracaso”. “Los subestimé. Los neonazis se han vuelto más sofisticados e inteligentes”, resopla mientras indica que le sorprendieron sus vestimentas: “Iban de hipsters, no con la indumentaria típica neonazi. Así es como están captando ahora gente”.

“Todo fue muy anárquico. Pretendíamos dejar una cámara fija y sacar una serie de fotos, pero era imposible. Las cogían, se las pasaban de uno a otro…”. Al final, los neonazis les incautaron todo y les pidieron dinero. “Fueron muy listos. No pensaban apuntarse a esta historia por nada”.

Este batacazo tenía por objetivo denunciar las agresiones fascistas que engrosan a diario los partes de comisaría. “Igual que denuncié los 852 muertos por parte de los terroristas de ETA he querido denunciar los 80 asesinatos por bandas de neonazis desde la muerte de Lucrecia y las 400 agresiones anuales que contabiliza el Movimiento contra la Intolerancia”.

“Salí empapado. Me escupieron, me pegaron y me humillaron, pero he sobrevivido. He salido con vida del País Vasco y de un grupo de neonazis, pero no sé si lo haré de la siguiente, contra Al Qaeda”, concluye este artista despreciado por unos y aplaudido por otros al que, en algunos bares le preguntan si sigue haciendo porno mientras le sirven un té sin azúcar.