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Guns and Roses

Los gays afganos son los gays más gay de todos.

Podrán verse muy rudos, pero estos soldados afganos son blanditos de corazón. Y les gusta el sexo por la cola. Copyright T. Dworzak Collection/Magnum Photos. Mientras el Talibán disfruta un resurgimiento en Afganistán, los ejércitos extranjeros abandonan el país lo más rápido que pueden. Los canadienses salieron este verano, Suecia saldrá en 2014, y desde principios de noviembre, cuando un integrante descarriado del Ejército Nacional Afgano, ANA, disparó a tropas australianas, estos se preparan para la retirada. Cuando finalmente Estados Unidos deje el país, el control será asumido por el ANA, un hecho que tiene a la OTAN cagando ladrillos más grandes que los ladrillos de hash que el mismo ANA usa para protegerse en las balaceras. Pero la fiesta no termina ahí: aparte del reporte de uso generalizado de drogas y de agentes del Talibán infiltrados, los soldados del ANA también son famosos por vestirse de mujeres y coger por el culo. Un soldado canadiense habló relajadamente sobre su experiencia: “En serio, los afganos se cogen a cualquier cosa. Para ellos, chupar verga es nada. Es como fumarse un porro”. Desde la invasión a Afganistán en 2011, las tropas de la OTAN han reportado curiosas tendencias afeminadas de sus muy amigables aliados del ANA. Las quejas van desde refuerzos consistentes en pelotones de drag-queens hasta los jueves de amor masculino, fiestas semanales de sexo gay en las barracas de los soldados, donde arreglan y maquillan al recluta más nuevo para ser parte central de una orgía. Los gritos y rechiflas abundan. Después de operar un cañón todo el día, un artillero canadiense que estaba en el distrito de Panjway, tenía que vivir entre las miradas de los soldados de la ANA. “Me decían que debía ser agradecido por lo hermoso que era. Fueron muy serios cuando me dijeron que mi culito se veía muy bien, gracias a esos shorts del ejército”, dijo. Por muchos recuentos, sabemos de la homosexualidad casual dentro de la ANA, muy libre del código islámico que ve mal el estilo de vida de manita floja. Mike Luongo, editor de la colección Gay Travels in the Muslim World, me dijo que una vez fue a los suburbios de Kabul en 2004 a una fiesta donde todos los tipos habían hecho servicio en el ANA y presumían de matar talibanes. Según Luongo, la homosexualidad no ha sido estigmatizada como en Occidente, sino que la idea de ser gay no existe. En lugar de ello, es algo que los chicos hacen para aliviar sus tensiones sexuales naturales en un estado islámico represor. En la provincia de Kandahar, donde existe una tradición de homosexualidad entre la etnia pashtún, jotear parece ser la alternativa sexual para hombres que temen ser encontrados dándole a una mujer soltera. Esta es una tierra donde una vagina te puede matar. “Dormir con una mujer, puede terminar con un costoso homicidio por honor”, dice Luongo. “Hay un dicho en Afganistán: Los hombres cuestan oro; las mujeres, la vida”. Hablé con un miembro de la depuesta familia real del clan Mohammadzai, que explicó: “En hermandades como el ANA, es cuestión de hospitalidad. Satisfacer las necesidades sexuales de tu hermano, con una chupada o con sexo, es un medio de eliminar estrés para que sea un mejor soldado”. Sean como sean estos bizarros encuentros gay, sus exploraciones anales deben de estar a un nivel de guerreros elevados. Luongo lo planteó de la mejor manera al final de nuestra conversación: “Si ves a los afganos, nadie les ha ganado nunca, y los hombres han cogido entre sí durante miles de años. Tal vez derrotamos a Bin Laden, pero nadie gana en Afganistán”.