Foto 1 (Foto: Anton Skyba).  La República Popular de Donetsk (anteriormente sólo "Donetsk") es un lugar extraño.  Después de que la milicia local y las fuerzas rusas le arrebataran el territorio a Ucrania en 2015, la zona —que se identifica como un territ

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Foto 1 (Foto: Anton Skyba). La República Popular de Donetsk (anteriormente sólo "Donetsk") es un lugar extraño. Después de que la milicia local y las fuerzas rusas le arrebataran el territorio a Ucrania en 2015, la zona —que se identifica como un territ

En medio del control extremo y el caos total en la ciudad de Donetsk, aún persisten los destellos de la vida nocturna.

(Foto: Anton Skyba).

La República Popular de Donetsk (anteriormente sólo "Donetsk") es un lugar extraño.

Después de que la milicia local y las fuerzas rusas le arrebataran el territorio a Ucrania en 2015, la zona —que se identifica como un territorio de etnia, cultura y política rusa, en lugar de ucraniana— se ha convertido en un caldo de cultivo geopolítico fuertemente armado. Para tener una idea de la situación que se vive en la ciudad en este momento, echen un vistazo a TripAdvisor, YouTube o Facebook, y no encontrarán mucho sobre este lugar desde que comenzó la guerra. Fuera de los reportajes, es probable que la mayor parte de la información existente provenga de un tiempo anterior al conflicto, cuando se le consideraba la segunda ciudad de Ucrania y contaba con una escena de arte, una entusiasta vida nocturna, y un equipo de futbol que el resto del mundo seguía con atención.

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Dieciocho meses después, casi 10,000 personas han muerto, la institución de arte se ha convertido en un almacén militar y el equipo de futbol juega ahora al otro lado del país, de vuelta en la segura Ucrania Europea.

La República Popular de Donetsk, generalmente conocida como DNR, es un sitio separado, partidista y paranoico. La guerra fluctúa, pero sólo ha logrado alcanzar un punto muerto. Los proyectiles ya no llegan al centro de la ciudad y la vida aparentemente continúa como de costumbre, pero en los bares de sushi y el hotel Ramada todavía se puede escuchar el sonido de los morteros y los lanzacohetes proveniente del frente de batalla. El ruido se vuelve mucho más audible después de las 11 PM, cuando comienza el toque de queda para los civiles de toda la región. Las calles se vacían rápidamente, y aquellos que desobedecen pueden enfrentarse a un máximo de 15 días en una celda. A las 5 AM termina el toque de queda y puedes escuchar nuevamente a los coches que pasan por las calles.


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Colectivo de BMX "Pilz" de Donetsk (Foto: Rhys James).

Donetsk sigue siendo en gran medida una ciudad ocupada en sus asuntos, y la gente todavía vive, trabaja e incluso consigue divertirse un poco aquí. Unos cuantos clubes nocturnos siguen abriendo sus puertas cada noche (al menos hasta las 11 PM), por lo que se convirtió en nuestra tarea averiguar cómo es que alguien aún encuentra tiempo para ir de fiesta en un lugar como este. La mayoría de los medios de comunicación están prohibidos por el régimen, pero al enterarse de que estábamos haciendo un reportaje sobre la vida nocturna, nos dejaron entrar. Hasta el día de hoy, no estoy completamente seguro de por qué.

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Nuestro punto de contacto fue un chico finlandés llamado Janus Putkonnen, un político excéntrico que había llegado hasta una posición relativamente importante en el gobierno de facto de la DNR, a pesar de no hablar una sola palabra de ruso. Janus es precisamente el tipo de persona que de cualquier forma ganaría relevancia en un sitio tan caótico como la DNR: un ex actor de telenovelas, director de teatro y blogger de noticias alternativas, que además fue un comunista de la vieja escuela. Putkonnen consideró que la DNR estaba a la vanguardia de una "revolución mundial".


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No fue difícil imaginarlo como el coronel Kurtz de la DNR: un extraño que había encontrado el poder en un lugar al que nadie más se atrevía a ir. Era una de esas personas que sin importar las circunstancias terminaría en un lugar como este. Un comerciante de la locura. Dudo que esta sea la última vez que tengamos noticias suyas.

Para entrar a Donetsk hay que cruzar puestos de control militares, tanto en el lado ucraniano como en el ruso. Un camino desmilitarizado de unos cuantos kilómetros de largo separa los dos estados, con minas terrestres incrustadas en los extensos campos de girasoles a ambos lados. La parte ucraniana se siente más oficial, como un aeropuerto con un poco más de armas y revisiones oficiales de vehículos. El lado ruso, o de la DNR, es más salvaje e intimidante, pero más fácil de atravesar. Los perros salvajes rozan los cañones de las AK-47 que cuelgan de la cintura de los jóvenes soldados. No puedes evitar fijarte en sus lentes Ray-Ban y sus tenis Flyknits recién comprados.

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"Que se joda Ucrania", me recordó uno de ellos cuando nos fuimos.

Llegas a esta parte del mundo esperando encontrar una guerra total, pero lo que obtienes es una rareza palpable. Al final te acostumbras a los disparos que suenan a la distancia, que son tan rutinarios, separados y enfocados entre las dos partes del conflicto, que —desde el espacio seguro del centro de la ciudad— se sienten casi intangibles. En cambio, lo que sí puedes percibir son los hombres en el vestíbulo del hotel que parecen observarte ("sólo son tipos de la Mafia", nos aseguran nuestros contactos), las notificaciones de Facebook sobre actividad sospechosa en tu cuenta y la gente que llega a los cafés y restaurantes con armas de fuego. En el vestíbulo del gimnasio del hotel vi a un oficial de alto rango sentado, completamente armado, que enviaba mensajes de texto y veía videos rusos de EDM en un canal de música.

El autor y amigos en un club en Donetsk (Foto: Rhys James).


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Pero la DNR también tiene su encanto. La vena estalinista que la recorre significa que es un lugar que se opone ferozmente a la globalización. Las cadenas y las marcas han sido expulsadas. Tampoco hay bancos, y al caminar por las calles es difícil no aplaudirles por haber realizado lo que la izquierda en Occidente ha soñado durante tanto tiempo. Donetsk es el sueño de Russell Brand, pero llevado a cabo en circunstancias que incluso el más radical de los izquierdistas no perdonaría.

Pero en medio de todo este control extremo y caos total, persisten los destellos de la vida nocturna. Una fiesta de espuma en un resort playero, un club lleno de soldados que realizan bailes tradicionales, un grupo de adolescentes ciclistas de BMX que se hacen llamar el colectivo "Pilz". Y dentro de eso, se puede ver la perseverancia de las personas y su necesidad de sacarse toda esta mierda del sistema. Es un espectáculo que hace que tus nociones románticas de escapismo —de "vivir para el fin de semana"— parezcan insignificantes.

@thugclive / @RDRhysJames