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Descubren más fosas comunes en las montañas de Iguala mientras continúa la búsqueda de los estudiantes

VICE News acompañó a un grupo de policías voluntarios en búsqueda de los estudiantes desaparecidos en Guerrero, México. Durante la jornada, descubrimos algunos restos humanos, que confirman que el sur del país vive una época de terror bajo el...

Foto por Hans Maximo Musielik.

"No somos la policía, somos el pueblo. Puedes decirnos la verdad", dijo Miguel Ángel Jiménez, miembro de una comunidad voluntaria de policías en el estado de Guerrero a un viejo productor de maíz.

Jiménez junto con un grupo de más de veinte compañeros voluntarios se encontraban en las accidentadas faldas de las colinas en Iguala, Guerrero, buscando a los 43 normalistas que desaparecieron el 26 de septiembre, cuando la policía local supuestamente atacó los autobuses que éstos habían tomado.

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Jiménez se encontró con el agricultor en una parcela de milpas, mientras otras personas los observaban desde lejos.

Al principio, los dos hombres se notaban vacilantes. Los oficiales de la policía comunitaria recibieron cuatro informes que sugerían la existencia de más fosas comunes en esta tierra de cultivo a las afueras de Iguala, un cerro conocido como Loma del Zapatero. También les informaron que habían escuchado a personas gritando durante la noche y que probablemente se encontraban en alguna casa de seguridad.

Quizá encontrarían a los estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa. O quizá encontrarían algo más.

Foto por Daniel Hernández.

Los integrantes de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero o UPOEG, (conformada casi en su totalidad por hombres, ya que sólo había una mujer), están decididos a encontrar a los normalistas desaparecidos, sin importar la falta de armas, de protección por parte de la policía y de apoyo de investigadores forenses profesionales.

Oficiales de la policía estatal de Guerrero afirman que cuatro bandas de narcotraficantes pelean por ese territorio. Sin embargo, la policía comunitaria asegura que sus miembros no están conformes con esta explicación.

El agricultor les dijo que no había visto ni escuchado nada fuera de lo normal. Lo juró. Así que Miguel Ángel Jiménez y el resto del grupo siguieron adelante.

Ni siquiera había pasado una hora cuando encontraron dos zanjas recién cavadas en la cresta de una montaña.

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Con VICE News presente, el grupo cavó en la tierra y encontró algunos huesos (un trozo de maxilar, un fémur, ropa desperdigada y basura). Decidieron irse después de que uno de los miembros de la policía comunitaria recibió una llamada de amenaza. La voz al otro lado del teléfono les dijo que dejaran de merodear en las montañas, por su propio bien.

Los voluntarios de la UPOEG alertaron de inmediato a la policía federal sobre el descubrimiento de más fosas comunes. Éstas se suman a las nueve que encontraron en los días previos a su patrullaje el lunes pasado. También encontraron más fosas al día siguiente. Y al siguiente.

Cuando excavan en las laderas de Iguala, donde se acusa a la policía local de haber disparado a tres autobuses donde viajaban los estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa (de los cuales seis murieron y otros 43 fueron secuestrados), se vuelve evidente que esta ciudad se ha convertido en un cementerio.

A pesar de haberla llamado, la policía federal nunca se llegó a la Loma del Zapatero. La Gendarmería, una nueva unidad policiaca militarizada a cargo de la seguridad pública en Iguala, estaba patrullando la ciudad pero al parecer nunca fue más allá de la plaza central.

Miguel Ángel Jiménez, voluntario de la policía comunitaria, examina una posible fosa a las afueras de Iguala, Guerrero. (Foto por Hans Maximo Musielik)

Surge otro movimiento tras una tragedia

Hace unos años, después del asesinato del hijo de Javier Sicilia, se desató un movimiento de protesta comunitaria en las calles. Este movimiento exigía que se pusiera fin a la guerra contra el narcotráfico apoyada por EU, al igual que un alto a la impunidad de la que gozan tanto los funcionarios como los delincuentes.

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Fue un momento duro para México. Ahora, el país vuelve a enfrentar un periodo igual de doloroso.

El viernes pasado en Acapulco, se manifestaron miles de personas que exigían el regreso de los estudiantes desaparecidos. La manifestación estaba cargada de indignación ante la idea de que los grupos del crimen organizado controlan una gran parte del territorio mexicano. También hubo otras protestas en la Ciudad de México, en las que participaron miles de alumnos que asisten a universidades a lo largo y ancho de la ciudad. Los estudiantes declararon que se manifestarían en contra de los asesinatos y desapariciones de Iguala. La semana pasada también se realizaron protestas en EU y Reino Unido.

Los estudiantes de Ayotzinapa, con el apoyo de una unión de maestros en Guerrero y de estudiantes de escuelas normales en otros estados, están bloqueando casetas de cobro en algunas autopistas y secuestrando camiones de carga que pertenecen a grandes corporaciones de comida.

Cada vez hay más tensiones. El viernes pasado, VICE News vio cómo algunos maestros en la caseta de cobro de Palo Blanco detuvieron a dos hombres y los acusaron de ser espías del gobierno. Al parecer, los hombres estaban tomando fotografías a los manifestantes desde una motocicleta. Los atraparon, prendieron fuego a su motocicleta y después los llevaron al centro de Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero. Uno de ellos admitió ser un agente de inteligencia militar mientras que el otro se negó a decir para quién trabaja.

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Maestros enmascarados llevan a los presuntos espías a la plaza central de Chilpancingo el día 16 de octubre de 2014. (Foto por Hans Maximo Musielik)

Se tiene la impresión de que en realidad nadie controla el estado de Guerrero, donde los cerros y montañas tienen un aspecto despiadado incluso vistas desde lejos y donde aún persiste el legado de resistencia guerrillera y activismo social.

Esta sensación es todavía más evidente en Iguala. Se sabe muy bien el vínculo que el ex edil de Iguala, José Luis Abarca, mantenía con el cártel de los Guerreros Unidos, y aún así, las autoridades no hicieron nada al respecto. Mientras tanto, los asesinatos y las desapariciones continuaron al mismo tiempo que los Guerreros Unidos luchaban contra Los Rojos, otro cártel, por el control del corredor de narcotráfico local o "plaza".

El caso de Ayotzinapa sólo es un recordatorio de que la justicia sigue fuera del alcance del ciudadano común en México.

Estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa bloquean una caseta de cobro en Chilpancingo, Guerrero. (Foto por Daniel Hernández)

Ahora, con las protestas que se planean para esta semana, la dimensión de la tragedia que afecta a todo el país se ha vuelto más evidente.

El pasado miércoles, una doctora que se dedicaba a hacer activismo en Twitter fue secuestrada y asesinada en la ciudad fronteriza de Reynosa, Tamaulipas, en un ataque que estremeció a la comunidad de reporteros en redes sociales que informan unos a otros sobre las violencia de la guerra contra las drogas. En día 11 de octubre, un líder campesino que conducía un programa de radio en Mazatlán, Sinaloa, quien a menudo criticaba a las funcionarios por los efectos de una presa, fue asesinado en plena transmisión.

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El trompetista de uno de los grupos de banda sinaloense más antiguos y queridos de México, la Banda el Recodo, despareció desde hace una semana.

A pesar de todos los esfuerzos, los estudiantes normalistas siguen sin aparecer.

Según dijeron investigadores federales en una conferencia de prensa que tuvo lugar la semana pasada, un líder de los Guerreros Unidos que atraparon las autoridades describió el ataque y la desaparición de los 43 estudiantes como una "situación casual". Durante el fin de semana, el sacerdote Alejandro Solalinde, defensor de los derechos humanos de los migrantes y de las víctimas, aseguró que recibió información fidedigna de una fuente en Iguala. Según el padre, le informaron que los normalistas fueron incinerados por "agentes del estado" y que algunos de los estudiantes seguían vivos cuando ocurrió.

"No quiero dar más detalles pero me dijeron cómo los habían quemado", dijo Solalinde a los reporteros. "Los atacaron como si fueran un ejército, no como estudiantes de una escuela normal rural".

La declaración no tiene importancia para la policía comunitaria voluntaria que sigue posicionada en Iguala y explorando las montañas.

El día que los acompañamos, un poco más tarde, llegaron tres trabajadores de la Comisión Nacional de Derechos Humanos para confirmar el informe sobre las dos fosas comunes recién descubiertas. Sin embargo, los trabajadores dejaron de escalar después de que los voluntarios de la UPOEG les informaron que habían recibido una amenaza. Los trabajadores dijeron que regresarían acompañados de policías.

Esa misma noche, VICE News se reunió con los líderes de la UPOEG de vuelta en su campamento, ubicado en la plaza central del municipio de Iguala. La policía nunca llegó. Se descubrieron dos fosas nuevas ese día pero ningún experto las examinó inmediatamente ni se impidió el paso a personas no autorizadas.

Se podría decir que se trata de una "situación casual" en Iguala. No obstante, representa otra falla del gobierno en un México azotado por la violencia, la corrupción y la injusticia.

Sigue a Daniel Hernández en Twitter:

@longdrivesouth