El 'Sabueso', uno de los expertos en las búsqueda que se inició cuando Miguel A. Jiménez le pidió ayuda tras la desaparición de los 43, comienza la búsqueda de la mañana en la comunidad La Esperanza, en la Segunda Brigada en Búsqueda de Personas Desaparecidas en Veracruz. Fotos por Ernesto Álvarez.Es lunes. Apenas pasan las diez de la mañana pero el calor en el campo veracruzano se siente en las botas de todos.
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"Cuando no eres nadie en este país, el gobierno te trata de la chingada, por eso nos juntamos y ahora somos fuertes", dice Mario Vergara, de pie junto a la boca de un pozo de agua entre los campos sembrados con caña de azúcar en la zona rural de Amatlán de los Reyes, en el sur del estado de Veracruz. Es uno de los integrantes de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, que comenzó su trabajo en abril, en estos mismos predios rurales. En los 15 días que trabajaron entonces, hallaron 15 fosas clandestinas, de las que recuperaron unos 10 mil fragmentos de restos óseos.Cuando se anunció el hallazgo, decenas de personas se comunicaron con la fiscalía de Veracruz interesadas en saber qué pasaba con esos huesos que fueron exhumados por la justicia local y están a su resguardo desde entonces. La respuesta de la fiscalía fue negar lo encontrado, decir que apenas se trataba de pedazos de madera y colgar el teléfono. Tres meses más tarde, siguen sin presentar información alguna sobre su tarea forense con lo hallado por las familias.Resueltas a que el tiempo oficial no sea el que paute ya la búsqueda, las familias volvieron a Veracruz para trabajar en dos municipios del sur del estado —Amatlán y Paso del Macho— hasta el 29 de julio. Una búsqueda no se puede hacer desde un escritorio, dicen.
¿Qué es lo que hacen? Caminar. Rastrean las pistas, mayormente anónimas, que llegan de los vecinos de las comunidades y miran al piso. La vista clavada para encontrar las anomalías del territorio que les indiquen que ese lugar ha sido cavado o removido. Lo que buscan son los puntos en dónde alguno, cualquiera de los 27 mil del principio, haya sido asesinado y enterrado sin señalamiento alguno. Sin pistas de la gente de las localidades, que de una u otra forma accede a esta información, sería imposible dar con algo en la inmensidad de los cerros que ahora nos rodean. Cuando encuentran pistas, vuelven a abrir la tierra.
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No llevan grandes equipos y apenas han conseguido la escolta de la Policía Federal y de la Ministerial para entrar en lugares considerados "tierra caliente", por la fuerte presencia del crimen organizado. La sociedad civil estima que sólo en Veracruz, entre 7 y 10 mil personas han sido desaparecidas en los últimos seis años, durante el tiempo en que Javier Duarte estuvo al frente del gobierno local.
Yair tenía 33 años cuando lo vieron por última vez, el 25 de febrero de 2013. Fue detenido en un operativo policial, denominado Veracruz seguro, en la esquina de Nogales y Río Blanco, en la ciudad de Orizaba. "Fue a la 1:48 de la tarde, hubo muchos testigos", cuenta su madre, Alejandra, quien se unió a la segunda Brigada de Búsqueda.A pesar de los testigos, en la policía negaron la detención. "Cuando fuimos a preguntar por él, nos dijeron que no lo tenían, ni tenían registro de haberlo detenido. Como mi hijo había sido militar, nos dijeron que esperáramos tres años por si volvía, que es el tiempo que pueden tenerlo en arraigo. Pero él ya tenía cinco años fuera del Ejército y además hubiera llamado o pedido la ayuda de algún licenciado, como tiene derecho todo ser humano".¿Cómo se explica la desaparición de su hijo? "Yair sabía preparar bombas por su formación militar, había sido parte de un grupo táctico y tenía mucho conocimiento en armamento".
Alejandra es una mujer sencilla y risueña, de ojos chispeantes y rasgos indígenas. La acompaña una de sus tres hijas bajo el sol caliente del mediodía, mientras los peritos de Córdoba y de la división científica de la Policía Federal se atavían con sus mamelucos blancos para seguir los indicios hallados por los familiares. De fondo está La Pochota, un árbol de dimensiones centenarias, solitario y fantasmal gracias a las enredaderas que le cuelgan de las ramas, que según el cuento popular, se usó "a diario" para colgar gente durante los días de la Revolución Mexicana.
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"Pusimos la denuncia, fuimos a preguntar a las cárceles, pedimos ayuda a [instituciones de] derechos humanos, revisamos panteones, pegamos fotos suyas y nada. Todo lo hicimos solas, hasta que conocimos a Araceli y entramos al grupo, dónde nos brindamos apoyo una a la otra", platica.Alejandra habla de Aracely Salcedo, una de las referentes del Colectivo de Familias de Desaparecidos Orizaba - Córdoba, que comenzó a funcionar cuatro años atrás y se integró a la Brigada Nacional. Tras la búsqueda de abril, el Colectivo conformado por una veintena de mujeres, también salió a campo veracruzano a repetir la experiencia.
El caso de Yair no es aislado. Durante la primera brigada recabaron más de cien testimonios de casos ocurridos en el estado y documentaron un patrón importante en las desapariciones: en la mayoría de los casos, fue la Policía Estatal la que se llevó a la gente.Veinte días antes de volver a ese estado, José Jesús Giménez Gaona fue asesinado al salir de una reunión con la fiscalía local. Llevaba un mes en la Brigada y había asumido el papel del enlace con la justicia de Veracruz. El Comité contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas le otorgó medidas cautelares al grupo de trabajo y forzó a que el Gobierno Federal mexicano proteja la integridad de sus buscadores.Dos patrullas y una camioneta de la Policía Federal escoltan a los cuatro vehículos en los que viajan los brigadistas, las personas solidarias y la prensa que cubre la tarea. La Comisión Nacional de Derechos Humanos envió a un par de Observadores para acompañar las salidas al campo; también de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU. Hay cuatro peritos de la fiscalía de Veracruz, al mando de Manuel Antonio Mirón, delegado de servicios periciales de Córdoba que van custodiados por integrantes de la Policía Ministerial. También van cinco integrantes de la Policía Científica de la Federal, a cargo de Anselmo Apodaca, director general de criminalística de campo de esa corporación. La parte no oficial de los apoyos la conforman una amplia diadema de organizaciones y personas solidarias de todo el país.
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Luis es bombero voluntario en Real de Catorce, San Luis Potosí y desde el año 1995 se dedica a localizar personas de manera anónima. Fue en 2013, que tomó contacto con la organización Familiares en Búsqueda A.C. una de las promotoras de la Brigada, a partir del caso de Maryna Burakova y su esposo Oleksandr Batychko, una pareja de ucranianos que habían viajado a la Riviera Maya para vivir ahí el final del 2012. Él fue encontrado asesinado en Dzitas, Yucatán, en enero de 2013 y ella está desaparecida desde entonces."El interés de las familias en el tema hace que las búsquedas tengan resultados porque ellas son las primeras que se organizan; lo siguiente es preguntarse quiénes podrían cooperar ante una situación así", explica Luis en la noche de la segunda jornada de búsqueda, mientras una intensa lluvia azota la carpa sobre la entrada de la Iglesia de Amatlán. La brigada tejió su primera alianza con las parroquias locales —que brindan alojo y alimento durante los 15 días de trabajo— y con un grupo de organizaciones de derechos humanos que apoyan su tarea."Nosotros no somos los buenos, sólo pedimos el apoyo para ubicar a los nuestros. Intentamos que la gente se convenza de que tiene que hablar, por eso vamos con las iglesias. Porque ni ellos están bien muertos, ni los trabajadores están tranquilos cuando se ponen a plantar aquí, porque tienen miedo de encontrarlos".
Entre las fincas de café y caña, ejidos de plantas con pinta de tropicales que a lo lejos se ven rodeados por una fila de montañas, el Pico de Orizaba aparece y se va como un espejismo. El amarillo de las cintas de la policía que delimitan una escena del crimen contrasta con el verde intenso de las hojas de los plátanos. Parecen fuera de lugar, acostumbradas a marcar el gris del asfalto de las ciudades.
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En un claro del terreno, uno de los locales, quien pide se resguarde su identidad por motivos obvios, relata lo que recuerda de los momentos álgidos:"En ese tiempo no se podía ni andar aquí. Nos habían puesto una hora: a las cuatro de la tarde teníamos que salir del campo porque entraban ellos. A mí nunca me dijeron nada, pero sí a otros vecinos. Tiene como cuatro años que se calmó la cosa, pero durante el año anterior, casi ni veníamos a trabajar. No nos quedaba de otra. Empezaron tirando bolsas negras y los perros las abrían, pero nosotros nunca nos atrevimos a acercarnos, porque mira, si regresan esos cabrones, nos llevan también".
En Veracruz, "los cabrones" no enterraron los cuerpos de sus víctimas sin antes quemarlos o pasarlos por ácido, por eso lo que se busca (y lo que se encuentra) son apenas los fragmentos que hayan sobrevivido a la crueldad organizada.El campesino señala el predio escarbado por la Brigada y recuerda: "Eso lo hicieron un sábado, porque lo encontró un muchacho que trabaja aquí los domingos. Cuando lo vio se espantó, estaba todo quemado, el piso, las matas".La Brigada encuentra los puntos de los enterramientos clandestinos a partir de datos anónimos de los locales. Así se identificó el Rancho San Matías, el primer lugar en que trabajó la segunda brigada. Está ubicado a diez kilómetros del centro de la ciudad de Córdoba (vecina de Amatlán) y fue señalado como un punto de búsqueda, ya que la hacienda habría pertenecido a los Zetas, la principal organización criminal actuante en Veracruz.
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"La pista llegó por medio de una de las alcancías que están en las parroquias para recibir información anónima de la gente. Muchos veían lo que pasaba, o bien quedaron involucrados. Han llegado notas de los propios enterradores, que años después indican dónde abandonaron los cadáveres de la gente. Otros que saben de las fosas son los campesinos a quienes los mandamases de la zona los obligaron a cavarlas", relató uno de los presentes.
Aunque la mayor parte del tiempo, la brigada revisa y revisa sin encontrar nada. "Habría que hacer un hoyo al lado del otro hasta encontrarlos", comenta Vergara, algo en su gesto indica que está dispuesto a hacerlo.Paso del Macho fue el segundo municipio a dónde fueron a buscar. La presencia del crimen organizado es evidente, cuando la cuadra se llenó de "halcones" que vigilan y transmiten los movimientos en torno a la Parroquia donde se hospedó la Brigada.En Miguel Alemán, la zona de granjas colindante a unos 5 kilómetros del centro del pueblito caluroso, un informante anónimo indicó un pozo en dónde hallaron restos humanos. Ni los peritos de la Fiscalía de Veracruz ni los de la Policía Científica tenían el equipo necesario para el trabajo: la Brigada sí. El hallazgo fue la muestra de que el miedo, como todas las cosas, también se rompe.Buscar es un ejercicio de paciencia, que el último día de trabajo les dio frutos.