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Vaya con Dios, Hugo

"Es un juego de ajedrez, Sr. Palast", me dijo Chávez, mientras me mostraba la larga y filosa espada de Simón Bolívar, el Gran Libertador. “Y yo soy un excelente ajedrecista”, aseguró.

Hugo Chávez le enseña a Greg Palast la espada de Simón Bolívar en el Palacio de Miraflores, Caracas, en 2006.

Palast se reunió varias veces con Hugo Chávez, quien falleció el día de ayer, para la BBC.

En 2005, el reverendo Pat Robertson, canalizando la frustración del departamento de estado de George W Bush, dijo: "Hugo Chávez piensa que estamos tratando de asesinarlo, pienso que deberíamos hacerlo”.

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A pesar de que Bush dio inteligencia, fondos e incluso una nota de felicitación al equipo que secuestró a Chávez (ya llegaremos a esto), Hugo permaneció en el gobierno, se reeligió y siguió siendo extremadamente popular.

¿Pero por qué todo este odio, odio, ODIO del equipo de Bush hacia el presidente de Venezuela?

El reverendo Pat fue directo en su respuesta: es por el petróleo.

"Éste es un enemigo peligroso que tenemos al sur y que controla importantes reservas de petróleo”.

Una GIGANTESCA reserva de petróleo. Según Guy Caruso, ex director de inteligencia petrolera para la CIA, Venezuela tiene 1.36 billones de barriles recuperables; mucho más que Arabia Saudí.

Si no matamos a Chávez, tendremos que repetir “Irak” en su país. Así que el reverendo sugiere: “No necesitamos otra guerra de 200,000 millones de dólares… Es mucho más fácil mandar a uno de nuestros agentes especiales a que haga el trabajo”.

Chávez me dijo que estaba sorprendido por los ataques de Bush: Chávez había tenido una relación cordial con Bush padre y Bill Clinton.

¿Qué hizo que Chávez se convirtiera en "un enemigo peligroso"? Justo después de la inauguración de Bush en 2001, el congreso de Chávez aprobó una nueva "Ley de Hidrocarburos". Exxon, British Petroleum, Shell Oil y Chevron se quedarían con el 70 por ciento de las ganancias del crudo extraído de Venezuela. Nada mal, considerando que el precio del petróleo se aproximaba a los 100 dólares por barril.

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Pero para las compañías petroleras, que habían sometido al gobierno anterior para exigir el 84 por ciento, un recorte al 70 por ciento era “no bueno”. Peor aún, Venezuela cobraba apenas uno por ciento de regalías sobre el crudo “pesado” del Orinoco. Chávez informó a Exxon y compañía que ahora tendrían que pagar 16.6 por ciento.

Evidentemente, Chávez había aprendido una lección sobre la manera de hacer negocios con las grandes petroleras.

El 11 de abril de 2002, el presidente Chávez fue secuestrado y llevado a una prisión en una isla en el Caribe. El 12 de abril, Pedro Carmona, un compañero de negocios de las petroleras estadunidenses y presidente de la Cámara de Comercio del país, se declaró presidente de Venezuela, acto que redefinió el término “absorción corporativa”.

El embajador estadunidense, Charles Shapiro bajó rápidamente de la embajada en la colina para tomarse la foto con el “presidente” autoproclamado y los líderes del golpe de estado.

El vocero de la Casa Blanca admitió que Chávez había sido “elegido democráticamente”, pero agregó: "La legitimidad es algo que se confiere no sólo por una mayoría de votos." Ya veo.

Ante un ejército de ciudadanos enfurecidos y armados camino al palacio presidencial en Caracas, listos para colgar a los responsable del golpe, Carmona, el “presidente” de Exxon, regresó a Chávez a su escritorio en 48 horas. (¿Cómo?Get The Assassination of Hugo Chavez, la película, habla sobre mis reportajes para la BBC. Podrás descargarla gratis durante los siguientes días).

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Chávez había provocado el golpe no sólo cobrando más regalías a las compañías petroleras. Fue lo que hizo con ese dinero lo que llevó al uno por ciento venezolano a rebelarse.

En Caracas, me encontré con la reportera de una estación de televisión cuyo dueño suele ser acreditado con la planeación del golpe de estado. Durante una sesión de fotos publicitaria, recargada contra un árbol y enseñando las piernas casi hasta donde éstas se juntan, la reportera apunta hacia los “ranchos”, los barrios pobres de Caracas, donde las chozas, antes hechas de cartón y aluminio, se estaban transformando en casas de concreto.

"Él [Chávez] les da pan y ladrillos, así que votan por él”. Ella sentía repulsión por “ellos”, el 80 por ciento de los venezolanos que son negros e indios; y pobres. Chávez, negro e indio el mismo, había, por primera vez en la historia de Venezuela, quitado la riqueza del petróleo de manos de la clase privilegiada, quienes se hacen llamar “Españoles”, para entregársela a las masas de hombres oscuros.

Mientras caminaba por los barrios pobres de Caracas, me encontré con un local, Arturo Quiran, un comerciante que no siente tanto amor por Chávez. Pero mientras nos tomábamos una cerveza en su cocina, me dijo: “Hace 15 años bajo [el entonces presidente] Carlos Andrés Pérez, había mucho dinero del petróleo en Venezuela. El ‘boom petrolero’ lo llamábamos. Aquí en Venezuela había mucho dinero, pero no lo veíamos”.

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Entonces llegó Hugo Chávez, y ahora los pobres en su vecindario, me dijo, “reciben atención médica, cirugías gratuitas, rayos X, medicinas; también educación. Personas que no sabían escribir ahora pueden firmar sus papeles”.

Estos actos de Robin Hoodescos, dar el dinero de los ricos a los pobres, quizá habrían sido tolerados, aunque resentidos, por Estados Unidos. Pero Chávez, quien me dijo: “Ya no somos una colonia petrolera”, fue mucho más lejos… demasiado lejos ante los ojos de la elite corporativa en Estados Unidos.

Venezuela tenía millones de ciudadanos sin tierra; y millones de hectáreas sin usarse en las que una pequeña élite tenía sus plantaciones. El congreso de Chávez aprobó una ley en 2001 la cual dictaba que todo pedazo de tierra cultivable debía venderse. Era un programa prometido desde hace tiempo por los políticos venezolanos, a petición de John F Kennedy como parte de su "Alianza por el Progreso".

A la corporación Heinz, dueña de una plantación, esto no le sentó nada bien. En respuesta, Heinz cerró su planta de kétchup en el estado de Maturín y despidió a todos sus empleados. Chávez nacionalizó la planta de Heinz y devolvió a la gente su trabajo. Chávez no se dio cuenta que acababa de moler los tomates de la poderosa familia Heinz y el esposo de la Sra. Heinz, el senador John Kerry, ahora secretario de estado.

Aunque, conociendo a Chávez, más bien no le importa un comino.

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Greg Palast con el nuevo líder venezolano, Nicolás Maduro.

Chávez podía sobrevivir la apropiación del kétchup, la "presidencia" Exxon, incluso arrancarle sus ganancias a las grandes petroleras, pero puso a prueba la paciencia de los multimillonarios menos agradables de Estados Unidos: los hermanos Koch.

Los presidentes electos que molestan a las grandes petroleras terminan exiliados… o muertos: Mossadegh de Irán tras nacionalizar los campos de BP (1953), Elchibey, presidente de Azerbaiyán, después de negarse a entregar sus campos petroleros en el Mar Caspio a BP (1993), el presidente Alfredo Palacio de Ecuador tras revocar la concesión de Occidental (2005).

"Es un juego de ajedrez, Sr. Palast", me dijo Chávez, mientras me mostraba la larga y filosa espada de Simón Bolívar, el Gran Libertador. “Y yo soy un excelente ajedrecista”, aseguró.

En la película El Séptimo Sello, un caballero medieval apuesta su vida en un juego de ajedrez con la Muerte. Por supuesto, La Parca hace trampa y se lleva al caballero. Ningún mortal puede vencer por siempre a la Muerte, la cual, el día de ayer, dio jaque mate al nuevo Bolívar de Venezuela.

Pero el maestro bolivariano ejecutó una movida brillante antes de caer, nombrando al vicepresidente Nicolás Maduro, un hombre tan bueno y decente como se puede, como heredero de su lucha por aquellos en los "ranchos". El uno por ciento en Venezuela, quienes esperan que la muerte de Chávez les devuelva el poder y sus riquezas, están atónitos por la nominación de Maduro.

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Chávez envió a Maduro a una junta conmigo en mi oficina en Nueva York en 2004. Durante nuestra conversación en la Segunda Avenida, Maduro y yo intercambiamos información sobre planes de asesinato y políticas petroleras.

Incluso desde aquel año, Chávez se preparaba para el día en el que los negros e indios venezolanos perdieran a su rey, pero sin dejar de estar en el juego.

Una guerra de clases en un tablero de ajedrez. Ni siquiera muerto apostaría contra Chávez.

Sigue a Greg en Twitter: @Greg_Palast

Como purgatorio para toda esa mierda que los americanos publican sobre Chávez, mi fundación, The Palast Investigative Fund, ofrece la película, The Assassination of Hugo Chavez, como una descarga gratuita. Basada en las entrevistas de Palast con Chavez, sus secuestradores y sus potenciales asesinos, filmada para la BBC. También disponible en DVD.