Fui paparazzi para The Sun

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Viajes

Fui paparazzi para The Sun

Fue un trabajo muy extraño.

Cuando los dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, las cosas cambiaron drásticamente. Acababa de desempacar mi hermosa Nikon D1X y me preguntaba si me había gastado todo ese dinero por una buena razón. Había estado trabajando como paparazzi y era hora de avanzar en la cadena alimenticia: había que probar suerte en las grandes agencias de noticias. Associated Press me echó el ojo, así que un día llegué a sus oficinas en Londres, a las 7:30 AM, después de tres tazas de café instantáneo. No duré mucho con ellos, pero me sirvió para ampliar mi portafolio e intentar conseguir un trabajo en algún periódico. Me acerqué a The Guardian, The Times, The Telegraph –todos los periódicos serios porque, después de todo, yo era un fotógrafo serio. Lo único que me decían era: "Claro, si consigues algo, llámanos", pero no me ofrecían nada más permanente, principalmente por mi pasado paparazzi. Conocí a un fotógrafo que mencionó que The Sunday Mirror estaba buscando un fotógrafo, así que me reuní con el editor, tomamos una cerveza, y al poco tiempo mi teléfono empezó a sonar. The Sunday Mirror se convirtió en mi trabajo de tiempo completo durante un rato.

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En 2003 los tambores de guerra empezaron a retumbar, y el Mirror Group decidió que me enviaría a la zona de guerra. Fue muy emocionante para mí, después de todo había sido soldado, Irak era una gran historia y esto era lo que quería hacer como fotoperiodista. Éramos cuatro fotógrafos. La guerra acababa de empezar cuando llegó la noticia de que un periodista de ITN había sido asesinado, y The Sunday Mirror decidió que no estaba interesado en la Guerra de Irak; era demasiado peligroso, y lo que se necesitaba en ese momento eran "historias calientes" para "levantar la moral de los ingleses en estos tiempos de guerra".

Así que en lugar de ir a Irak terminé en el centro de Londres cazando una historia. Hundí mi cara en mis manos después de estacionarme, y me empecé a deprimir. Me pagaban bien, pero sentarse en un auto durante horas no sólo es malo para la salud porque te hace engordar, también es estúpidamente aburrido.

En mi desesperación, decidí hablar a otro periódico para intentar conseguir otro trabajo. Me aventuré con The Sun, ya que se la pasan diciendo cosas como "apoyamos a nuestros muchachos" y, como el exsoldado que era, asumí que podría ser una herramienta útil en las zonas de guerra. Me invitaron a conocer al editor de foto, John Edwards. Empezamos con el pie derecho: tenía suficientes muestras y él ya conocía mi trabajo. "Está bien, te pondremos a prueba y veremos cómo funciona", y eso fue todo. Mi primer trabajo fue seguir a Paul Gascoigne a la casa de su exesposa. Ahora trabajaba para un diario; necesitaba resultados rápidos así que me preparé para tomar fotos del auto. No había necesidad de ser discreto.

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Esto rindió frutos. Mi fotografía apareció en el periódico con un encabazado; mi camino al éxito había empezado, a pesar de que mi primer nombre estaba mal escrito.

Empecé a trabajar como loco, tenía varios turnos de ocho horas, mi celular sonaba todo el tiempo, y el departamento de imagen siempre estaba sobre mí: "¿Ya llegaste?" Corría por el centro de Londres como un maniático: uno de mis trabajos fue "comprar" veinte camisas de la selección inglesa y balones de futbol que pagué con mi tarjeta. Al final nunca las usaron, todo terminó en el almacén de The Sun en algún lugar de News International. Después de algunos meses y cheques, empecé a trabajar tiempo completo para The Sun. “Te vamos a cuidar, hijo, tú sólo trabaja con nosotros y todo saldrá bien", me decía Edwards. Tenía cinco turnos a la semana, perfecto para un hombre de familia viviendo en el sur de Londres.

Me gustaba más cuando la historia era importante y toda la prensa estaba presente. Estar entre los de prensa es bueno para intercambiar ideas, quejarse, pero al menos me estaban pagando por estar ahí parado. Algunos días me tocaba el turno de la noche, que involucraba sentarse en el escritorio a esperar que algo sucediera. Una noche, Adam Ant llamó al escritorio. Al parecer le habían disparado. Me fui a Primrose Hill con el reportero en turno y Adam Ant nos abrió la puerta con el pecho lleno de sangre. Nos contó cómo escapó de la policía en Regents Park, quienes le había disparado con una pistola de balines.

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Adam Ant estaba muy enfermo en ese momento y la foto que usaron al día siguiente en The Sun fue para contrarrestar otra historia: "Frank Bruno Enloquece".  Una vez más, estaba en el turno de la noche con un reportero irlandés que tuvo que tocar en la casa del hermano de Frank Bruno. El hermano de Bruno casi le suelta un golpe en la cara. Otro de los objetivos de The Sun era George Galloway. Un reportero decidió comprar un poco de aceite de una refinería en el sur de Londres y erperar el momento indicado para "colocar" el barril frente a su jardín. Sigilosamente, esperé en mi auto con la cámara lista para fotografiar a George con el barril.

Le pregunté a John Edwards, el editor de foto, si podía ir a Irak. Su respuesta fue muy directa: "No quiero tu muerte en mi consciencia". Aun así, dos semanas después enviaron a un fotógrafo joven de ojos azules, (cuyo padre conocía al padre de John Edwards). Así fue como me di cuenta que había algo extraño… John Edwards, el editor de foto, era hijo de Arthur Edwards, el fotógrafo principal de The Sun con quien sólo había hablado una vez sobre fotografiar al Príncipe Carlos y a Camilla. Llamé a Arthur y le dije quien era. "¿Quién carajos habla?" me respondió. "Escucha, no me hagas perder el tiempo, sabes lo que tienes que hacer", y eso fue todo.

Trabajé para el "periódico favorito de la nación" en 2003 y 2004. Pasé mis días persiguiendo a  Abu Hamza y George Best. A Abu lo veía todos los viernes en la mezquita del Parque Finsbury a donde iba a rezar. Siempre había un grupo de prensa en caso de que las cosas se salieran de control. Pero mi trabajo principal era seguir a Abu y ver dónde vivía. Esto nunca sucedió. Era muy astuto. Una vez, los reporteros de The Sun llegaron con pancartas a exigir "ABU DEBE EMPACAR E IRSE", ya que muchos lectores de The Sun sentían que debía salir de Inglaterra.

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A George Best lo seguía en Walton Upon Thames. Sentía admiración por George, por su pasado emblemático, algo complicado porque una vez intentó golpearme. Apestaba a alcohol y apenas eran las 9AM. Estaba sentado en un pedazo de tierra viendo su jardín cuando se apareció con su "jardinero". Sentí cómo su cuerpo se avalanzaba contra mí y alcancé a bloquear su puño. No que me hubiera lastimado gravemente; estaba cansado de que  los periodistas lo siguieran todo el tiempo. No me sorprende que bebiera todo el tiempo.

Además de los trabajos de prensa en Londres, Downing Street, el acoso, y las cortes: John Leslie explicando lo apenado que estaba, trabajé en la Campaña de Inmigración de The Sun, en la que fotografié a un mexicano con su cartel. Estaba completamente confundido y me habían ordenado que debía estar en una posición en la que "lo viera hacia abajo" así que tuve que llevar mi escalera. La escena fue muy bizarra y tenía ganas de gritar como loco. Los del departamento de foto me dijeron: "¿Puedes asegurarte de que se ponga un sombrero mexicano y tenga una guitarra en la mano?"

Empecé a tener más turnos de noche que de día, y eso me empezó a afectar. Empecé a dudar de mí y a deprimirme por tener que perseguir estrellas de futbol y acosar gente todos los días, a pesar de estar entregando resultados. Sentí que el departamento no me apreciaba; querían la gloria para la gente de adentro, los mafiosos de The Sun. Yo era uno más de los del norte, un alien. Mi pasado militar valía madres. "Nuestros muchachos" no les importaban un carajo. Sólo les importaba el número de lectores.

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Me sentaba en mi escritorio a ver cómo el gordo editor se comía su sandwich de tocino. Proponía ideas que nadie nunca escuchaba. Los periodistas de The Sun iban a The Daily Mail, donde trabajaban a escondidas para estafar a personas como yo. Una tarde, presencié cómo un equipo completo en Manchester se quedaba sin trabajo por un correo de la editora de The Sun, Rebecca Wade. Algunos la conocía como la "Bruja venenosa". La mayoría se ponía a temblar cuando pasaba junto a ellos en la oficina. Todos estaban siempre enojados, hasta la madre, estresados. Según yo, tenía que ver con que todo en la sala de trabajo era rojo. Todo el departamento era un locura cuando la editora estaba presente. Nunca sonreía. Me preguntaba cómo es que Ross Kemp (su esposo en ese entonces) la toleraba.

Rupert Murdoch nos visitó una vez, había un escándalo por un asiático que había posado como un asesino a sueldo. Resultó que era un impostor. Todos los que trabajan ahí conocían a News International como "La Estrella de la Muerte" y a mí se me dificultaba lidiar con la idea de ser fotógrafo para The Sun. Empecé algunos proyectos personales, sólo para mantener mi fe en la fotografía y en mi integridad artística. A mediados de noviembre los periódicos empezaron a tranquilizarse por la época navideña. Hice mi llamada de todo los lunes al departamento de foto y John Edwards me contestó: "Mira, no tengo más trabajo para ti, tengo que dejarte ir. ¿Por qué no regresas a ser paparazzi? Eras muy bueno".

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Entré en pánico. Llevaba 19 meses trabajando para The Sun, aguantando la respiración con los demás: había aprendido a lidiar con mi salario. Empecé a pensar en mi hipoteca, mis tarjetas de crédito, y sobre todo, mi hijo de dos años y mi esposa embarazada con mi segundo hijo.

Esa tarde, el departamento de contadores me llamó para preguntarme dónde estaba mi pago para la fiesta de navidad. "Creo que no estoy de humor para pagar una cena navideña", le dije. Era suficientemente trágico estar desempleado en la época navideña como para celebrarlo. Ahora que reflexiono, estaba amargado, fue algo personal. Abusaron de mí de múltiples formas, a pesar de que realmente lo había intentado.