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La pura puntita

El arte nuevo de hacer libros

“Un escritor, contrariamente a la opinión popular, no escribe libros.”

Traemos adelantos de los libros que te van a ensartar en las mesas de novedades.

Ven y siéntate, mocoso-artista-conceptualz. Seguramente no conoces a Ulises Carrión porque apenas aprendiste a cambiarte el pañal, o quizá sí, y te crees mucho. No nos interesa. Ulises Carrión (1941–1989) se hartó de esta letrina a la que llamamos país y de esa otra que llamamos la literatura, así que se fue a París y luego a Ámsterdam, donde la hizo en grande como artista.

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Afortunadamente para todos, Tumbona Ediciones trae El arte nuevo de hacer libros, en la edición de Juan J. Agius y Heriberto Yépez donde Carrión combate, a punta de garrotazos, todos los prejuicios sobre lo que es o debe ser un libro, y sobre ese saco de restos hepáticos alcoholizado que llamamos escritor. Así que deja de llamar libro a tus “sentires” y empieza a darle cariñito al objeto en tercera dimensión.

Qué es un libro

Un libro es una secuencia de espacios.

Cada uno de esos espacios es percibido en
un momento diferente: un libro es también
una secuencia de momentos.

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Un libro no es un estuche de palabras, un
saco de palabras, un soporte de palabras.

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Un escritor, contrariamente a la opinión
popular, no escribe libros.

Un escritor escribe textos.

El que un texto esté contenido en un libro
se debe únicamente a la dimensión de dicho
texto o, tratándose de varios textos cortos
(poemas, por ejemplo), al número de ellos.

. . . .

Un texto literario (prosa) contenido en un
libro ignora el hecho de que éste es una
secuencia espacio-temporal autónoma.

Una serie de textos más o menos cortos
(poemas o no), distribuidos en un libro
según cierto orden propio, manifiesta la
naturaleza secuencial del libro.

La manifiesta, acaso la usa. Pero no la
aprovecha, no la incorpora, no la asimila.

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El lenguaje escrito es una secuencia de
signos desplegados en el espacio, cuya
lectura transcurre en el tiempo.

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El libro es una secuencia espacio-temporal.

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El libro existió originalmente como recipiente
de un texto (literario).

Pero el libro, considerado como una realidad
autónoma, puede contener cualquier
lenguaje (escrito), no sólo el literario, e
incluso cualquier otro sistema de signos.

. . . .

De entre los lenguajes, el literario
(prosa y poesía) no es el que mejor se
acopla a la naturaleza del libro.

. . . .

Un libro puede ser el recipiente accidental
de un texto cuya estructura es
diferente del libro: son los libros de
las librerías y las bibliotecas.

Un libro puede existir también como una
forma autónoma y suficiente en sí misma,
incluyendo acaso un texto que acentúa,
que se integra, a esa forma: aquí
empieza el arte nuevo de hacer libros.

. . . .

En el arte viejo el escritor se cree
inocente del libro real. Él escribe el
texto. El resto lo hacen los lacayos, los
artesanos, los obreros, los otros.

En el arte nuevo la escritura del texto
es sólo el primer eslabón en la cadena
que va del escritor al lector. En el arte
nuevo el escritor asume la responsabilidad
del proceso entero.

. . . .

En el arte viejo el escritor escribe
textos.

En el arte nuevo el escritor hace libros.

. . . .

Hacer un libro es actualizar su ideal
secuencia espacio-temporal por medio de
la creación de una secuencia paralela
de signos, lingüísticos o no.

La lectura

Para leer el arte viejo basta conocer el
abecedario.

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Para leer el arte nuevo es preciso aprehender
el libro en tanto que estructura,
identificar sus elementos y entender la
función de éstos.

. . . .

Uno puede leer el arte viejo creyendo
entender, y estar equivocado.

Este malentendido es imposible en el arte
nuevo. Sólo puede leerse si se entiende.

. . . .

En el arte viejo todos los libros se leen
de la misma manera.

En el arte nuevo cada libro requiere de
una lectura diferente.

. . . .

En el arte viejo leer la última página
lleva tanto tiempo como leer la primera.

En el arte nuevo el ritmo de lectura
cambia, se apresura, se precipita.

. . . .

Para entender y apreciar un libro de arte
viejo es necesario leerlo enteramente.

En el arte nuevo a menudo NO es necesario
leer el libro entero. La lectura puede
cesar en el momento en que se ha comprendido
la estructura total del libro.

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El arte nuevo hace posible una lectura
más rápida que la de los cursos de lectura
rápida.

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Hay métodos de lectura rápida porque los
métodos de escritura son demasiado lentos.

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Leer un libro es percibir secuencialmente
su estructura.

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El arte viejo ignora la lectura.
El arte nuevo crea condiciones específicas
de lectura.

. . . .

Lo más lejos a que el arte viejo ha llegado
es a pensar en los lectores, lo cual
es ir demasiado lejos.

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El arte nuevo no discrimina lectores; no
se dirige a los viciosos de la lectura, ni
trata de arrebatarle público a la televisión.

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Para poder leer el arte nuevo, y entenderlo,
no es necesario haber estudiado
cinco años en la Facultad de Letras.

. . . .

Los libros del arte nuevo no necesitan,
para ser apreciados, de la complicidad
sentimental y/o intelectual del lector
en cuestiones de amor, política, psicología,
geografía, etcétera.

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El arte nuevo apela a la facultad que
tienen todos los hombres de entender y
crear signos y sistemas de signos.

Ámsterdam, mayo de 1974

Anteriormente:

Muerte al dandysmo a quemarropa

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