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Identidad

La invasión silenciosa de los evangelistas en España

Con la llegada de la oleadas de inmigración sudamericana, las Iglesias evangélicas en España se han multiplicado por diez.

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Mi abuela era miembro de los Testigos de Jehová –o como mi abuelo prefería llamarlos, los Testículos de Caoba– una rama del cristianismo protestante –aunque algunos estudios los pongan por separado, se siguen basando en sus mismos principios– que tiene una visión muy particular de la Biblia que les lleva a creer que el final está cerca, que solo 144.000 personas irán al cielo –los ungidos, que curiosamente estaban y están todos cerca de los círculos dirigentes de la organización– mientras el resto de fieles se contentará con seguir viviendo en la Tierra, no aceptan transfusiones de sangre ni trasplantes, se niegan a celebrar los cumpleaños, la Navidad y cualquier otro tipo de festividades por el estilo y –como no– son totalmente contrarios a la masturbación, el sexo fuera del matrimonio, el aborto, la homosexualidad y toda esa larga lista de prohibiciones que tienen en común todas las iglesias del mundo.

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Cuando mi abuela se convirtió y empezó a llenar su casa de La Atalaya y ¡Despertad! –hará unos 30 años– las religiones protestantes eran algo muy pequeño en nuestro país. Al margen de las iglesias evangélicas gitanas, la mayoría de iglesias protestantes eran congregaciones muy pequeñas formadas por extranjeros –en su mayoría europeos– que habían venido a vivir a España, muchos de ellos después de jubilarse –por eso no era extraño que tuviesen sus locales en sitios tan poco cristianos como Lloret de Mar.

Los más jóvenes y los que se convertían, se paseaban vestidos de traje por los bloques de pisos llamando puerta por puerta para intentar atraerte un día al templo –así es como llaman ellos a sus iglesias– como si fuesen comerciales, solo que en vez de venderte un aspirador nuevo te vendían la salvación eterna, ¿como vas a decir no a eso?

A partir de los años 90 las cosas empezaron a cambiar. Según datos estadísticos entre 1990 y el 2004 el número congregantes evangélicos –es decir de la gente que acude a sus misas– ha pasado de 200.000 a 350.000, más de 10.000 nuevos feligreses cada año. Los inmigrantes latinoamericanos – que siguen siendo el colectivo inmigrante más grande de nuestro país– han jugado un papel central en todo este proceso ya que muchos de ellos ya eran protestantes en su país de origen y además suelen hacer de misioneros en sus propias comunidades, atrayendo hacia el protestantismo a personas de su entorno.

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Hoy en día se calcula que en España el número de protestantes es de 1.300.000 personas sumando a los 500.000 bautizados –los protestantes no se bautizan hasta que son adultos– y los 800.000 no-bautizados y personas que se sitúan en su órbita de influencia.

A pesar de ello, cuando se habla de las nuevas religiones que se están asentando en nuestro país, normalmente se hace para hablar del crecimiento del islam. El foco que ponen los medios en la población musulmana, el miedo al terrorismo yihadista y las diferencias culturales que percibe una parte importante de la población autóctona hacen que se pase por alto que en los últimos diez años el número de iglesias protestantes en España se haya multiplicado por diez. De hecho a día de hoy los protestantes son la principal minoría religiosa, por delante de los musulmanes.

El evangelismo no llama la atención: sus feligreses no hablan otro idioma ni visten diferente –de hecho suelen ir muy arreglados– y al fin y al cabo su religión se basa en una interpretación libre del catolicismo, que a menudo se intenta vender como una versión progresista del mismo, y se intenta desmarcar de las ramas que han sido catalogadas como sectas y de muchas otras que han sido denunciadas por familiares de algunos de sus miembros por ser un sacacuartos.

Pero solo hace falta rascar un poco para darse cuenta de que en el fondo siguen defendiendo una visión arcaica y retrógrada de la vida y de las personas. Como decía antes, muy a menudo – más de lo que ellos mismos aceptan – siguen criticando la contracepción, el aborto, los modelos de familia alternativos, la sexualidad libre y todo lo que salga de la heteronormatividad basándose en interpretaciones literales e intransigentes de la Biblia que les llevan a planteamientos similares a los que podrían hacer ciertos imanes radicales, pero a pesar de esto ningún partido de extrema derecha se manifiesta cuando se abre otra de sus iglesias.

Es sorprendente cómo se puede estirar el chicle del terrorismo islamista para estigmatizar a una religión que practican 1.250 millones de personas en el mundo y sin embargo nadie hace lo mismo después de que algún protestante radical ponga una bomba en una clínica abortista.

Por poner un ejemplo, ahora mismo cualquier persona que pasee por el centro de Barcelona podrá ver alguno de los muchos puestos que los Testigos de Jehová han puesto por toda la ciudad para regalar sus revistas y extender su visión de la palabra de Dios. Si los musulmanes de cualquiera de las mezquitas de la ciudad hubiesen hecho lo mismo, los medios estarían hablando de una ofensiva islámica y lanzarían presagios apocalípticos mientras que Plataforma Por Cataluña se plantaría como cuarta fuerza política en intención de voto para el 27-S. Quizás tengamos que aceptar que lo que a muchos les molesta no son las gilipolleces que dice o deja de decir uno u otro libro sagrado, sino quién las dice.