FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Dejé algo del otro lado cuando resucité

Ahora no salgo de casa sin llevar una tarjeta que dice: "No resucitar".

Guido es un amigo de mi familia, de 75 años de edad. Ha pasado por muchas cosas —ha sido policía, médico y un artista visual mundialmente reconocido—. Solía ir a casa de mis padres cuando yo era chico con un arma cargada en el cinturón. Antes vivía en Guatemala, pero hace poco se mudó a Arizona para estar más tranquilo. Fui a visitarlo y me contó de la vez que se murió.

—River Donaghey

Morí el 19 de agosto de 2011 cerca de mi casa en Arizona. La oscuridad me rodeó. Eso era todo. Yo no estaba en mi cuerpo, con mi cuerpo, no era parte de mi cuerpo, pero por un momento estuve consciente. Todo era oscuridad, placer y era nada. Estaba muerto. Es todo.

Publicidad

Estaba trabajando en un parque en la calle Hobson y colapsé de regreso a casa. Logré pararme y llegar a una mesa de picnic. Recargué la cabeza para ver si se me pasaba el mareo. Desperté con el sonido de las sirenas policiales.

Pensé: "Alguien te vio caerte, desmayarte y piensa que estás borracho. Seguro llamaron una ambulancia o a los bomberos". Sabía que era mejor evitar toda esa mierda. Asumí que podría lidiar con lo que fuera que estuviera mal dentro de mí, tal vez un hematoma subdural, en casa. Me paré y partí.

Recuerdo haber cruzado Hobson, la calle que separa al parque de mi cuadra. Llegué a mi calle y pensé: "Todo está bajo control". No recuerdo haberme colapsado de nuevo.

Mi siguiente recuerdo fue ser un animal fuera de mi cuerpo. Buscaba un lugar donde dejar mi cadáver, así que decidí llevarlo detrás de una valla publicitaria para que estuviera a salvo. Al hacerlo me confundí un poco, ya que no hay vallas en la calle Hobson. No obstante, recuerdo poner mi antiguo cuerpo detrás de un espectacular de propaganda imaginaria. Me sentí seguro y relajado mientras todo se ponía negro. Fue cómodo, negro y dulce. Se sintió tan bien como tocar a una mujer y no creo que haya algo mejor.

Mucho tiempo después, desde las profundidades de la oscuridad, me di cuenta de que alguien había sacado mi cuerpo de su escondite. Lo estaban arrastrando lejos del espectacular. Luego volví a la oscuridad y no me di cuenta de nada durante un buen rato.

Publicidad

De repente me di cuenta de que alguien estaba picoteando mi cuerpo. Sentía un palo afilado clavado en las costillas. Fue una sensación horrible, en especial comparada con la oscuridad.

Pensé: "¡Jesús! Éstos son unos cabrones salvajes. ¿Quién mierdas haría algo así?" Pero se puso peor. Alguien había empezado a desollarme. Podía sentir cómo me jalaban la piel. Había otro palo afilado del otro lado y otro en mi muslo. Pensé: "¿Qué mierdas hacen estos cabrones? ¿Qué no pueden dejar mi cuerpo donde lo puse?"

Seguía regresando a la oscuridad, capaz de ignorar lo que me hacían. Pero entonces se volvió demasiado frecuente: desollaban, picoteaban y agitaban el cuerpo que creí haber escondido y pensé: "Debo volver un momento y ver qué pasa. Luego volveré a la oscuridad".

Abrí los ojos y reconocí al hombre inclinado sobre mí como un paramédico por la insignia en su camisa. Yo mismo fui un paramédico en el pasado, así que sabía lo que hacía. Él gritó: "Quédese conmigo, su pulso aún está en 13". Empezó a atiborrarme de preguntas. Quería saber mi dirección y número. Me dijo que si cerraba los ojos tendría que darme otro shock eléctrico. Recordé mis épocas como paramédico: supe que la única forma para detener la tortura era hacer lo que me decía.

Sacaron a mi novia de la casa y la llevaron conmigo. Esperaba que dijera: "Tiene mucha experiencia médica. Sabe lo que hace. Déjenlo irse a casa". Esperaba que todos me dejaran en paz para que pudiera volver a la oscuridad. Pero no, les dijo que me llevaran al hospital.

La gente que dice haber visto una luz dice pura mierda. Creo que lo inventan. Tal vez nunca murieron. ¿Y yo? Yo sí morí. Mis riñones estaban llenos de sangre. Mis pantalones estaban llenos de mierda y meados. Mi corazón no latía. La sangre no estaba llegando a mi cerebro. Me estaban inyectando atropina: esos palos filosos en los costados trataban de llegar a mis riñones. La sensación de ser desollado resultó ser el desfibrilador que estaban usando para forzar a mi corazón a que bombeara la atropina a todo mi sistema y mandara sangre a mi cerebro.

Sé que estuve muerto porque desde que volví nada ha sido igual. Perdí algo en el proceso de morir. No todo de mí volvió de la oscuridad. La gente a mi alrededor no lo ve, pero yo sí. Ya no soy tan agresivo o pasional como solía ser. Algo esencial se ha ido. No sé si lo encontraré de nuevo o si lo perdí para siempre.

Es algo pequeño, pero para mí es suficiente como para cargar una tarjeta naranja de "No resucitar" en mi cartera. No salgo de casa sin ella. Sé que lo primero que hacen los paramédicos es asegurar que haya una vía respiratoria. Lo segundo es revisar la cartera para ver quién eres. Quiero estar seguro de que encuentren esa tarjeta. La próxima vez quiero que me dejen en la oscuridad. Tal vez pueda recuperar lo que perdí.

Sigue a River en Twitter.