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Así corren los gallos en Guatemala

La fiesta en Todos Santos Cuchumatanes se trata de chupar cheve Gallo todo el día y galopar en caballos desconocidos.

Llegar a la remota aldea de Todos Santos Cuchumatanes es un dolor de testículos. Tienes que manejar por un camino que se arrastra 3,600 metros hacia adentro de la cadena montañosa Cuchumatanes, cerca de la frontera de Guatemala con México, que tiene en su camino peñascos enormes, vehículos del ejército de Guatemala, y buitres que lentamente desmiembran animales muertos a los lados de la carretera. La región está lo suficientemente aislada como para que a los españoles les costara bastante trabajo conquistar a las comunidades de las montañas, e incluso hoy se siente esa vibra de que preferirían que los dejaran solos. La población de Todos Santos es completamente maya, y para muchos el español es su segunda lengua, después del mam. Y aunque muchos de ellos son católicos, las antiguas tradiciones y creencias religiosas mayas aún tienen mucho poder. Es igual que acá en México, pues.

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Una expresión de esas tradiciones es la carrera de caballos de un día entero que los locales llaman Carrera de Almas o el Juegos de los Gallos, que se lleva a cabo cada año el primero de noviembre, durante las festividades del Día de Muertos. Tiene sus raíces en el siglo 17, cuando los conquistadores, habiendo ganado una difícil victoria, prohibieron a los indígenas montar caballos. Hoy la carrera es tanto una protesta contra el colonialismo como una ceremonia para honrar a los muertos. Cuando pregunté a los residentes mayores en el pueblo sobre la historia de la carrera dijeron que era "antigua", y lo dejaron así.

Los jinetes se preparan para el evento desde la noche del 31 de octubre. Se sacrifica un pollo para bendecir la polvosa pista que serpentea por la avenida central, y los competidores hacen un juramento sobre abstenerse del sexo. Pasan toda la noche tomando cerveza Gallo y un potente licor guatemalteco llamado Quatzalteca. Para cuando comienza la carrera la mañana siguiente, los jinetes ya están intoxicados, y pasan el resto del día poniéndose más borrachos —es lo que demanda la ceremonia— mientras montan de un lado a otro en una pista que va de una punta del pueblo a la otra.

Si bien la borrachera es un estado ritual para los jinetes, el resto del pueblo también se pone pedísimo. No se necesitan muchos tragos para tumbar de culo colectivamente al pueblo, ya que es la única temporada del año en que se vende alcohol en el pueblito, el resto del tiempo sólo está disponible en restaurantes para turistas.

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"No tomamos el resto del año por tradición", me dijo una señora mayor llamada Feliciana. Hay un largo precedente de abstención en Todos Santos, y en 2008 un alcalde estricto prohibió por completo los licores fuertes, excepto el día de la carrera.

Para el mediodía, los hombres estaban tumbados en las calles y en las banquetas, y sus compatriotas se tambaleaban por la avenida principal en busca de más cerveza. Niños de hasta 12 años toman parte en la embriaguez, pero las mujeres y las niñas evitan casi por completo el alcohol. No es raro ver a una esposa o a un niño parado sobre un tipo desmayado en la calle agarrando una lata de cerveza.

La mayoría de los jinetes son completamente desconocidos para sus caballos. Todos estos son rentados y algunos se pueden poner más inquietos bajo el mando de hombres borrachos que otros. "Lo más difícil es que si el caballo no conoce al jinete, se puede poner un poco loco", dijo un local llamado Freddy. "Los dueños están aquí para calmarlos. Los jinetes toman todo el día, así que más tarde se pone loco".

Es un gran día para los dueños de los caballos, que pueden ganar hasta 511 dólares en la renta, honorarios y apuestas, bastante dinero en un país cuyo PIB per cápita es de sólo 5,200 dólares. Un dueño, un muchacho de 15 años llamado Henry, caminó todo el día desde su remoto pueblo para meter a su caballo, Rosio, a la carrera. Aunque el único premio por acabar la carrera es el honor, mucha gente apuesta en los resultados, y pagarle a los jinetes no es algo inaudito.

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La equitación propiamente dicha está obviamente fuera de la ecuación en condiciones como ésta, y los jinetes que lo hacen bien son aquellos que pueden aguantar sus tragos. Una muerte violenta es un riesgo muy real para los jinetes; es considerada una ofrenda al inframundo para que traiga cosechas fértiles el próximo año. Algunos espectadores me han dicho que un hombre había muerto en la mañana, pero las festividades continuaron.

"Ah, no es realmente peligroso. Sólo un poco de arena en el ojo", dijo Feliciana unos momentos antes de que un jinete desorientado estrellara su caballo con el de su vecino. Ambos salieron volando de sus sillas —uno pasó por encima de la reja— y aterrizó duro. El primer jinete se levantó rápido, pero el segundo estaba tirado sin moverse en la arena. Un murmullo colectivo se escuchó y la multitud lo quitó de la pista. Aunque respiraba, casi parecía estar muerto. Finalmente, lo sacaron de la pista cargándolo de brazos y piernas.

No hay hospital en Todos Santos, y un residente de anestesia estadounidense que estaba de visita, Pablo Guzmán, era el único doctor a la mano. Pablo le ayudó al hombre a alejarse de la pista y lo puso en un auto que lo llevó a su casa.

"Antes de ponerlo en el taxi, su mujer vino con un poco de agua o algo en su boca", Pablo recordó después, "y luego le escupió". Los chamanes mayas frecuentemente escupen Quetzalteca a la gente como súplica de curas para los males. Más tarde, cuando el hombre descansaba en su casa, "su abuela vino y le escupió más agua o Quetzalteca, y puso algunas flores [en su cama], dijo Pablo.

A los jinetes no parece importarles lo cerca que pueden estar de la muerte. Los más aventados abren ampliamente sus brazos; no era raro ver a alguien rodando por la pista agarrado de una cerveza. Cerca del final de la carrera, un hombre apresuró a su caballo hacia la colina mientras blandía un pollo que revoloteaba. En la vuelta de regreso, el pollo estaba muerto, su cuello roto. En años anteriores se colgaban pollos vivos de cuerdas sobre la pista de carreras para agarrarlos, de acuerdo con un hombre extraordinariamente borracho bien entrado en sus ochenta.

Después de la carrera, los hombres borrachos y los espectadores van al centro del pueblo para una noche de (aun más) tragos y baile. Al día siguiente, el festival sigue en el cementerio mientras los parranderos se juntan en las tumbas de sus ancestros difuntos. Para entonces, yo ya estaba de regreso por los caminos de la montaña. No pude aguantarles el ritmo.